martes, 28 de julio de 2015

MARIO BENEDETTI


 

1
 
 
si en el crepúsculo
el sol era memoria
ya no me acuerdo

 

 

JORGE BOCCANERA


 

Exilio



Un hombre enterrado en las arenas del exilio
donde se hunden sin chistar mujeres rojas y
             tiendas de lentas humaredas,
y una espada se empera y una silla en desuso.

Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece
             una copa de vino, por las llamas del sol
             que lo despedazaron.
Y va a pique la mesa donde alguien escribió
moriré tal vez muy lejos de mi idioma
Y Artaud canta parado en un caballo blanco.

Entonces, ese hombre es polvo de su voz.
 


 

 

HUMBERTO GARZA


 

Marina


Surgías como hada en el silencio
de mi deseo amargo,
tu piel iridiscente semejaba
divina flor de mayo.
Mis ojos perseguían tu mirada
y el rumor de tus labios;
rompía los hechizos de la noche
con amorosos cantos.

La fiesta de las rosas perfumaba
tus adorables manos,
llegaba una brisa de nostalgias
hasta tus ojos claros.
Marina, las cosas te adornaban
como la hierba al campo,
yo buscaba caer en la prisión
de tus lejanos brazos.

Mi voz acompañaba la tiniebla
por entre candelabros
que después el proscenio revelaba
tan sólo eran retablos.
Duele saber, amiga, que las aguas
de ese bullente océano,
han dejado el salitre de tu cuerpo
en mis ardientes labios.

Seremos cual estrellas yuxtapuestas
por un dictado extraño,
hablando de cosas inconcretas
un lenguaje raro.
ú, llenando de magia y transparencia
te universo largo,
o, buscando llegar a tus oídos
n mi ruido de pájaros.

 


 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS




Estrellas invisibles


Hay noches
en que uno descubre
la escalera
la puerta
y la cerradura

pero la habitación
sigue siendo secreta


 

 

ALBERTO GIRRI


 
 

Oír uno su propia sombra


Repeticiones inútiles, verbosidad
en pleonasmos, redundancias,
tautologías,

                   garrulerías en las casas
amadas amando hasta el mirlo
que sobre ellas habla,

                                 ruidos continuados
aislándote, los arrullos
por sentimientos melancólicos
del tiempo otoñal,

                              cantinelas ensalzando
imposibles concordias:
                                           que al agua del pozo
le sea dado invadir la del río,
                                            que la cosecha pasada
y la nueva se unan.

Es mantener abierto el pico,
no puedan las palabras obstruirlo:
                               como leznas
dentro de una bolsa
(acaban por romperla).

Es el anverso
diáfano de la vida suavizando
las áreas hostiles,
                     la de los ojos turbios,
balbuceos lastimeros, orejas calientes,
vértigos de borrachos.

Es tu cotidiano ensayar,
                     mientras no suena la campana,

                                 no se haya ido la arena del reloj,
cómo hacer con discursos de aire
que el mundo de los felices
y el mundo del desdichado
no parezcan distintos.



De "Obra poética IV"

 

 

 

JOSÉ MARÍA VALVERDE


  

La fuente
                           Para Felicidad y Leopoldo, en recuerdo
                                                     de un día en Astorga
                                                               (...En la fosca
                                 penumbra del jardín la fuente late!
                                                                             L.P.


Al entrar, en la noche,
la seca fuente de color de yedra.
La fuente nunca vista, conocida
del país de los versos,
de los viajes sin años por las páginas.
Estaba seca. Sólo,
encima, unas macetas,
cuelgan sus tallos como muertos chorros,
haciéndola recuerdo.
Estaba seca. Sólo
polvo gris en su pila,
triste resto del tiempo.
Estaba seca. Sólo
es un cuenco de ausencia,
que hace al aire suspenso y temeroso,
no se sabe de qué,
como si alguien, de súbito,
se hubiera ido, o dentro hubiera muerto.
Y el niño melancólico de bronce
se olvida, con el paso interrumpido,
mira sin ver, medita...