jueves, 16 de enero de 2014

AUGUSTO ROA BASTOS



  
Madrigal


De paso cantó el ave,
y en su garganta de cristal el trino
con acorde argentino
tembló un instante y desmayó en el grave
silencio de la tarde que moría.

Como el canto suave
del trovador alado, la armonía
de tu voz vibró sólo un momento;
más en el alma mía
sigue vibrando el eco de su acento.


NILA LÓPEZ


  

Nacer
Sin ningún dato


VI

Percibí los sigilos
de muertos en sus casas
sin conocer
sus ritos y festejos nocturnos,
sin aprender sus rostros
ni sus zapatos siguiéndoles las huellas.




ELVIO ROMERO


  

El beso



Germina un beso puro en nuestro pecho,
un beso que es un poco pan de tierra,
un poco arena y vuelo. 

El beso es una ráfaga, un sereno
fulgor que se arremansa en la morada,
un masculino aliento. 

La única perla que en mi alforja llevo,
la única luz que arrebaté a mi sombra,
su único alumbramiento. 

Es una oscura exhalación, deseo,
un aire tibio que la sangre orea,
un luminoso fuego. 

Es un activo manantial, un suelto
clavel sonoro entre los labios, agua
de cántaro opulento. 

Es una alondra enloquecida, en celo,
delirante y nupcial entre las nubes,
levísimo gorjeo. 

Mujer: hoy dejo este profundo beso,
que ensancha la creación, entre tus faldas,
temblor del firmamento.
Por él su peso alivian mis maderos,
por él subo a los árboles, te busco,
por él te pertenezco. 

Por él la ruta es breve, por él peso
el péndulo de sol que te corona,
pulso un afán de sueño. 

Por él nacerá el hijo, por él veo
que habrán de prolongarse mis raíces,
mis primarios silencios. 

Por él mi propia rectitud defiendo,
por él mi descendencia irá sembrando
sus verdes alimentos. 

Por él bajo a la tierra y la poseo,
por él barajo el alma, un poco arena,
un poco arena y vuelo!


De "De cara al corazón"


HERIB CAMPOS CERVERA




Desvelo de los angeles


Para Lidia y Augusto en
la hora del tránsito
del Hijo.


«Escucharé en la noche tus palabras:
... niño, mi niño...».
Pablo Neruda


I

Sobre albas de maitines los Ángeles caminan.
¿Hacia qué territorios de música y laureles
llevan su paz inmensa y transparente?
¿Junto a qué latitudes de transido desvelo
van con el nardo intacto de su historia?

En espejos de nieve se miran y en perpetuo
sosiego, nos recuerdan.

Pero no duermen nunca:
arañan nuestra sangre llena de amargas heces;
suben por nuestras duras primaveras de sueños,
y en nuestra cal sonámbula y helada,
sollozan...

Y un día están, de nuevo,
con su ceguera triste de raíces
oprimiendo el camino de las llagas.


II

Los Ángeles son nuestros: son nuestras alas rotas;
son las anclas dormidas sobre lechos de herrumbres,
en la raíz penosa de la tierra.

Es nuestra voz de niebla y de distancia:
-esa que no pudimos usar en el instante
de elegir el camino marinero.

Los ojos de los Ángeles no duermen:
están en nuestras órbitas salobres
buscando el necesario reverso de la luz.

Y sus labios sumisamente eligen
las palabras que nombran la morada del sueño.

Sus manos son jazmines sellados de silencio,
junto a una cruz de nieve, eterna y pura.


III

Los Ángeles navegan siempre...
Un necesario acontecer los llama
hacia seguras islas de recuerdo y nostalgia.
Ardientes Rosas de los Vientos crecen
sobre el pecho, librado de mármoles tempranos,
y una remota música de brújulas
les traza itinerarios sobre un atlas de nube,
hacia dolientes rumbos de lunas desoladas.

Están entre archipiélagos de sombras,
reinando sobre imperios de glaciales contornos.

Cruzan la absorta dimensión del aire,
y el alba numerosa que los lleva
se ilumina de pájaros azules.

Los Ángeles, sin rostro y sin memoria,
navegan por los cauces nocturnos de la sangre.

Un cielo azul, invicto y despejado,
cuida su paz de sueños sin fronteras.




DELFINA ACOSTA



Estatua en la plaza verde


Te esperaría. Yo sería, amado,
la primera en llegar hasta la vía,
y la última en volver, con un paraguas,
de la estación del tren que te traería.
Iré hasta el mar como la lluvia, a veces,
y pasaré del mar a la otra cita,
en el muelle del puerto, frente al río.
Seré la gris silueta que tirita.
Inmensamente sola como novia
saldré a buscarte y volveré tardía.
Del balcón a la plaza partiré.
Seré una estatua de melancolía.
Y a la hora puntual de nuestras muertes,
si llegara primera a nuestra cita,
te estaré ya aguardando para darte
mi amor en una blanca margherita.


EDUARDO QUINTANA




Amanecerá



Amanecerá como siempre, desearía
el paisaje tierno con los rayos del Sol
que quieren abrazarnos.

Amanecerá muy temprano, para
que demos gracias a la vida al oír el
sonido, despertador de pajarillos.

Despertaré con ansias, sueños
inalcanzables para que así afirme
que un día, aquellos serán posibles.

Trabajaré sonriendo al mundo,
diciendo suave y gritando, que estoy
aportando mi esencia a este barco grande
de la existencia inaufragable.

Amanecerá con las sombras
molestosas de ayer, mejor

despertar primero, mucho antes del amanecer.