domingo, 18 de diciembre de 2016

ÁLVARO GARCÍA




El río del agua     (fragmento)



Uno lejos del otro, ven el río.
Los hechos se reavivan, senda de agua,
al heredar el río que es destello
del tiempo de vivir.
                                         ¿No lo recorre,
no salva realidad como pedazos
de limpia minería?
Cuando quiero saber dónde se unen
lo que nos hunde y lo que nos eleva;
miro nocturnamente fluir el río,
rotundidad que toca un ritmo leve
de ráfagas oscuras, de mesura,
de vida caudalosa y contenida.
Se marcha siempre el río hacia la luz.
Da miedo regresar al asidero
que un día nos salvó, continuidad
que tizna de dolor aún las manos.
El río brilla indemne en sí, futuro,
agua arrugada, inútil, que deshoja la presa
porque ha llovido más
de lo que necesitan las ciudades
y es música que suena a controlada
demolición del tiempo, del espacio
para que lo distante pueda unirse
y no estemos en un solo lugar.
Música intacta,
oscura entre la luz de medianoche,
voz de mujer, melena por la risa
o tiempo a escala; ríe una mujer
como una soledad de isla visible
en vuelo, isla ciudad con un preludio
de herrajes sobre el verde del solar
donde el balón se pierde ante unos niños
y al fondo la ciudad de luz de almíbar,
el murmullo flotante en la estación,
el esquema de árboles enjutos
del parque denso desde el pie del puente
y luego poco a poco masa ocre,
un punto desde el cuarto
donde la gabardina cae mojada
y se enciende una música o reenciende
la misma imaginada al elegirla:
metal de oscuridad, tensión del aire,
más viva contra el cielo en esa altura
donde sentir la redondez del mundo.
Parece que descansan las estrellas.
Escucho el disco y miro la ciudad.
La luz estaba quieta y se ha marchado
y se adentra la música en la noche
como si nunca hubiera que morir. [...]


De "El río de agua"

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