miércoles, 6 de julio de 2016


HEBERTO PADILLA



  
Llegada del otoño



De un rumor
creciente y voluptuoso
se llenan para mí los días.
Dispongo de este mundo
exasperado
para mi ocio más largo;
de la noche más cruel,
para el inevitable maleficio.

¡Llegadas
del Otoño, mis asiduas,
mis fieles!
Cuando en la pedregosa mañana
el mundo asume la delicia;
salto, busco los viejos ritos
en el viento; recurro
a madres que me ignoran,
llamo a sus criaturas
temblorosas
y hago lumbre en mi cuarto
gritando a voz en cuello:
¡Ancianos,
para mis ojos es esta flor
remota,
solamente para ellos!


De "El justo tiempo humano" 1962


EDUARDO GARCÍA




Las puertas



Al fondo de mí mismo hay cuatro puertas.
Desciendo por el pozo hacia los hondos
canales que me surcan. Pecho adentro
cruzo la oscuridad a ciegas. Voy
palpando las paredes. Ahora el aire
es más puro. Vislumbro el resplandor:

la puerta del jardín de los deseos,
la puerta del instante prodigioso,
la puerta de la infancia recobrada.

Huele a ausencia de pronto un viento frío.
Siento a mi espalda un hueco impenetrable:
por las hondas rendijas de tinieblas
mana un silencio atroz. Detengo el paso.

Mientras florezcan firmes mis deseos
y me aguarde el instante y el prodigio
y la luz en los patios de la infancia,
no cruzaré el umbral, la cuarta puerta,
no pisaré esa nada imponderable.


De "Horizonte o frontera" 2003


JAVIER SALVAGO




Un vividor retirado habla del deseo



En otro tiempo fue mi huésped,
mi inseparable compañero,
mi camarada. Compartía
conmigo mesa, cama y techo.

Como al hermano que no tuve,
le confiaba mis secretos,
y él me llevaba de la mano
por mundos mágicos y nuevos.

Me descubrió y abrió caminos
en la frontera de los sueños.
Me señaló ocultos tesoros
sobre los mapas de los cuerpos.

Con él, la noche estaba llena
de tentaciones y de vértigos.
Con él, tenía sentido todo:
el paraíso y el infierno.



MICHEL LEIRIS




Lena



Pienso en ti
y tu imagen eleva en torno a mí una tan indestructible fortaleza
que ni el ariete de las nubes
ni la paz blanda de la lluvia
prevalecen
oh mi cisterna de silencio
contra el muro horadado de estrellas en el que me has plantado

Se arrastran los perros y la gente
se abre paso a codazos o lanza gritos
El tiovivo sin música del mundo
gira
Con su aureola de ojos infantiles
juego de sortijas del Paraíso

Sueño contigo
mi ciudadela sin fosos ni puentes levadizos
sin muros sin torres sin piedras ni matacanes
Me duermo bebiendo el vino demasiado denso de tu sombra
que cubre con su arquitectura sin más peso del que cabe en las balanzas
                     de luz y oscuridad
todos los montes y los campos
todas las viñas y países

Antes
se burlaba del buen tiempo mi boca
mientras que mis miradas nada temían tanto
como el ciclón del universo
ignorando si era una bestia
un árbol
un hombre
absurdos vientos me arrastraban
mis brazos batían los aires múltiples
y caía mi destino igual que las manzanas

Pero hoy
oh tú tan pálida
porque tú eres mi cielo y el doble espejo que los muros repite
                   y viene el infinito en mi prisión
escucho el silbo de las nubes
no temo a nada ni a nadie
hablo a las nieves del invierno


Versión de Antonio Martínez Sarrión

JOSÉ MARÍA DE HEREDIA




El estoque



«Calixto Papa» dice sobre la empuñadura.
La tiara y el trasmallo, las llaves y la barca,
en suntuoso relieve que el viejo escudo enmarca,
se unen al Buey heráldico sobre la plancha pura.

En el losange un Fauno de grotesca figura
sonríe entre las hiedras de florida comarca
y el metal es tan claro, si su hoja se enarca,
que el refulgente estoque, mas que hiere, fulgura.

Maese Antonio Pérez forjó para el primero
de los Borgias, un día, este labrado acero
como si presintiera su linaje preclaro.

Y describe a Alejandro y a César esta espada
-con su puño de oro y su hoja bien templada-
mejor que en sus poemas Ariosto y Sannazaro.



Versión de Andrés Holguín

  

JULIO LLAMAZARES





21. Inútil es volver a los lugares olvidados y perdidos...



Inútil es volver a los lugares olvidados y perdidos, a los paisajes
y símbolos sin dueño.

No hay allí ya liturgias milenarias. Ni aceite fermentado en ánforas de barro.

Los ancianos han muerto. Los animales vagan bajo la lluvia negra.

No hay allí sino la lenta elipsis del río de los muertos,

la mansedumbre helada del muérdago cortado, de los paisajes abrasados
por el tiempo.


De "Memoria de la nieve" 1982