miércoles, 2 de abril de 2014

ENQUILLO SÁNCHEZ


 

López de Cervato

 

Bueno, los negros
ya están en el palenque.
Preparen los perros,
las lanzas, el fuego.
Preparen las horcas.
El látigo, pronto.
La armadura.
Nos vamos: se hace
tarde
para triturar el marfil
y la paloma.
Las mordidas, la pólvora.
Esta sangre nació encadenada.
Que nadie se precie de piadoso.
No quiero negros vivos
en el palenque que han armado,
aunque mañana mis nietos
sean sus nietos,
y recuerden que el abuelo
quemaba á los abuelos.


 

FABIO FIALLO



Gólgota Rosa
 


         Del cuello de la amada pende un Cristo,
joyel en oro de un buril genial,
y parece este Cristo en su agonía
dichoso de la vida al expirar.


         Tienen sus dulces ojos moribundos
tal expresión de gozo mundanal,
que a veces pienso si el genial artista
dióle a su Cristo alma de don Juan.


         Hay en la frente inclinación equívoca,
curiosidad astuta en el mirar,
y la intención del labio, si es de angustia,
al mismo tiempo es contracción sensual.


         ¡Oh, pequeño Jesús Crucificado!,
déjame a mí morir en tu lugar,
sobre la tentación de ese Calvario
hecho en las dos colinas de un rosal.


         Dame tu puesto, o teme que mi mano
con impulso de arranque pasional,
la faz te vuelva contra el cielo y cambie
la oblicua dirección de tu mirar.

SOLEDAD ÁLVAREZ


  
 

Si nacieras llamándote Luis Pérez

 

Si nacieras llamándote Luis Pérez
despertarías a las seis de la mañana
preguntando qué día es y poniendo las noticias radiales,
bostezarías
embutiendo rápidamente la mañana
(nada de recuerdos sobre la noche anterior)
arrojarías las sábanas
pasarías al baño, al aseo diario
meticuloso
del hombre de negocios que se afeita para evitar
comentarios
nada exótico
huevos y pan al desayuno
te alejarías dando un beso leve a tu mujer
(ruido permanente zumbando en tus oídos)
ajustarías las gafas para hacerte el distraído
ante el empuje del sol y del humo impaciente del asfalto.
Nada de amantes (siempre estás muy ocupado)
ni de preocupaciones sobre países lejanos
tal vez te asombrarías del motín en el Altar de la Patria,
de protestas y gritos rompiendo la ruta cotidiana
y naturalmente darías la vuelta para evitar
complicaciones.
Sereno
inalterable
Luis Pérez
te sentirías asombrado de que aún existan hombres
que se emborrachan por una mujer
que se esconden de la policía por una bomba puesta
la noche anterior
te asombrarías del tipo largo que pasa diariamente
por la oficina vendiendo cuartillas llenas de
palabras incomprensibles...
“este mundo está perdido” pensarías
cuando de regreso, observas la muchacha que se tira
en brazos de un desconocido y desaparece en el parque.
Serías así
y entonces no le hablarías a los peces
no te aturdirías bajo la alegría
ni gritarías con voz templada por el nacimiento
de la espiga.
No estaría yo a tu lado para ver la muerte de las olas
y el comienzo de la palabra
para viajar sobre la tristeza al centro de los árboles.
No estaría mi pelo naciendo sobre tu frente
para terminar las lágrimas.
Todo esto te sucedería si decidieras ahogarte bajo
las horas y mezclarte a lo cotidiano
al sudor
la indiferencia
al equilibrio exacto
si decidieras meter los sueños en tu bolsillo
y nacer de nuevo para llamarte Luis Pérez.





 

MANUEL DEL CABRAL


  

Donde tu voz parece más del árbol

 

Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...
 

Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.
 

Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.
 

Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.

FEDERICO BERMÚDEZ Y ORTEGA


 

Paisaje

 

Es hora del profundo silencio de las cosas.
Ya todo, aletargado, parece que dormita
bajo el halago de una pesadumbre infinita
que hace las horas tristes, y lentas y tediosas.

 
Discreto, el sol occiduo dibuja y prende rosas
de púrpura en las nubes; un aura leve agita
las frondas en silencio y apenas precipita
del viejo mar en calma las ondas rumorosas.
 

La tarde, flor de ensueño, doblega el áureo broche
y tiembla a la primera caricia de la noche
que esparce desde oriente su inmensa cauda bruna.

 
Mientras como un heraldo divino de esperanza
asoma, tras la noche ilumínica que avanza,
su rostro de oro pálido y magnifico: la Luna 


 

FRANKLIN MIESES BURGOS


 
 
Eva recién hallada
 

Tú que habitas ahora despierta sobre el agua
rota de los diamantes.
 

Tú que habitas ahora, como una llama vida,
lo mismo que lámpara desvelada en su propio
mundo de claridades.
 

No eres la terrible, la fulgurante luz
que llega de los cielos.
 

Eres la espada fina, la silenciosa espada
que siega las tinieblas,
el más agudo grito salido de las mismas
entrañas de las sombras.
 

Entre el río de siempre cubierto de ceniza.
 

El río inevitable
donde mi amor aguarda la primitiva lumbre
que quiebra sus metales,
sus desoladas selvas, sus ópalos del aire.
 

Eres la iluminada,
la solitaria esquiva que defiende los bronces
de la noche y del alba.
 

¡Radiante forma anclada de los vivientes orbes,
traspasado por ti derrumbo mis orillas,
hago rosas de hielo de mis propias palabras!
 

-¿En cuál lecho de otras arenas diferentes
creció de soledades
la noche que en tus pulsos moja en agua celeste
su roja llamarada?
 

En la ola de vidrio furiosa que te envuelve
lo mismo que una torre,
como una firme hiedra de sed devoradora,
construida de ciegos arcángeles te elevas
más allá de las nieblas,
hacia los nuevos soles que laten en tu sangre
llovida de amapolas.
 

-¿Es el amor que esperas erguida en el umbral
de la rosa más alta?
 

¿De la encendida rosa que el verano calcina
con sus labios de fuego?
 

Debajo de la muerte total otras campanas
desesperadas claman,
claman otras campanas
debajo del silencio donde crece el vacío
como una flor helada.