La
mesa puesta
Reunidos
al calor del buen café,
los
panes resplandecen con la calma
de
las paredes blancas, encendidas,
rebosantes
de luz por la ventana.
Ya
la paja se extiende entre los pinos,
crece
la claridad y forma el cielo,
forma
una habitación, forma una jarra
profunda
como el ojo del espejo.
Es
este mismo mar, el mar de siempre,
llano
rectangular de cada cosa,
donde
flotan los montes y las nubes
como
islas de quietud entre las horas.
“Giros de faros”
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