Los
gatos de la calle Adriano
uno
de ellos se enredó
y no
por engaño
en
una red que cubría la fachada
de
un edificio en obras
en
calle Adriano
nos
paramos para verlo
no
nos dimos cuenta
cómo
adquirió este hábito
salió
no sé de dónde
atravesó
el paseo
zigzagueando
entre los turistas
y
desapareció por un hoyo de la red
repetía
la misma escena casi todos los días
se
enrollaba para dormir suspendido
encima
de nuestras cabezas
en
un ángulo que parecía incómodo
su
cuerpo como un inminente balón de agua
buscando
entre la sombra
el
mediodía del sol de otoño
sin
ángulos agudos ni aristas
su
perfecta circularidad
nos
vigila con los ojos abiertos
cuando
entiende que lo observamos
y
nos sigue cuando comenzamos a seguir de frente
los
ojos puntean como aguzadas puntas de lápiz
el
inesperado apunte de nuestra presencia
nos
sigue aun cuando ya no estamos a su vista
sus
ojos sin embargo
entran
de nuevo por la red del túnel
atravesando
por el lado oscuro de la memoria
donde
dejaran una pequeña marca
como
una boya olvidada en medio del océano
que
a veces regresa a la superficie
nos
deja delante de una indecisión de pormenores
que
no son parte de ningún hecho
de
nuestra biografía
apenas
algo que se pierde en el discurso de nuestros días
y
comienza a subir
por
el pelo blanco del hocico
con
una mancha amarilla en la oreja
unos
ojos verdes cristalinos
un
gato callejero en calle Adriano
la
terquedad de predador con que las imágenes
de
una curiosidad aleatoria nos persiguen
y
regresan sin cómo ni por qué
cerradas
en la gracia de un movimiento
hábitos
favoritos entrecruzándose
como
el nuestro en un punto donde un destino para
mira
hacia nosotros
rehace
el camino de vuelta a través de las sombras
y
acelera en un salto vertical
que
rebasa varias veces nuestra propia altura
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