martes, 11 de agosto de 2015

MANUEL JOSÉ OTHON


 

En tus aras quemé mi último incienso...


En tus aras quemé mi último incienso
y deshojé mis postrimeras rosas.
Do se alzaban los templos de mis diosas
ya sólo queda el arenal inmenso.

Quise entrar en tu alma, y qué descenso,
¡qué andar por entre ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas
me duele el pensamiento cuando pienso!

¡Pasó...! ¿Qué resta ya de tanto y tanto
deliquio? En ti ni la moral dolencia,
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto.

Y en mi ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor en la conciencia,
y qué horrible disgusto de mi mismo!


 

ELSA WIEZELL


 

Canción de la alegría



Cierto.
La infancia es posible.
Transitamos muy solos
en la intacta alegría
pero tenemos piel de ola
con manos de montañas
y vértigo de corolas y raíces.
Atronamos las voces del sueño
y afirmamos cenizas
en el dulce contorno
de este viaje.
Sabemos
que en el mástil
de la penumbra
será húmeda célula
y desierta lágrima
y que un sigiloso gusano
trepará el hueco de las manos.
Pero es eterno el viento,
humo y oxígeno
que nos llena los huesos.
Cierto.
Habrá un canto
que vestirá la niebla ...

 

 

RAFAEL ESPEJO


 

El milagro


Si me pide Panchita
que desintegre el agua para demostrarle
separaría hidrógeno de oxígeno
con unas pinzas.
No en realidad, pero quizás lo hiciese.
Que me lo pida.


De "Nos han dejado solos"


 

 

RENATA DURÁN


 

Mitad pez. Mitad viento...
                                                         "Hay hombres
                                                          mitad pez
                                                       mitad viento"...
                                                        Pablo Neruda



Mitad pez. Mitad viento
soy.
Agua vital,
que quiere ser bebida
sin agotarse nunca.
Agua que busca
humedecer las verdes
soledades ajenas.
Lava roja,
súbitamente gris
al contacto del aire
doloroso.

 

SILVINA OCAMPO


 

Lecciones de la metamorfosis


Nube que miras en lo alto del cielo
mi condición humana y modificas
las formas de tu cuerpo y de tus caras:
si alguna vez he visto deshacerse
tu cuerpo de caballo o de sirena,
tus ojos y tu pelo cruel de Erinia,
tus vírgenes perdidas con un ángel
entre las sombra de una playa inmensa,
el velero que se hunde en la tormenta
o un frágil ciervo entre las rosas de oro
de un antiguo poniente indescifrable;
si alguna vez he visto desmembrarse
un reino donde no gobierna nadie,
un templo en que quedaron misa rodillas
prosternadas al pie de un muro blanco,
tan blanco que hasta el sol pierde su faz,
sabrás que sos mi lecho cuando duermo,
que tus lecciones de metamorfosis
he querido seguir hasta la muerte
entregándote toda mi esperanza.

 


 

ÓSCAR ACOSTA


 

Formas del amor

                                     "Niña invicta,
                      te he visto ya en las onzas españolas"
                                     Medardo Mejía

 

Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel,
tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan,
tu cabellera suave,
tu corazón pequeño.

Oye la campana del día
apagando el luto de la noche
mira la luz que silenciosamente nos cubre,
mira el cielo:
ese jardín sobre tu pecho;
respira el aire quieto
que el ruiseñor anuncia con su lanza,
conduce tu desamor
a un lago sepultado
y háblame con tus labios excelsos.

Llegué a sentir sobre las manos
el agua efímera,
el verano derribando sus torres,
el abismo cerrando sus ventanas,
el fruto abandonado,
el mar abriéndose las venas,
el fuego hundido,
hasta que tú, niña mía,
perfecta virgen repetida,
me entregaste tu rostro.

Veo de cerca la copa
confusa de las aguas,
busco tu claro nombre entre las rosas,
tu dulzura en la esencia de los árboles,
tu vigilia en el beso,
tu olor en los duraznos,
tu luz en el rocío
y me doy cuenta sorprendido
que todo me lo traes, niña mía,
con tu mano sagrada.