domingo, 13 de marzo de 2016


ANA ISTARÚ




Como tantos otros que transitan



Como tantos otros que transitan
tiene la pena humilde
y en las sienes
un tanto así de la amargura ajena,
el casto trébol,
perdidamente la aureola del tabaco,
las pocas letras con qué acuñar
mi nombre.
Cedro en sus brazos me carga el horizonte.
Tiene montes perdidos en los brazos.
Un puñado de mar que lo ha nutrido
le puso a andar de golpe
un barco lleno.
El corazón así encumbró su vuelo.
Un puñado de mar. Me dio la sed
para cegar mi hastío
y los decenios de la pasión;
caracolillos rezumantes
me abordan los tobillos.
Tiene el trigo la clara esencia.
Se parte en partes equiláteras,
perfectas
y se ofrece. Es el aniversario del júbilo.
Me tiembla en cada médula,
me asalta poniendo un niño
azul
tras sus dos ojos.
Trajo del oso el gesto, el entrecejo.
Es generoso y rojo. Tiñe el día
de melancolía
a veces.
De cuajo en cuarzo estalla
y tiñe el día.
Como ninguno
entre tantos que transitan
un aire herrado en oro,
un brote alado,
el polen de la vida en sus corolas
puso a mi piel.
Como ninguno entre tantos que transitan.



EUGENIO DE NORA




Canción sin destino



Tú, nunca encontrado,
sólo a quien busqué.
¿Siempre he de seguirte
sin llegarte a ver?

Amor prometido
en rosa y en luna,
en toda belleza
que quede o que huya...

Tú que me naciste.
y el amor nació;
unidad completa,
soledad, amor.

¡Amor sin amada!
¡Fantasma de fe,
nostalgia, recuerdo
que nunca miré!

¿No eres tú quien mueve
la buena pelea,
tú, a quien se va siempre,
y nunca se llega?

Si eres en mi alma
flor de eternidad,
¡florécete y huye,
no me des la paz!

Pero, no: en el mundo
me naciste un día;
pues en ti soy hombre,
déjame que viva.

Estoy: una vida
es la eternidad.
Jamás tendré otra,
te quiero alcanzar.

¡Sí, quiero alcanzarte,
y tenerte, sí;
vivir un destino,
vivir y vivir!

¡Yo quiero tus ojos,
tu voz y tu boca,
y tu alma y tu carne
toda, toda, toda!

¡Oh, amor prometido
que nunca he de ver;
si eres como un sueño,
bella debes ser!



HUMBERTO JARRIN




Destinatario perdido



Va el muerto solo por las calles,
cómo informarle sin que se intimide
cómo decirle sin que se espante
que las paredes ya no son paredes
que los frentes de las casas no son lo que parecen,
y que los aleros no prometen ya ningún alivio
a quien expira sin aliento,
que bajo la luz de los faroles
la sombra que siempre tuvo
ya no tiene quién la arrastre
y que si cruza una ventana
no se podrá ver en sus cristales,
cómo decirle que a las puertas
les han cambiado de dirección
que no hay placas ni números
donde puedan arrimarse los correos,
que lleva en los bolsillos monedas falsas
y una cédula ya sin trámites,
que si nadie lo saluda
deje de suponer una componenda
o que todo mundo se volvió contra él,
que la simple verdad que busca
golpeándose como mosca entre los vidrios
chocándose contra un poste porque sí,
topándose contra cosas
que nunca antes estuvieron allí,
ha sido suspendida, dada de baja,
que no espere que alguien le confirme
su tragedia personal
que ante los demás es un suceso baladí
que no vale la pena,
como tampoco vale la pena
que ande como un alma en pena
por un sitio y un lugar
donde ya no hay nada por hacer
y del que tiene que partir.
  

De: Brevario de amor oscuro.





CONSTANTINO KAVAFIS



  
Días de 1901



Esto era lo que había de excepcional en él:
a pesar de su vida disoluta,
de su larga experiencia del deseo
y de la habitual correspondencia
con que en él se mostraban la actitud y la edad,
había insólitos momentos,
ciertamente muy raros, en que daba
la impresión de una carne casi intacta.

La belleza de sus veintinueve años,
que tanto en el placer fuera probada,
recordaba de pronto paradójica
la de un adolescente que con cierta torpeza
por vez primera su intocado cuerpo abandona al amor.
Versión de José Ángel Valente


OMAR SANTOS




Si la fragilidad



Sólo basta la noche para ya no
insistir en la escapatoria.
Sólo basta la noche, los desengaños
de la casa para que tenga más carne
más soplo la renuncia.
Sólo basta la noche, la casa
y este absurdo reclamo
para que entonces, despierte, avasalle,
demuestre sus prodigios
la fragilidad.


VICENTE GERBASI




Escritos en la piedra



En el valle que rodean montañas de la infancia
encontramos escritos en la piedra,
serpientes cinceladas, astros,
en un verano de negras termiteras.
En el silencio del tiempo vuelan los gavilanes,
cantan cigarras de tristeza
como en una apartada tarde de domingo.
Con el verano se desnudan los árboles,
se seca la tierra con sus calabazas.
Pero volverán las lluvias
y de nuevo nacerán las hojas
y los pequeños grillos de las praderas
bajo el soplo de una misteriosa nostalgia del mundo.

Y así para siempre
en torno a estos escritos en la piedra,
que recuerdan una raza antigua
y tal vez hablan de Dios.