sábado, 28 de junio de 2014

FERNANDA SIERRA



 

Enajenación

 


Acá afuera las cosas suelen ser distintas
Hace frió
Las miradas te torturan continuamente
Has llegado al siglo de los salvajes
De aquellos que no temen
Acostumbrados a la insolencia
Les gusta ser
Lo que no suelen ser
Es como un maldito vicio
Una agonía funesta
Una tarda convulsión
Que delirio he de padecer
En el país de los muertos
Me he colmado de aplomo
Pero mi carne es más débil
Que mi juicio
Me la han saqueado
Ahora me sumo
Al pavor de los débiles
Que han sido enajenados
como yo

 

EFRAÍN BARQUERO


  

Mimbre y poesía

  

Mimbrero, sentémonos aquí en la calle,
y armemos con tus hilos blancos y con mis hilos azules
los esenciales artefactos de uso diario:
La paz, la mesa, la poesía, la cuna,
el canasto para el pan, la voz para el amor.
Armemos juntos las cosas más esenciales y más simples,
más hermosas y útiles, más verdaderas y económicas,
para cualquiera que pase nos comprenda y nos lleve.
Nos ame, y se pueda servir de nosotros. Nos necesite,
y podamos alegrarlo sin ninguna condición.
Tú armaras el canasto que la lavandera
necesita para sembrar la camisa más blanca,
y yo armaré una canción con olor a jabón y a pureza
para que ella junto al río halle más dulce su trabajo.
Tú tejerás la maleta para que el minero regrese,
para que los novios se casen, para que el hijo pobre
vaya a la ciudad a conquistar un oficio.
Y yo tejeré con los hilos más férreos de mi poesía
el descanso más digno, el amor más profundo, la esperanza más grande,
para que el obrero mire confiado su casa
y no parta el pan con recelo y a oscuras,
para que los recién casados puedan anidar todos los pájaros
y no tengan que apartarse por una gota de agua,
para que el hijo menor halle la herramienta en su sitio
y no tenga que volverse porque otros la escondieron.
Mimbrero, hermano mío, que es bello nuestro oficio
cuando a ti te encargan una cuna y a mí una esperanza,
cuando a ti te piden una mesa, un velador, un canasto,
y a mí un arma que defienda ese amoblado tan simple.
Que es bella la jornada cuando tocamos con el mimbre o las canciones
la forma desnuda de la vida: su cintura de trigo,
sus senos llenos de luna, su vientre cubierto de musgo,
sus muslos como ríos, sus brazos como ramas,
sus ojos como un camino en paz bajo la noche.
Que es bello nuestro oficio cuando tentamos ese cuerpo
y yo le pongo el nombre más dulce del amor,
y con mi verbo le digo: levántate, eres libre,
labora en paz, procrea primaveras y veranos,
y lega a toda la tierra tu apellido.
Y tú, oh mimbrero hermano, le vas tejiendo
todos los artefactos que ella necesita
para repartir el pan entre sus hijos:
canastos para almacenar la nieve y la salud,
pequeños cestos para guardar el polen y semillas
de una primavera a otra, cunas para continuar
el sol fecundo, maletas para traer la lluvia,
mesas para que las hojas caigan y vuelvan a ser verdes,
y sillas para descansar delante de la paz ganada.


PABLO NERUDA





Vegetaciones

 
 

A las tierras sin nombres y sin números
bajaba el viento desde otros dominios,
traía la lluvia hilos celestes,
y el dios de los altares impregnados
devolvía las flores y las vidas.

En la fertilidad crecía el tiempo.

El jacarandá elevaba espuma
hecha de resplandores transmarinos,
la araucaria de lanzas erizadas
era la magnitud contra la nieve,
el primordial árbol caoba
desde su copa destilaba sangre,
y al Sur de los alerces,
el árbol trueno, el árbol rojo,
el árbol de la espina, el árbol madre,
el ceibo bermellón, el árbol caucho,
eran volumen terrenal, sonido,
eran territoriales existencias.

Un nuevo aroma propagado
llenaba, por los intersticios
de la tierra, las respiraciones
convertidas en humo y fragancia:
el tabaco silvestre alzaba
su rosal de aire imaginario.
Como una lanza terminada en fuego
apareció el maíz, y su estatura
se desgranó y nació de nuevo,
diseminó su harina, tuvo
muertos bajo sus raíces,
y luego, en su cuna, miró
crecer los dioses vegetales.
Arruga y extensión, diseminaba
la semilla del viento
sobre las plumas de la cordillera,
espesa luz de germen y pezones,
aurora ciega amamantada
por los ungüentos terrenales
de la implacable latitud lluviosa,
de las cerradas noches manantiales,
de las cisternas matutinas.
Y aun en las llanuras
como láminas del planeta ,
bajo un fresco pueblo de estrellas,
rey de la hierba, el ombú detenía
el aire libre, el vuelo rumoroso
y montaba la pampa sujetándola
con su ramal de riendas y raíces.

América arboleda,
zarza salvaje entre los mares,
de polo a polo balanceabas,
tesoro verde, tu espesura.

Germinaba la noche
en ciudades de cáscaras sagradas,
en sonoras maderas,
extensas hojas que cubrían
la piedra germinal, los nacimientos.
Útero verde, americana
sabana seminal, bodega espesa,
una rama nació como una isla,
una hoja fue forma de la espada,
una flor fue relámpago y medusa,
un racimo redondeó su resumen,
una raíz descendió a las tinieblas.

 

 

MIGUEL ARTECHE SALINAS



 

No hay tiempo

 
 

No hay tiempo si en el agua de diamante
Que roza nuestros cuerpos
Tú y yo nos sumergimos: el agua tuya con el agua mía
De tu boca, y apenas el hundir
De los secretos labios en el mar.
Sólo tu piel abierta
Como la abierta noche de la noche
Donde tus muslos amanecen.
Y el silencio en los olivos.

 

 

FANNY CAMPOS ESPINOZA


 

Lou Andreas

“…desembocar en el vacío
como todo el ardor
y arrobación deben hacerlo…”
Lou Andréas Salomé

 
 

Guardé los bigotes de Nietzsche
dentro de una cajita musical
La escuché un par de veces
y la música ..se enamoró de mis oídos
Tengo una colección de ojos
grandes ..almendrados
tristes ..risueños
Todos me los dio
un séquito de hombres desquiciado
y yo histérica ..besé a filósofos extraños
que siempre me obligaron
a darles con un látigo
Prendí a mi pecho
a poetas niños
y jugué a ser madre
por un rato
Fue mejor que cuidar muñecas
o tener hijos propios
Busqué como ninguna
el amor en otros
pero jamás entre tantos
lo encontré
Por eso nunca hice el amor
ni siquiera con mi esposo

virgen.. virgen fui
virgen.. hasta el suicidio
de otros
de esos tantos
que regalaron
sus bigotes... o sus ojos
a mi triste colección.

 

 

 

GONZALO POZO



 

Fragmentos humanos

 
 

Soy el disgusto voraz de mis progenitores
la pena moribunda y sinvergüenza de mendigos aislados
soy el hollejo fermentado y rechazado de la vid
condenado a vivir acribillado en la suciedad
soy el temor del borracho
el espanto de la creación

Soy la enfermedad de Cristo
delirio de hediondez y suplicas
soy el que la vida a derramado sin querer
en la cena de los mortales
el cáncer nocturno
que evapora el silencio en sus casas

Soy el reflejo de tu alma
hambrienta y desolada
viviente condena
ansiosa de muerte

La única que me espera con el sepulcro abierto de par en par.