viernes, 2 de agosto de 2013

VICENTE ALEIXANDRE





Si miro tus ojos...



Si miro tus ojos,
si acerco a tus ojos los míos,
¡oh, cómo leo en ellos retratado todo el pensamiento de mi
                                                                          soledad!
Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los
                                                                             brazos.
Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo,
                                                        secretamente en tu piel
la delicada frontera que de mí te separa.
Piel preciosa, tibia, presentemente dulce, invisiblemente
                                                                             cerrada
que tiene la contextura suave, el color, la entrega de la fina
                                                                       magnolia.
Su mismo perfume, que parece decir: "Tuya soy, heme
                                                 entregada al ser que adoro
como una hoja leve, apenas resistente, toda aroma bajo sus
                                                                   labios frescos".
Pero no. Yo la beso, a tu piel, finísima, sutil, casi irreal bajo el
                                                             rozar de mi boca,
y te siento del otro lado, inasible, imposible, rehusada,
detrás de tu frontera preciosa, de tu mágica piel inviolable,
separada de mí por tu superficie delicada, por tu severa
                                                                        magnolia
cuerpo encerrado débilmente en perfume
que me enloque de distancia y que, envuelto rigurosamente,
como una diosa de mí te aparta, bajo mis labios mortales.
Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi vivir,
piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume,
suave carnación que delicadamente te niega,
mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose,
ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables,
dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega.



ROSARIO CASTELLANOS




Revelación


Lo supe de repente:
hay otro.
Y desde entonces duermo solo a medias
y ya casi no como.

No es posible vivir
con ese rostro
que es el mío verdadero
y que aún no conozco.


TOMÁS SEGOVIA




Contra mi tacto evocador me afano...



Contra mi tacto evocador me afano.
Con los más duros y ásperos pertrechos
he trabajado hasta dejar deshechos
por el hierro los dedos de esta mano.

Los quiero embrutecer, pero es en vano;
en sus fibras más íntimas, maltrechos,
aún guardan la memoria de tus pechos,
su tibia paz, su peso soberano.

Ni violencias ni cóleras impiden
que fieles y calladas a porfía
mis manos sueñen siempre en su querencia,

ni mil heridas lograrán que olviden
que acariciaron largamente un día
la piel del esplendor y su opulencia.


GERARDO DIEGO



  
Insomnio


Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes.  No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura
- cauce fiel de abandono, línea pura -,
tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.



CARLA VALDÉS DEL RÍO




Ero-Fragmentos
(Selección)



Después del hartazgo,
yo y mi pubis
dormimos en la marea de tus columnas.
Allí, furibundas
ensayamos el presidio.
Dentro de ti,
palpito como sangre-lluvia.
En lo hondo,
tu oscuridad persigue como un temblor.



ISABEL FRAIRE




Como un inmenso pétalo de mangolia…



como un inmenso pétalo de mangolia
se despliega la luz de la mañana

no hay casas no hay pájaros
no hay bosques

el mundo
ha quedado vacío
hay solamente luz