lunes, 9 de julio de 2012


FRANCISCO HERNÁNDEZ


  


Desnudez


Hojas de acanto te cubren.
Tu desnudez es lo contrario de una flor cerrada.
De entre tus dientes brota una letra emanación de yedra.
De la última semilla que pronuncias.
Nace en silencio un roble de cien años.
Sólo donde pisas vuelve a crecer la hierba.
Solo, donde respiras, vuelve a soplar el aire.
Hojas de acanto te cubren.
Ojos de canto te descubren.

“La Sirena en el Espejo”

ALBERTO BLANCO





La mesa puesta



Reunidos al calor del buen café,
los panes resplandecen con la calma
de las paredes blancas, encendidas,
rebosantes de luz por la ventana.
Ya la paja se extiende entre los pinos,
crece la claridad y forma el cielo,
forma una habitación, forma una jarra
profunda como el ojo del espejo.
Es este mismo mar, el mar de siempre,
llano rectangular de cada cosa,
donde flotan los montes y las nubes
como islas de quietud entre las horas.

“Giros de faros”

CARMEN BOULLOSA





Carta al Lobo



Querido Lobo:
Llego aquí después de cruzar el mar abierto del bosque,
el mar vegetal que habitas,
el abierto de ira en la oscuridad y en la luz que lo cruza a
hurtadillas,
en su densa, inhabitable noche de aullidos que impera
incluso de día o en el silencio,
mar de resmas de hojas
que caen y caen y crecen y brotan, todo al mismo tiempo,
de yerbas entrelazadas,
de mareas de pájaros,
de oleadas de animales ocultos.
Llegué aquí cruzando el puente que une al mundo temeroso
con tu casa,
este lugar inhóspito,
inhóspito porque está la mar de habitado,
habitado como el mar.
En todo hay traición porque todo está vivo...
Por ejemplo, aquello, si desde aquí parece una sombra,
¿hacia dónde caminará cuando despierte?
Como fiera atacará cuando pase junto a él,
cuando furioso conteste al sonido de mis pasos.
Así todo lo que veo.
En todo hay traición
...era el camino, lobo,
la ruta que me lleva a ti...
Escucha mi delgada voz, tan cerca.
Ya estoy aquí.
Escoge de lo que traje
lo que te plazca.
Casi no puedes mirarlo,
insignificante como es,
perdido en la espesura que habitas.
Estoy aquí para ofrecerte mi cuello,
mi frágil cuello de virgen,
un trozo pálido de carne con poco, muy poco que roerle,
tenlo, tenlo.
¡Apresura tu ataque!
¿Te deleitarás con el banquete?
(No puedo, no tengo hacia dónde escapar
y no sé si al clavarme los dientes
me mirarás a los ojos).
Reconociéndome presa
y convencida de que no hay mayor grandeza que la del
cuello de virgen entregándose a ti,
ni mayor bondad que aquella inscrita en tu doloroso,
lento,
interminable
y cruel
amoroso ataque,
cierro esta carta.
Sinceramente tuya,
Carmen.

SERGIO CORDERO






Bitacora del regreso



¿no es el acto que apresa la ironía
obstinado creador de mis recuerdos?


1

¿dónde están las paredes que viví?
remuevo el barro fresco
de las casas antiguas
y descubro
los rasgos de mi padre

2

porque hay días que no puedo perder
en esta ciudad ciega
yo la amo
aquí la luz se da como los frutos
es un sitio cuidado desde el simple poder
de una mirada
mordiéndose los labios

3

pon las manos en la noche más alta de tu pecho
asómate al abismo
la pregunta
confiesa tu rencor por esta tierra
deseas que vaya al sitio donde el sol
ha secado mis pasos
y por eso al tocarte
me acaricio

“Vivir al margen” 

ÁLVARO SOLÍS




Conversión


Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte…
Virgilio Piñera



Una mañana en la mañana
mi cuerpo comenzó a languidecer.
Se volvieron mis huesos quebradizos,
polvo, lodo en el tiempo breve de un instante.
Los huesos de mis manos, de mis brazos,
mis hombros lánguidos sin fuerza para sostenerse
y mis ojos sustrayéndose en sus cuencas.
Cada vez más lejana la tensión del músculo,
la terza rima de las vértebras,
más liquidas mis venas que mi sangre.

Una mañana en la mañana, sencillamente,
fui el río que extravió su cauce.