Pertenencia
Perteneces
a los libros de la ausencia,
a la
patria que se mira
desde
los escombros.
Vives
en la palabra de los páramos,
en la
herida que somete,
en la
daga que asusta
a las
aves del relato.
No
sólo congregas a las filosofías
del
cardo,
a la
tribu enloquecida.
Tu
costumbre es un interminable soliloquio
que
repites sobre los epitafios.
Tienes
en tus manos la oscuridad del fruto,
la
ceniza que burla,
el
manantial turbio
donde
lavan su enfermedad los dioses.
Tienes
el ayuno y el talismán del enemigo,
lo
que el rebelde solloza ante el cristal.
Ignoran
la ofensa, no saben
más
de la incapacidad.
Ya ni
voltean a ver la piedra
de
los castigados
o la
enorme hiedra que cubre la fuente.
Conformes
se entregan a la libertad
de la
palabra o al prodigio del polvo.
En el
solar comparten sus pergaminos
acerca
de la doncella,
el
antiguo escapulario de sus hazañas.
A
veces los muertos creen que el amor
es
una criatura débil que llegará por su lámpara,
a
veces los muertos piensan que llegará el aroma,
el
cascabel inconfundible de la amada,
y
dormirán tranquilos, y pensarán en la salvación.
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