sábado, 3 de junio de 2017

EDUARDO CARRANZA




Alhambra
A Luis Rosales



Fue cuando el alma apareció en columnas.
Fue cuando el aire se agrupó en ventanas.
Y la luz en techumbre que sostienen
muros de amor.

Fue cuando la gacela sideral
llegó sedienta al agua inextingible.
Y halló, por fin, donde poner los ojos
la poesía.

Cuando una mano dibujó el ensueño
y lo perdidamente femenino.
Cuando la luna se olvidó en el día
de primavera.

Cuando el espacio se asomó a su reino
y volaba la recta tras la curva,
y la curva se abría como un ángel
quieto y volando.

Cuando el jardín soñó su desenlace
mientras cantaba un pájaro y cantaba
al extremo del mundo en que vivimos.
Cuando la luna.

Cuando lo aéreo, cuando lo ligero.
Cuando el jazmín subió a sus miradores
y el amor a sus torres espirales
y el azahar.

Cuando la música se hizo visible.
Cuando fue el tiempo de ver el aroma.
Y amaneció el delirio en geometría
transfigurado.

Cuando la reina, cuando los suspiros.
Y cuando tuvo el cielo azul un patio
para morar y con el vino rojo
y las palomas.

Fue cuando un cuento se quedó dormido.
Cuando la música entornó los párpados.
Cuando la juventud, cuando la noche,
¡oh, cuando el agua!...



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