martes, 29 de marzo de 2016

OMAR SANTOS



  
Pertenencia



Perteneces a los libros de la ausencia,
a la patria que se mira
desde los escombros.
Vives en la palabra de los páramos,
en la herida que somete,
en la daga que asusta
a las aves del relato.
No sólo congregas a las filosofías
del cardo,
a la tribu enloquecida.
Tu costumbre es un interminable soliloquio
que repites sobre los epitafios.
Tienes en tus manos la oscuridad del fruto,
la ceniza que burla,
el manantial turbio
donde lavan su enfermedad los dioses.
Tienes el ayuno y el talismán del enemigo,
lo que el rebelde solloza ante el cristal.
Ignoran la ofensa, no saben
más de la incapacidad.
Ya ni voltean a ver la piedra
de los castigados
o la enorme hiedra que cubre la fuente.
Conformes se entregan a la libertad
de la palabra o al prodigio del polvo.
En el solar comparten sus pergaminos
acerca de la doncella,
el antiguo escapulario de sus hazañas.
A veces los muertos creen que el amor
es una criatura débil que llegará por su lámpara,
a veces los muertos piensan que llegará el aroma,
el cascabel inconfundible de la amada,
y dormirán tranquilos, y pensarán en la salvación.




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