En Thiais
para
Paul Celan
Esta
es mi última profecía:
un
hombre de sal ascendiendo en el cielo
hacia
un nuevo cielo inevitable.
Confío
en ella. La sé. La he visto
marcada
en el nombre de los árboles,
abrasada
en los campos veraniegos.
Confío
en ella. Mi profecía
un
día dejará de arrullarme
y
abriré mis brazos a la tierra prometida,
confío
también
en
ella. Mañana, si Dios quiere,
me
levantaré temprano y echaré agua
a los
campos donde mis muertos florecen;
si
encuentro una flor blanca
que
me recuerde a tus manos, prometo
no
cortarla: la juntaré con los olores de la tierra
para
guardar su voz entre tus regalos
y te
la ofreceré como caricia
para
siempre.
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