jueves, 15 de enero de 2015

LUIS DE GONGORA


 

De los que censuraron su Polifemo

 

Pisó las calles de Madrid el fiero
monóculo galán de Galatea,
y cual suele tejer bárbara aldea
soga de gozques contra forastero,

rígido un bachiller, otro severo,
(crítica turba al fin, si no pigmea)
su diente afila y su veneno emplea
en el disforme cíclope cabrero.

A pesar del lucero de su frente,
le hacen oscuro, y él en dos razones,
que en dos truenos libró de su Occidente:

«Si quieren», respondió, «los pedantones
luz nueva en hemisferio diferente,
den su memorïal a mis calzones».

 

 

GARCILASO DE LA VEGA

 

XXXVI

 

     Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
mas fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco;

     ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

     Todo me empece, el seso y la locura:
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

     Parecerá a la gente desvarío
preciarme deste mal do me destruyo:
yo lo tengo por única ventura.

SALVADOR NOVO


 

V

 

Mi vida sigue igual, amiga rara:
Despierto hecho una birria, voy al baño
y con productos Rubinstein restaño
la perdida frescura de mi cara.

Me marcho a trabajar. ¡Si trabajara!
El boletín del mes, año tras año…
Luego voy a comer con el extraño
ministro que la suerte me depara.

Doy a veces mi clase consabida;
a mi oficina soñoliento llego;
mi labor oficial quedó cumplida.

Y a las dulzuras del hogar me entrego
cuando ya ¡pi clientela conocida
me almidonó las tripas en San Diego.

 

 

OCTAVIO PAZ

 

Soneto III

 

Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.

El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve hielo.

Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.

Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo del verde cielo adolescente.
tu cuerpo da su enamorada suma.

 

 

ENRIQUE LARRETA


 


El hombre

 

Ser flecha, y ser a un tiempo la mirada
que la sigue en los aires. Intelecto
que se busca en la fuente alucinada
del joven dios efímero y perfecto.

¿Por qué llorar los años; o la nada
de la noche mortal? Causa y efecto,
todo es espíritu. No pierde cada
vida sino el fantasma de su aspecto.

¿Y qué más que ese instante de conciencia?
¿Ver alegre en sus ondas el terror
de las algas; las horas como peces?

¿Qué más que la casual fosforescencia
de aquella chispa azul; y aquel ardor
y aquel pensar y aquel amar, a veces?

 

ISRAEL CLARÁ

 

Baile de arlequines

 

La noche me invitaba a regresarte
con un baile festivo de arlequines,
con la innata bondad de los delfines,
con un temor horrendo de abrumarte.

La noche me obligaba a recobrarte,
y aprendí a descubrirte en los confines
de la tierra que surcan serafines
con la misión secreta de guardarte.

Te han prohibido los dioses que regreses
porque les acompañas en los meses
que lloran el amor de las doncellas.

Porque eres tú el rincón de su alegría
y el sueño que hace hermoso todavía
poder creer en todas sus estrellas.