domingo, 20 de abril de 2014

MANUEL DEL CABRAL

 


 

¿Qué más quieres de mí? ¿Qué otras cosas mejores?
Padre mío,
lo que me diste en carne te lo devuelvo en flores.

Estas cosas, comprende, ya no puedo callarte.
Yo, como el alfarero con su arcilla en la mano,
lo que me diste en barro te lo devuelvo en arte.
Creo ya, que ves claro, por qué levantar puedo
este lodo animal -espeso de pensar-.
¡Siempre habrá un alfarero con su sueño en los dedos!

Padre mío, ya ves,
el agua que me diste, venía de una oscura
profundidad de vida, pero como los ríos
primeros de la tierra, aquel goterón mío
se me llenó de altura...

Qué más quieres, no pudo
hacerse licenciado mi corazón desnudo.
Era mucho pedirle, padre mío, ¡no sabes
lo grave que es a veces
un hombre que en el pecho le entierran viva un ave!

Quizá, por eso, aquello
que me dieron horrible, preferí darlo bello.
Diáfano para el trino; para negocios, bruto,
este es el fruto:
con un poco de ti, y un poco del destino
que me puso en la mano
lo divino
con lo humano,
todo lo que en la carne hay de oscuro y perverso
te lo devuelvo en verso.

Qué más quiero, ¿mi herencia? Para qué, padre mío.
Por mi herida de hombre sale un niño cantando.
¡Lo que la tierra piensa, se hace voz en el río!

 

 

FEDERICO BERMÚDEZ Y ORTEGA

 

 


 

Para Valentín Giró, Poeta

 

El Sol, ya a fin de la jornada,
desde occidente vigila
como una enorme pupila
de roja sangre inyectada.

Amplia mar, ensangrentada,
grave, imponente y tranquila,
finge la luz que vacua
en la celeste morada.

Con dulce melancolía,
la tarde doliente y fría,
va cerrando el áureo broche.

Mientras grave y lentamente
va conduciendo a Occidente
su catafalco la noche.

 

 

 

JUAN ANTONIO ALIX


  



 
Que fué a una fiesta en contra del
gusto de su padre
A mi amigo el Gral. Pedro M.
Espaillat. Santo Domingo.
 
Hoy también contar me toca
Otro caso parecido,
Al del hijo maldecido
En un campo allá de Moca.
Que por una cosa poca
O es decir, por un pollito,
Ese muchacho maldito
A su madre maltrató,
Y el diablo se lo llevó
Al infierno derechito.


Pues en Jacagua ha pasado
Otro caso cuasi igual,
Que lo contaré tal cual
Como a mí me lo han contado.
“Un padre de familia honrado
A un hijo le aconsejó
Y mucho le suplicó
Que no fuera a una fiesta,
Que esa noche había propuesta
En qué parte no sé yo”

Y el hijo sin más espera
Al padre así le contesta:
“Pues sí voy a la fiesta
Aunque el demonio no quiera,
Me voy de cualquier manera
Sin que nadie me sujete,
Y el primero que se mete
En privarme de mi gusto,
Cuatro balazos le ajusto
Como cinco y dos son siete”.

Otra vez le dijo el padre:
“Tú no vayas a la fiesta
Que en tu cama hago una apuesta
Que no hay perro que te ladre.
—Por la salud de mi madre
A esa fiesta sí que voy,
Porque listo ya lo estoy
Y el que me salga al encuentro
Del pecho en el mismo centro
Cuatro balazos le doy”.

El padre quedó abismado
Contemplando largo rato,
Aquel hijo tan ingrato
Desobediente y malcriado.
Y al fin, le dijo indignado:
“Hijo mío, jamás te hablo;
Pero yo espero en San Pablo
Y en el gran Poder Divino,
Que al marcharte, en el camino,
Ojalá te lleve el diablo”.

El hijo sin atender
A más nada se marchó,
Y al festín se dirigió
Lleno de gusto y placer;
Pero pronto pudo ver
Que salía de una emboscada
Un hombre de grande alzada
Con dos cuernos en la frente,
Y los ojos puramente
De fuego una llamarada.

El joven así que vió
Aquella infernal figura,
Con muy notable bravura
Al momento se cuadró
Y el revólver lo sacó,
Sin andar con pareceres;
Y al hombre dijo: ¡quién eres!
Si en el mundo andas penando,
De parte de Dios te mando
Que me digas lo que quieres”.

“Cállate esa boca, perro:
El fantasma contestó,
Que a arreglarte vengo yo
Con estas uñas de hierro.
Yo soy el diablo que encierro
A todo el que no me cuadre,
Y al perro que a mí me ladre
Como tú, que así me gruñas,
Le enseño con estas uñas
A respetar a su padre”.

De una vez entró con él
El demonio y lo tumbó,
Y las uñas le clavó
Con una fiereza cruel;
Que si no es por San Miguel
Que de encima se lo quita
De virtud con su varita,
El joven ya estuviera
Junto con aquella fiera
Que maltrató a su mamita.

El hijo, de tal manera
Llegó a su casa estropeado,
Con todo el cuerpo aruñado
Y la camisa por fuera,
Gritando al padre le abriera
La puerta sin dilación,
Para pedirle perdón,
Y el padre así que lo vió
Hincado, lo perdonó
Y le echó la bendición.

Viva la paz! Viva la unión! Y abajo
los cogedores de mangos bajitos!AlIé.
AlIé, a buscar qué hacer, y dejen al
País tranquilo.


 

Santiago, 6 de Octubre

 

 

MIGUEL ANTONIO JIMÉNEZ


 
 


 

“La noche exacta que precede a la última”.

AimeCesaire

“Pues hoy derrama noche el sentimiento”.

Quevedo

 
 

El mar está en los ojos de la noche
rumor disuelto de la nada en música
subiendo en la canción al fondo de los sueños
la mirada te moja tu íntima dulzura
en el agua escribe tu origen el crepúsculo
transparente sonido de una forma la luna
instante de eternidad luz de los días
se desparrama en su desmesura
y un pájaro invisible pica el placer de Dios
inmenso seno de las revelaciones
hondo rincón donde el hueso germina
de nubes el vacío abre los labios
luz de carne atada a los rayos del alma
toda alma es un lamento un fin un gozo
el arte está en la melancolía de la noche
pausa donde la novela crea la magia
resbalándose como imagen de hielo
donde imaginas y sueñas y perdonas
el dibujo que te hago en el pecho
para borrarlo consumiéndote hasta el alba
y te elevas rosada como piel de harina
desmoronándote en el goce
donde sube la noche sus niveles de sal
y el deseo te nace como piedra bronceada
noche de mil y una en el trigo que nace de tu noche
punto donde el espíritu y la piel la guerra hacen
entre tu sed y el cuerpo transcurre una agua curva
que vibra extinguiéndose
en el ojo del tigre donde el amor se raya
y se miran pintando los labios que posees
torbellino enroscado en el azar
ladridos de sombra transmiten el sonido
de la vida en un tenso cordón de claridades
y recorriéndole como esperanza nómada
un animal en fuga que estudia la sombra
como suerte crecida que viaja en el río
simple como la culpa y el presagio
lentamente en el fondo peces negros sueñan
relinchos destilados de sus mitos
tan larga la noche que el diamante estalla y se borra
creciendo con la noche de si mismo
noche ciega nacida a flor del alba
donde escuchan los siglos el tacto de la nada
sentimos la palabra perderse en nosotros
y trascender con la noche en el poema
devorada perla que circula en la sangre
una noche podada de otra noche
una sed vencida en otra sed
de lo eterno el punto cero imagina
un verano de Shakespeare una línea de Borges
porque los acaricias con sus llamas la noche
un ave que se quema es la luz inflamada
y en lengua nuestra canta el viento tu forma
al hollarme sigo siendo oscuridad
porque la noche no es alta sino hondo
tierra en que la rosa arde
oyendo en tu temblor de aves
un mundo alterado en tu desnudo
triste luz donde el sexo te muerde la palabra
como un breve disparo que se llena de alas
hiriendo de vuelo los minutos vacíos
limite del gemido parecido a mi boca
donde ondulan del ansia los sonidos
prudencia que diluye círculos de formas
un murmullo tenso y tibio donde la sed se hilvana
la noche lunar donde hormigueo el beso
donde el libro aletea capítulos de agua
hondísimo el pez en el contacto fluye
hélice revelada en que giras tú
verbo donde arde tu desnudo impetuoso
vibrando como raíz mineral o gusto líquido
mi fuego incinera la noche amándola hasta el polvo
universo pensado que se cae de sus bordes
hondura en viaje donde la magia se suicida
en azabaches
como lo estampó Byron para amar se hizo la noche
lienzo en el tiempo de un resplandor de nada
hacia adentro teje la araña los ojos de la noche
que en la ausencia nos miran
hueco frío que sueña en su lecho de voces
en tu mirada cómplice desde esos lagos negros
sueño de muerte donde la luz se funde con tus besos
la chispa crea la llama hace la hoguera
fuego trágico fértil decisivo
en el cráneo del tiempo donde danza la vida
en el deseo que imanta la pasión de la huida
pulmón asimilado por el vuelo
agujero de hojas como voces izadas
liquen de noche en el color de los jardines
hueca la rama imanta el vacío
y a sí misma la noche se sucede
paralela como todas las noches
ésta obedece al clima de tu aire
como una ficción que nos integra al cosmos
inédita en su negro la noche nada en su estilo
toda alma es un lamento un fin un gozo
nos va incluyendo en el portal de ser
la humilde abreviatura del amor
y alzas la vista y escudriñas y lees
la jornada imaginaria que termina en mis labios
la noche nivel donde la luz se alía a la forma
suma donde te vivo y te maduro como tierra que sube
y tus colinas ondulan la música del aire
girando en tus pezones como soplo de noche
esos panales tiernos que saboreo en efusión de vida
donde el cuerpo goza del alma
y en su sustancia espesa uvas negras germinan
encendida en la sobra que la noche resume
sólo tu madrugada ha visto sueños de colores no vistos
el fantasma de fiebre de tu cuerpo llovido
con esa lentitud de las horas quemadas
donde gotea la noche en su íntimo rocío
imantando la piel como época lejana
la emoción mata la noche en la frialdad del ruido
puntualiza el olvido las formas del recuerdo
el silencio se mece en el salto del agua
y una sola es la noche del deleite
y uno solo y eterno es el poema.

 

PEDRO MIR


 


 


 

 

Santo Domingo, febrero de 1962
 (de las agencias cablegráficas internacionales):
"Mil quinientos, marinos del portaviones Intrepid
desembarcaron aquí en viaje de descanso y esparcimiento".

 

Yo sé que eres un triunfo de formidable acero.

Yo sé que tus marinos son muchos abejorros
blancos de nudoso pañuelo,

yo sé que por la línea que ronda tu cintura
de hierro vaga una lengua azul
que lame y acaricia tus entrañas de fuego,


yo sé que por las ondas que muerden tus dos hélices
huyen despavoridos los tiburones y los celentéreos,

yo sé que cuando suenan tus públicos cañones
huyen como palomas o gallaretas los archipiélagos;

yo sé que eres un portaviones todopoderoso,

yo sé que tú defiendes un formidable imperio
que se reclina bajo tus hombros,
que en ti se apoya y extiende su comercio,

yo sé que eres un portaviones todopoderoso,
un dios marino que vomita fuego
y hunde de un solo soplo las pequeñas Antillas
como todo un poderoso portaviones Intrépido.

Pero tú has ido a la pequeña rada de Santo Domingo,
pero tú has ido a 1a dulce bahía de Santo Domingo
ligeramente agitada por ondas subterráneas
en los alrededores de este mes de febrero,

pero tú has ida a la dulce bahía de Santo Domingo
con todos tus marinos de nudoso pañuelo,
pero tú has ida a las pequeñas aguas de Santo Domingo
solamente por miedo,
solamente por miedo.

A estas aguas pacificas y elásticas,
solamente por miedo.

¡Quién pudiera decirlo de tus bronces,
portaviones Intrépido!
Tú tan llena de potencias interiores,
tú tan lleno de bruscas erupciones
y movimientos sísmicos
y huracanes de roca derretida
y tanto fuego,
capaz de aniquilar a todas las Antillas
can un sólo resuello,
surto en la enternecida rada de Santo Domingo
solamente por miedo,
con todos tus cañones desplazados
solamente por miedo,
bien ceñido el feroz cinturón acorazado
solamente por miedo.

¿Será parque la carabela capitana,
aquella Santa María, hace ya mucho tiempo,
vino a amarrar indígenas después de descubiertos
y fue en los farallones y las rocas
convertida en cadáver marinero?

¿Será porque el furioso buque insignia
acorazado de Memphis, no hace aún mucho tiempo,
vino con sus cuatro chimeneas
a contener al pueblo
y fue en los farallones y las rocas
convertido en cadáver marinero?

No, portaviones Intrépido,
eres demasiada triunfo
de la alianza del bronce y el acero
para huir de farallones y de rocas,
de la espuma y del viento,

a ti te aterrorizan otras fuerzas
más anchas que el imperio
que apenas se cobija en tu coraza
como los celentéreos,
ponen en peligro tu sendero
y espantan tu comercio,

a ti te aterrorizan estos hombres,
fieros y subterráneos,
de pronto crecen, se dan la mano
por todos los países,
rompen gobiernos como si fueran viejas
cartas marcadas o portaviones viejos,
suben y destruyen las mentiras
de todos los imperios,
de todas las agencias cablegráficas,
todos los consorcios extranjeros,
todos los cañones y los buques
soberbios, de todos los aviones
de los portaviones,
las aviadores y los marineros,
las embajadas y los consulados,
de todos los Estados y sus Departamentos,
sus Congresos y sus Conferencias,
su diplomacia y sus testaferros.

A ti te atemorizan esas ganas
de morirse que tienen estos pueblos,
porque van muchos años, muchas elecciones,
muchos millones y muchos prisioneros
y muchas jornadas de sudor no pagado
y demasiado silencio,
y con esto no pueden tus cañones de bronce,
tu coraza de acero,
y con esto no pueden tus mentiras de plomo,
tus entrañas de fuego,

porque van muchos años, mucha sangre
mezclada con sudores y atropellos,
mucha mutilación y mucha infamia
y demasiado ejército,
y con esto 'no pueden los rugidos
de tus calderas, ni tus motores aéreos
ni tus grúas eléctricas y pavorosas
ni tus toneladas de desplazamiento.

¡Oh, portaviones Intrépido!
tú en estas tórridas aguas de Santo Domingo
solamente por miedo.

Recoge, prodigiosa milagro de la orilla,
tus dos anclas de hierro
y vete envuelto en pertinentes suavidades
y secretos,

vete al favor del diluido viento,
que hay pasiones y oscuros huracanes
en todo el archipiélago de las Antillas,
y no vuelvas, antes que el incendio
de todas las mujeres y los hombres
de todos los pueblos
alcancen lo que alcanzan en el mundo

ellos, solamente por cólera infinita

y tú, solamente por miedo.

 

AURORA ARIAS


 


Rumbo de tintero

 
 

Tarde que hunde su paisaje creciente.
Resuelve andar la esencia. Resuelve dar su olor al
aguacero. Ya no me quedan barajas en mangas de
camisa. Dicto el momento, lo aligero, doy otra
boya a la tristeza. No me busquen más en aquel sitio.
No estoy tampoco en ningún otro. De sábanas y dudas
muere mi testamento. Lleno de sombreros rutilantes.
En tanto, techo la vieja casa de lunas y papeles.
Soy mi propio margen de felicidad. Ropero, cacerola,
noviembre delgadea. Rumbo de tintero para el nuevo
status de mi vientre.