miércoles, 6 de noviembre de 2013

WENDY GUERRA


  

Aeropuerto



Quizás sólo vine para decirte adiós
Para justificarme por el París perdido allá tan lejos
No pude entender aquel viaje en que sollocé
por mi propia ausencia todo el tiempo
Vine a lamentar todo lo que faltaría por sentir
cuando me fuera
Aparecí como un pájaro lanzando aletazos contra el vidrio
Así me sostuve defendiéndome del vacío todo el tiempo diciéndote adiós
Hola y adiós en estampida
Apresando el cordón umbilical que nos ligaba con mi sexo
Dejando mi amor como cuentas desperdiciadas por tus ojos
yo sólo vine a despedirme Amenazaba
Sólo vine a mirar cómo yo misma te decía adiós
No pude salir de lo que presentía no supe bajarme sin pasado
Encerrada en la poca longitud del tiempo juntos me perdí
Soy de esa raza que deja de vivir sólo de pensar lo que nos queda
Una muchacha con maletas y boina roja
Una lágrima helada en mi esplendor y mucho miedo
Mírame No tuve tiempo de decirte lo que venía en realidad a decir
Sólo fui la persona que viste entre los pasajeros desgarrada
Diciéndote adiós apresada entre los vidrios y su llanto.


SIGFREDO ARIEL





Adversus avaritiam



No es preciso que acudas a la cita convenida
a la salida de un cine no es preciso
que des tu nombre exacto ni refieras
con veracidad cómo ha sido tu día, cómo es
que tanto tiempo afuera que tanto tiempo ha sido
y sucedido debajo del ciclón
no es preciso vigilar el satélite que mide cada paso
cada proximidad y escucha y examina
cada uno de tus cambiantes juicios sobre literatura
y otros temas de franca trascendencia
que en verdad
sinceramente te tienen sin cuidado
no es preciso sentarte con gente corrompida
en las embajadas a escuchar nuevos relatos
de gente corrompida
aunque pasen por tu rostro
bandejas en forma de nenúfar
con esturión y whisky
no precisas en verdad del opulento taxi
de la yerba artificial de la piscina
precisamente ahora debajo del ciclón
en vísperas de la gran rebaja / es decir
poco antes de ser pasto
comida enlatada de los dioses
y las personas que ahora te rodean
te abandonen o si prefieres
te dejen final y desastrosamente
de la mano de Dios.


ALEX FLEITES




Caída de la casa


Al techo de la casa
le han salido manchas de
/humedad
Si se miran bien, dos rosas
/inconclusas
Aunque también dos rostros,
dos pámpanos marinos
y hasta dos soles negros
sobre nuestro breve cielo
de estar cómodamente
/acongojados
Mañana alguien, diligente,
va a reparar las lozas
que la lluvia cincela,
y cobrará por ello
un precio intolerable
Nada va a quedar
del presagio de las
/floraciones
Olvidaremos, por un tiempo,
el inaplazable comienzo del
derrumbe



FINA GARCÍA MARRUZ





También, gloria al oscuro



Gloria al oscuro, al que no tocó el lado
solar de la batalla, y padeció en la sombra,
al que bregó sin premio cada día,
aquel al que alcanzó sólo
el informe mendaz, aquel que vigilaba
un tesoro incomprendido aún para los propios
hermanos, el que temió a sus solas
–y no por una impura posesión!– el que tembló
a sus solas, él sabe bien por qué.

Bese también su frente
el sol de los combates, compañeros. 



FLOR LOYNAZ





Trenino



Trenino, hijo mío, mi perro:
quisiera tener tu corazón
tanto como quisiera tu cerebro;
un corazón humilde y un cerebro sencillo
que llevar dentro del cuerpo.
Y un cuerpo como el cuerpo tuyo: fuerte,
ágil, rudo a la vez ¡eso yo quiero!
Odio el hablar, que es privilegio triste,
prefiero tu ladrido: es más sincero
y más noble y más claro que la inútil palabra
con que hablo y con que pienso.
La burra de Balaam quedó asombrada
al hablar –y aunque fue sin entenderlo–
con la palabra le brotó una lágrima
que hocico abajo le rodó hasta el suelo.
Trenino, mi perro, mi hijo:
tú eres el mundo todo entero
puesto que eres inocente y fuerte
como el mundo en que creo.
Como el mundo que Adán no hubo manchado
con el pecado y con el sufrimiento.

Para ti –Dios lo sabe– son inútiles
el Infierno y el Cielo.
Por eso cuando mueras es posible
que te tome en sus manos un momento
y quede pensativo… ¡Sin saber
cuál es tu sitio en todo el Universo!

1936


CHARO GUERRA





Ojos del tigre



En su bosque salvaje está brillando el cuenco verde-oscuro
una luz que se expande limitada por puertas y ventanas circulares
que comunican con el mar.

Están acumulándose las lágrimas del tigre
mojando nuestros pies con su flujo constante.
Absorta en la caída,
ya veo cómo avanzan.

Es el tigre, sus ojos, su mirada.
Y voy sintiendo que sus lágrimas
podrían rebosar el universo.

Cierro las puertas de nuestro laberinto.
Condeno las ventanas
y todo orificio que sirva de atalaya.

Sin embargo,
yo bien me perdería en los ojos del tigre,
naufragaría en sus desbordamientos
en esa luz que ha sido su belleza.



Del libro “Luna de los pobres”