sábado, 3 de junio de 2017



MARCELO DANIEL FERRER




Docilidad y rebeldía



"El destino tiene dos maneras de herirnos:
Negándose a nuestros deseos... o cumpliendo los de él.
Sin embargo, podemos rehusar a aceptarlo tal y como se nos presenta".

Desde aquellos primeros días de la razón,
He sido un espectador de la vida.
A veces mirando al mundo girar
Desde mi dócil pesadumbre pueblerina...
Tantas otras,
Observándolo desde el lugar reservado a las águilas;
Elocuente, transgresor, actor
O simplemente un sensible soñador...

Sin embargo,
Cuando vuelvo al pasado trayendo recuerdos a mi mente vaga,
Sólo llegan hasta ella los momentos de audacia,
Con algún esfuerzo logro capturar la chatura rutinaria.

Con todo, de cada cosa aprendí algo
Todo conspiró, vista, razón y omisión.

Me modelaron del sutil modo
Que tienen los artistas desde sus dones,
O a golpes de chocar con las formas
Con que los paradigmas modelan las razones.

Del modo en que viví,
Del modo en que siga viviendo
Y del modo en que algún día muera,
Seguiré pensando que ese es el sentido de mi vida,
A veces la docilidad, a veces la rebeldía.

Pero si por los errores y aciertos cometidos,
Pudiera llevarme al más allá un trozo de acá,
El amor y el odio me llevaría,
Porque ambos, como la docilidad y la rebeldía,
Serán mis extremos en vida.

En ese viaje final pondría...
De un lado a la persona que hice feliz
Hasta los huesos con mi hidalguía.
Del otro,
A quien mortifiqué en lo profundo del alma
Con mi cobardía.



RAMÓN VALDEZ






Tú puedes olvidar y los recuerdos
Se pegan a mi piel como un castigo.
Tú puedes olvidar, yo sólo vivo
Añorando el querer que se ha perdido.
Tú puedes olvidar y a cada noche
Mil vueltas yo le doy buscando olvido.
Tú puedes olvidar, cómo quisiera
Olvidar como tú, sin un suspiro.


VICENTE HUIDOBRO




La gran palabra



La gran palabra
Lázaro ¿la has olvidado?
El mar dobla su vida
Año de gloria las águilas dominan sin impaciencia
La enorme mano escribe
El mundo tiene aún su pequeña esperanza
Hospital que renace de sus cenizas cada día
La palabra olvidada te dejó olvidada
Ven a mi pecho a tomar armonía

Murmullo del vacío
Tu cabeza redobla y llena el cielo

Alfabeto perdido por los siglos
Sobre las montañas y los campos

La paz que viene como una carta
Especial para la esfinge

Los que bajan la escalera de la muerte
Y los que van en compañía de sus estatuas
Por los caminos sin historia
Oh cuántos laberintos venidos a menos
En los mundos de ayer a causa de sus monstruos.


MALENA DE MILI




Guante



Duele. Duele.
Rozo tu mejilla como si marcara la línea
por donde te fuera a cortar,
y de inmediato cae una lágrima.
Entre tu piel y yo
la tela infinita de mi guante.
La lluvia canta un eco blanco y catedral
reverberando adiós.
Tanto impúdico recato en el dolor.
Y yo me doy vuelta
y camino. Me voy de ti.



EDUARDO CARRANZA




Alhambra
A Luis Rosales



Fue cuando el alma apareció en columnas.
Fue cuando el aire se agrupó en ventanas.
Y la luz en techumbre que sostienen
muros de amor.

Fue cuando la gacela sideral
llegó sedienta al agua inextingible.
Y halló, por fin, donde poner los ojos
la poesía.

Cuando una mano dibujó el ensueño
y lo perdidamente femenino.
Cuando la luna se olvidó en el día
de primavera.

Cuando el espacio se asomó a su reino
y volaba la recta tras la curva,
y la curva se abría como un ángel
quieto y volando.

Cuando el jardín soñó su desenlace
mientras cantaba un pájaro y cantaba
al extremo del mundo en que vivimos.
Cuando la luna.

Cuando lo aéreo, cuando lo ligero.
Cuando el jazmín subió a sus miradores
y el amor a sus torres espirales
y el azahar.

Cuando la música se hizo visible.
Cuando fue el tiempo de ver el aroma.
Y amaneció el delirio en geometría
transfigurado.

Cuando la reina, cuando los suspiros.
Y cuando tuvo el cielo azul un patio
para morar y con el vino rojo
y las palomas.

Fue cuando un cuento se quedó dormido.
Cuando la música entornó los párpados.
Cuando la juventud, cuando la noche,
¡oh, cuando el agua!...



YANNIS RITSOS





Primavera



Un muro de cristal. Tres muchachas desnudas
sentadas detrás. Un hombre
sube la escalera. Sus plantas desnudas
aparecen rítmicamente una después de la otra,
con tierra roja. Pronto
la silenciosa, casi ciega luminosidad, cubre
todo el jardín y se escucha
el muro de cristal que se rompe verticalmente,
cortado por un diamante grande, secreto, invisible.


De: “Testimonios B”