jueves, 17 de septiembre de 2015

XAVIER VILLAURRUTIA GONZÁLEZ




Nocturno rosa



Yo también hablo de la rosa.
Pero mi rosa no es la rosa fría
Ni la de piel de niño,
Ni la rosa que gira
Tan lentamente que su movimiento
Es una misteriosa forma de la quietud.

No es la rosa sedienta,
Ni la sangrante llaga,
Ni la rosa coronada de espinas,
Ni la rosa de la resurrección.

No es la rosa de pétalos desnudos,
Ni la rosa encerada,
Ni la llama de seda,
Ni tampoco la rosa llamarada.

No es la rosa veleta,
Ni la úlcera secreta,
Ni la rosa puntual que da la hora,
Ni la brújula rosa marinera.

No, no es la rosa rosa
Sino la rosa increada,
La sumergida rosa,
La nocturna,
La rosa inmaterial,
La rosa hueca.

Es la rosa del tacto en las tinieblas,
Es la rosa que avanza enardecida,
La rosa de rosadas uñas,
La rosa yema de los dedos ávidos,
La rosa digital
La rosa ciega.

Es la rosa moldura del oído,
La rosa oreja,
La espiral del ruido,
La rosa concha siempre abandonada
En la más alta espuma de la almohada.

Es la rosa encarnada de la boca,
La rosa que habla despierta
Como si estuviera dormida.
Es la rosa entreabierta
De la que mana sombra,
La rosa entraña
Que se pliega y expande
Evocada, invocada, abocada,
Es la rosa labial,
La rosa herida.

Es la rosa que abre los párpados,
La rosa vigilante, desvelada,
La rosa del insomnio deshojada.

Es la rosa del humo,
La rosa de ceniza,
La negra rosa de carbón diamante
Que silenciosa horada las tinieblas
Y no ocupa lugar en el espacio.


MANUEL MARÍA FLORES




Adiós



Adiós para siempre, mitad de mi vida,
Un alma tan sólo teníamos los dos;
Mas hoy es preciso que esta alma divida
La amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
Que pasa la vida cual pasa la flor?
Cruzamos el mundo como aves de paso...
Mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor?

¿La dicha secreta de dos que se adoran
Enoja a los cielos, y es fuerza sufrir?
¿Tan sólo son gratas las almas que lloran
Al torvo destino?... ¿La ley es morir?...

¿Quién es el destino?... Te arroja a mis brazos,
En mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
Y bárbaro luego me arranca a pedazos
El alma y la vida contigo... ¿por qué?

Adiós... es preciso. No llores... y parte.
La dicha de vernos nos quitan no más;
Pero un solo instante dejar de adorarte,
Hacer que te olvide, ¿lo pueden? ¡Jamás!

Con lazos eternos nos hemos unido;
En vano el destino nos hiere a los dos...
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
No tienen ausencia, no tienen adiós!



GABRIEL ZAID




Danzón transfigurado



Alguna vez,
Alguna vez,
Seremos cuerpo hasta los pies.

¿Dónde está el alma?
Tus mejillas anidan pensativas.
¿Dónde está el alma?
Tus manos ponen atención.
¿Dónde está el alma?
Tus caderas opinan
Y cambian de opinión.
Bárbara, celárent, dárii, feria.
Tus pies hacen discursos de emoción.
Todo tu cuerpo, brisa de inteligencia,
De cuerpo a cuerpo, roza la discusión.

El tiempo rompe en olas venideras
Y nos baña de música.


ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY




Luna creciente



Comienza como sonrisa
que se insinúa.
Como si un gesto
circular,
semi imantado,
atrajera
en un filo decidido
a las luces
dispersas.

Es una promesa,
una incitación,
un deseo.
Una amenza.

El filo de una uña,
rasguño sideral
detrás de la caricia,
y del roce,
primero levísimo
y luego fuerte,
de tus labios
en mi boca.

Por eso
en noches claras
se adivina
la absoluta posesión,
la mordida total,
en tu sonrisa
y en esa delgadísima
línea curva
del cielo.

Es puerta 
que girará,
tal vez,
como cierta sonrisa
por donde se abre tu cuerpo.



CARLOS PELLICER CÁMARA



  
Tema para un nocturno



Cuando hayan salido del reloj todas las hormigas
Y se abra -por fin- la puerta de la soledad,
La muerte
Ya no me encontrará.
Me buscará entre los árboles, enloquecidos
Por el silencio de una cosa tras otra.
No me hallará en la altiplanicie deshilada
Sintiéndola en la fuente de una rosa.

Estoy partiendo el fruto del insomnio
Con la mano acuchillada por el azar.
Y la casa está abierta de tal modo,
Que la muerte ya no me encontrará.

Y ha de buscarme sobre los árboles y entre las nubes,
(¡Fruto y color la voz encenderá!)
Y no puedo esperarla: tengo cita
Con la vida, a las luces de un cantar.

Se oyen pasos -¿muy lejos?- todavía
Hay tiempo de escapar.
Para subir la noche sus luceros,
Un hondo son de sombras cayó sobre la mar.

Ya la sangre contra el corazón se estrella.
Anochece tan claro que me puedo desnudar.
Así, cuando la muerte venga a buscarme,
Mi ropa solamente encontrará.



ROSARIO CASTELLANOS




Presencia



Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
Mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.

Esto que uní alrededor de un ansia,
De un dolor, de un recuerdo,
Desertará buscando el agua, la hoja,
La espora original y aun lo inerte y la piedra.

Este nudo que fui (inextricable
De cóleras, traiciones, esperanzas,
Vislumbres repentinos, abandonos,
Hambres, gritos de miedo y desamparo
Y alegría fulgiendo en las tinieblas
Y palabras y amor y amor y amores)
Lo cortarán los años.

Nadie verá la destrucción. Ninguno
Recogerá la página inconclusa.
Entre el puñado de actos
Dispersos, aventados al azar, no habrá uno
Al que pongan aparte como a perla preciosa.
Y sin embargo, hermano, amante, hijo,
Amigo, antepasado,
No hay soledad, no hay muerte
Aunque yo olvide y aunque yo me acabe.

Hombre, donde tú estás, donde tú vides
Permaneceremos todos.