lunes, 25 de julio de 2016


JUAN LOZANO Y LOZANO




La entrega



Llegará para ti la suspirada
derrota, y una tarde florecida
la pasión morderá la pulpa henchida
de tus senos, como una llamarada.

Un velo cruzará por tu mirada
y sin memoria, contra mí ceñida,
sentirás el misterio de la vida
revelarse en tu carne desgonzada.

Ya vuelta al mundo me dirás: ¿Qué has hecho?
Restregarás los ojos, sobre el pecho
reanimarás tu deshojada rosa;

y, para más inenarrable encanto,
habrá un amago de temblor de llanto
en tu voz, casi, casi silenciosa.



ORIETTA LOZANO

  

 
Palabras



Fui lenta, vaporosa,
alegre espectadora
de un noctámbulo teatro
a mirar risueñamente
a la cantante calva
cuyos cabellos había dejado
suspendidos
en la intimidad del tiempo.


MARÍA ELVIRA LACACI

  


La voz



Aquella tarde me dolía el cuerpo.
Era un dolor vulgar
de materia imperfecta que se quiebra.
Aquella gente extraña
con quienes compartía diariamente
el techo, el pan y el agua -claro que les pagaba-,
indiferentemente me observaban.
Y lo sabían, sí, moscardones horribles,
enlutados por alguien que ni habían amado.
Con un zumbido hiriente
bajo sus tan peludas y viscosas alas.
Con ese tornasol que da la envidia
cuando orea las almas.
Con sus antenas rígidas, sin vibración posible,
viviendo para sí.
Con la brutalidad de las piedras intactas. Sin un hoyuelo leve
para mi dolor grave.
                                           Ya en la mesa
sentí avanzar el llanto
impetuosamente desde el corazón.
Era la humillación que se acercaba. No debía de ser.
Sacudí fieramente mi cabeza, la eché atrás erguida
y me puse a comer -¿comer?-, sólo sé que tragaba,
pero no sé si carne, si pescado, si llanto.
Salí de aquella casa maldiciendo. Bueno,
maldecir no sabía, pero dije con furia:
"Yo bailaré una rumba en vuestro vientre
cuando el dolor os nazca con la vida."
-No te asustes, Señor, nunca lo haría;
este pequeño corazón es bobo-.

Con ansiedad de corza perseguida,
asustada y herida, dando saltos y huyendo
me refugié en el hueco de unos brazos.
Buscaba una palabra, una pregunta tierna que cubriera
aquella desnudez que me asolaba.
Pero tampoco allí logré encontrarla. En aquellas arterias
el deseo giraba
vertiginosamente, y no era mi dolor lo que apresaban.
Huí, huí de nuevo. Aquello era peor. Allí yo amaba.
Con mi doble dolor a las espaldas -ahora,
me dolía ya el alma-,
penetré en una iglesia. Dios estaba allí.
Como si lo ignorase
le fui contando quedamente todo.
Él se quedó callado, mudamente callado. Sí, sí, y me había escuchado,
lo sabía, pero nada me dijo.
Nada me preguntó tampoco Él. Su silencio
aumentó mi tormento. Salí a la calle
con un vestido nuevo
de confusión, de niebla, pero a la vez rasgado.
Se veían mis muslos. Contraídos, con sus tendones rígidos,
porque mis pies, por vez primera, sí,
querían pisar fuerte, desgarrar el asfalto
y herirlo, herirlo tanto
cuanto que a mí él me hería
tenazmente.

Las bocinas, los guardias, aquella gente que me avasallaba
para pasar delante -como si hubiera premio
al final de la acera-,
era tremendo y duro.
De pronto,
sentí una voz suave
que reconocí:
"Qué tienes, hija, qué te pasa, dime. "
Madre, dije bajito, y me quedé pegada
al ceniciento asfalto
que mis suelas
venían machacando con ahínco.

Las estridentes voces de un taxista -que tuvo que frenar
para no atropellarme-, me hicieron despertar.
Estaba tan contenta, que hasta le sonreí,
olvidando de pronto sus feroces insultos.
No quise ya esperar el ascensor para tomar el "Metro".
Bajé las escaleras
saltando igual que un niño, de tres en tres. Silbando
una canción ligera, y por la noche
aquellos moscardones enlutados
me parecieron ya casi palomas.


De: "Humana voz"



JULIO LLAMAZARES




9. De nuevo llega el mes de las avellanas y el silencio...



De nuevo llega el mes de las avellanas y
el silencio.

Otra vez se alargan las sombras de las torres
la plenitud azul del huerto familiar.

Y en la noche se escucha el grito desolado
de las frutas silvestres.

Sé muy bien que éste es el mes de
la desesperanza.

Sé muy bien que, tras los mimbres lánguidos
del río, acecha un animal de nieve.

Pero era en este mes cuando buscábamos orégano
y genciana, flores moradas para aliviar
las piernas abrasadas de las madres.

Y recibo el recuerdo como una lenta lluvia
de avellanas y silencio.


De "Memoria de la nieve" 1982

LUIS FELIPE VIVANCO



  
Confidencia

                                               «Añicos de corazón por tierra gritando:
                                                                    recogednos, ya es hora»
                                                                                      Juan Larrea




La tristeza con que te amo tiene un ritmo que no construye lo que te dosifica
      e inmuniza sobre sueños de hamaca

Perpleja como esquina peligrosa y como si esperara temiera adivinara y
      empezara otra vez a suspirar cuando ya no es hora

El caso es que no tengo ni la menor sospecha de evasión  a tu  costa por los
alrededores y pasillos asiduos de una herida prohibida
El caso es que suspiro de no poder abrir la senda y el color del precipicio
      la maleza de tu voz                y desmayo de un párpado atractivo

Silencio los achaques de mi experiencia nueva desde el profundo malestar
      de un hado que no tiene ya fuerzas para triunfar contigo plenamente

La tristeza con que te amo no se escapa a la noche y su estirón de altura
      no duerme en tus rodillas plegadas junto al fuego

Tendría que ahuyentar las dudas atmosféricas y echar mano de ti para mi
      agregación al cuarzo y otras límpidas sonrisas minerales

Tendría que agotar la conjetura frágil que espía el nacimiento de tus ojos
      y tus labios cantando de oreja transparente y piedrecillas sueltas

El caso es que te amo sin memoria pero con ave-fénix de tus piernas desnudas
      que afirman su juventud curiosa y estudiante a cada salto

Tu futuro amueblado con ternura de amante y vocación de idilio de Rut la Moabita
      se aleja entre pisadas y resaca fatal de mis lecturas rusas

Pero tu aguja enhebra el helio y el hidrógeno de una estrella naciente donde aprende
      a ocupar su lugar en el verso la tristeza con que te amo



De: "Prosas propicias"

ELSA LÓPEZ




Aquí la luz se abre…



Aquí la luz se abre, se extiende al interior,
penetra por las bóvedas y alcanza,
como una tromba dulce, los árboles del patio.
Aquí la lluvia nace, aumenta y se desploma.
Se inclina en las barandas, recorre las paredes,
los arcos rebajados, las columnas de arista.
Aquí crece la vida, florece el árbol mágico.
Mariposas de cartón anidan en el arco,
azul y transparente, del viejo lucernario.
Revolotean el sueño de los hombres que habitan
detrás de cada puerta.
Se posan en sus libros de cuentas infinitas,
y se mueren -de cristal- detrás de los montantes
que dan al paraíso.

  

De: "La casa Cabrera"1989: