Los habitantes
No
son peces los que habitan el agua de las ciudades.
No,
otros seres circulan en su densidad.
Dejan que un abrazo envuelva sus cuerpos, no amoroso ni cercano,
el producto de la circunstancia, de la cañería, del cauce incontrolable del
desagüe.
Pero,
éstos son sus habitantes:
un poco de mierda que pierde densidad,
el resto de semen que se escapa de las piernas,
un escupitajo y la juagadura de un cuerpo cansado…
lágrimas que vuelan como ángeles invisibles,
sombras y texturas,
siempre restos, deshechos, basura
y también burbujas,
instantáneos cristales para un adivino que vendrá,
formas sujetas a la nada.
No
son esqueletos de pescados los que adornan las ventanas de los niños que se
asoman y no ven ninguna playa,
tampoco son sus ojos sin párpados los que miran fijamente hacia los lados,
ni sus bocas que se abren y sujetan la vida del hilo suave del aire,
no, no son peces.
Otros
seres pueblan esta agua,
animales sin nombre ni recuerdo, cercanos a los sueños, con la piel esquiva
como el rastro líquido de la mirada,
cuerpos ajenos a cualquier taxonomía.
Almas pasajeras y disueltas.
Un poco de aire, un sonido cansado que estremece los tubos, lengua de un mundo
que poco importa,
un temblor de tuberías, juagaduras que nadie reclama,
movimientos caprichosos de texturas maleables,
nada que merezca la atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario