martes, 1 de diciembre de 2015

ANDREA COTE




Estación de luz



Verás, es tu ciudad o mi ciudad que no descansa,
en la que siempre hay algo a
punto de venirse abajo. Por ejemplo, la lluvia —
derrumbada en ese sitio donde
estuvo la luz— ya sabes; o los árboles quemados
de cielo a media tarde,
aniquilados como pájaros que se lanzan desde
el aire y caen en los parques,
arrastrando desde arriba hasta aquí la manía
de caer. Porque es verdad que es mi ciudad,
que es del otoño, la casa misma de todo lo que
lentamente se desploma hastiado de durar
en el aire y la intemperie de la luz.
Verás, aquí es el sitio de las cosas desplomadas,
el lugar donde nos fascinamos
con el desmoronamiento paulatino de los muros
que inician con el tiempo el descenso hacia
sí mismos, simplemente, y con el único fin de
vernos sucumbir ante el encanto de las casas
derrumbadas, tan sucias o tan viejas
—nos da igual— cuando sólo nos importa
que las casas enfiladas habrán de caer
—como también se caen las tardes de su luz—
porque esta ciudad, que es del otoño,
es la casa de las cosas que siempre son más
bellas cuando están a punto de acabar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario