En
el campo y en las casas desoladas, lo viejo no tiene técnica para permanecer.
La
tarde se mueve de forma voluntaria, no hay ni una sola pregunta después de
todo,
no
queda más que mirar, descifrar, cerrar los ojos. Levanté una mano para tocar el
fondo:
todo
era verde, seco y alocado; las espinas refulgían bajo el sol monstruoso.
Había
alguien que deseaba un beso, el otro quería huir al centro de sí mismo.
Sabemos
que cualquier universo comienza con una pequeña explosión
en un ojo, en la palma de una mano, en la
garganta, no sé dónde,
pero
ojalá sea lejos. La distancia me salva de mi propia cercanía.
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