La patria del ridículo
Habitamos
una tierra de nadie
una tierra extraña
donde año con año plantan su carpa los eternos titiriteros
meten sus clavos en la entraña de nuestros hijos
y martillan rabiosos
con la sonrisa estampada en la mirada
Vienen
a cambiarnos la vida, dicen
aseguran un regalo para nuestros ojos
y si realmente creemos
podremos hacer esos sueños
una entera realidad para nuestra carne
Se
visten de lino
se pintan la cara
y nos presentan el estrafalario circo de las pulgas
y en medio de su sonrisa ridícula y atroz
nos narran, con altibajos, las proezas de sus alimañas
¡nos gritan en la cara sus acrobacias!
y nos exhortan
a que imitemos sus portentos
porque nosotros también somos (ellos bien lo saben)
hijos de la pulga
el piojo
la lombriz
y la cucaracha.
Y
mientras nos cantan sus canciones de feria
mientras nos muestran sus títeres siniestros
y danzan y lanzan
papelitos
que la audiencia come
como palomitas de maíz
nos envuelven en su telaraña de ideas infinitas.
“Estas
ideas son maravillosas”, sentencian
al
mismo tiempo que nos sacan de los bolsillos
las pocas monedas que nos quedan para soportar el hambre de las horas
nos sustraen los sueños
mientras depositan en nuestras manos
un espejo para reírnos de lo que hallamos
en el fondo de su reflejo
“Respetaréis
estas ideas”, dicen
mientras levantan su carpa
y nos anudan con sus lazos y correas
“¡Respetaréis
las ideas!”
gritan
“¡Respetaréis!”
gruñen, mientras se alejaban afanosos,
sin dejar de apuntarnos con sus cañones de ensueños celestiales
Y
así
se marchan
dejando a los habitantes de aquella extraña tierra
con una enorme sensación de desasosiego
deseando olvidar
por al menos unos cuantos años
la enorme vergüenza que les carcome la cara
anhelando a que llegue otro nuevo circo
que nos haga reír y olvidar
al menos por unos instantes
los días de miseria y desencuentros
que nos dejaran los actores del circo anterior.
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