martes, 17 de junio de 2014

MIGUEL ARTECHE SALINAS


 


 

Qué tiempo aquel dorado de mi Dama la sola,
Cuántas olas oscuras viniéronla a abrazar:
En qué secretas cámaras vi su cuerpo desnudo,
Y en su cuerpo la noche que a veces tiene el mar.

Qué playas de este mundo, qué soles cuando siento
Que muy sola mi Dama me convida a beber
Su vino del pasado, y el vino en mi garganta
Me hacen joven de nuevo con otro amanecer.

Qué lluvia hay en las sienes de mi Dama la sola.
Me levanto y le digo: cuánto frío hay aquí.
Y en el fondo del vino miro volar un pájaro
Negro, y está nevando, y deseo partir.

Y la Dama me sigue: qué insistente es mi Dama:
Cuánta niebla en sus manos, cómo sus ojos son
Países desolados por el hambre y la luna
Y las redes bermejas que le lanza el terror.

Cuánta nieve de antaño me ha traído mi Dama.
Cómo sus ojos brillan si la trato de tú.
Y siento que envejezco cuando me da una rosa,
La rosa que cortara allá en mi juventud.

 

 

PABLO NERUDA


 

Apogeo del apio

 

Del centro puro que los ruidos nunca
atravesaron, de la intacta cera,
salen claros relámpagos lineales,
palomas con destino de volutas,
hacia tardías calles con olor
a sombra y a pescado.

Son las venas del apio! Son la espuma, la risa,
los sombreros del apio!
Son los signos del apio, su sabor
de luciérnaga, sus mapas
de color inundado,
y cae su cabeza de ángel verde,
y sus delgados rizos se congojan,
y entran los pies del apio en los mercados
de la mañana herida, entre sollozos,
y se cierran las puertas a su paso,
y los dulces caballos se arrodillan.

Sus pies cortados van, sus ojos verdes
van derramados, para siempre hundidos
en ellos los secretos y las gotas:
los túneles del mar de donde emergen,
las escaleras que el apio aconseja,
las desdichadas sombras sumergidas,
las determinaciones en el centro del aire,
los besos en el fondo de las piedras.

 

A medianoche, con manos mojadas,
alguien golpea mi puerta en la niebla,
y oigo la voz del apio, voz profunda,
áspera voz de viento encarcelado,
se queja herido de aguas y raíces,
hunde en mi cama sus amargos rayos,
y sus desordenadas tijeras me pegan en el pecho
buscándome la boca del corazón ahogado.

 

Qué quieres, huésped de corsé quebradizo,
en mis habitaciones funerales?
Qué ámbito destrozado te rodea?
Fibras de oscuridad y luz llorando,
ribetes ciegos, energías crespas,
río de vida y hebras esenciales,
verdes ramas de sol acariciado,
aquí estoy, en la noche, escuchando secretos,
desvelos, soledades,
y entráis, en medio de la niebla hundida,
hasta crecer en mí, hasta comunicarme
la luz oscura y la rosa de la tierra.

GABRIELA MISTRAL


 

Interrogaciones

 

¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?
¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,
las lunas de los ojos albas y engrandecidas,
hacia un ancla invisible las manos orientadas?

¿O Tú llegas después que los hombres se han ido,
y les bajas el párpado sobre el ojo cegado,
acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido
y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?

El rosal que los vivos riegan sobre su huesa
¿no le pinta a sus rosas unas formas de heridas?
¿No tiene acre el olor, sombría la belleza
y las frondas menguadas de serpientes tejidas?

Y responde, Señor: Cuando se fuga el alma
por la mojada puerta de las largas heridas,
¿entra en la zona tuya hendiendo el aire en calma
o se oye un crepitar de alas enloquecidas?

¿Angosto cerco lívido se aprieta en torno suyo?
¿El éter es un campo de monstruos florecido?
¿En el pavor no aciertan ni con el nombre tuyo?
¿O van gritando sobre tu corazón dormido?

¿No hay un rayo de sol que los alcance un día?
¿No hay agua que los lave de sus estigmas rojos?
¿Para ellos solamente queda tu entraña fría,
sordo tu oído fino y apretados tus ojos?

Tal el hombre asegura, por error o malicia;
mas yo, que te he gustado, como un vino, Señor,
mientras los otros siguen llamándote Justicia,
¡no te llamaré nunca otra cosa que Amor!

Yo sé que como el hombre fue siempre zarpa dura;
la catarata, vértigo; aspereza, la sierra.
¡Tú eres el vaso donde se esponjan de dulzura
los nectarios de todos los huertos de la Tierra!

 

 

EFRAÍN BARQUERO




Si he de tener contigo un hijo

  

Si he de tener contigo un hijo,
que éste llegue
cuando nuestra casa sea toda la tierra.
Si hemos de dejar un heredero,
que éste venga
para mirar sin asco nuestro mundo.
Si he de hacerte madre,
que sea con amor
y no con vergüenza de vivir y de ser hombre.
Si hemos de traerlo, conquistemos para él
el derecho de ser libres
para que después no nos maldiga.
Conquistemos la tierra donde habrá de crecer,
para que después no nos olvide
al no encontrar nuestras raíces.
Conquistemos la paz en que habrá de construir,
para que después no nos desprecie
al impedírselo sus propios hermanos.
Que nuestro hijo rasgue en dos tu vida
y tu grito de dolor conmueva las estrellas;
hienda en dos mi canto, y por mi herida
entre el sol a todas las conciencias.

 

 

FERNANDA SIERRA


 

Afrenta

 

Mi frente en tu puño
Mi rostro en tu saliva
Mi abdomen en tus pies
Mi frente en tu pies
Mi cabello en tus manos
Pasmada........
Mi mejilla en tu rodilla
Mi cabeza en tu zapato

 

 

EDUARDO FARIÑA POVEDA


  

Yo no soy tú

  

No insulto el bramido pedregoso
Menos a la madre de la rebeldía
La que se auto bautizó opresión
Yo no soy tú
Yo no soy dios
Menos una broma de la creación
Creo que todo se revienta con furor
Adentro de un poeta sepulturero de la aurora.
La noche en mis huesos
Ríe sin ley como los niños
Abre mi boca mostrándome mujeres desnudas
Y me comulga con el sexo de una estrella
¡Siii!, mis ojos se fríen como huevos
Un eureka se acepta como bosquejo
Ante la posibilidad de cambiar
El nombre misterio al hecho en particular.