Poesía Cuatro
"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 19 de julio de 2025
FRANCISCO VÉJAR
Lo que olvidé antes de partir
Soy el doble que alguien ve en la multitud
a la hora del vértigo: peso y cielos desfallecientes.
Pero cualquier cosa es motivo de alborozo;
un payaso, un organillero, el crujido de una hoja,
cuando nos preguntamos para qué esperar tanto
si las nubes caen como fuegos artificiales
y yo, pantalones de pana y chaqueta de cuero,
en los bolsillos llevo un libro y una petaca
y sueño hundir mis suelas en la arena de la playa
tal si fuera el parque en donde ahora camino
entre el murmullo de un sin fin de personas
cuando Santiago de despoja de sus máscaras.
Cualquier
cosa debería contentarnos;
el vapor de una taza de café,
los círculos imaginarios que haces volar en el aire,
una postal llegada desde Europa.
Este parque se parece a una ciudad cautivante
como si sus desperdicios se esfumaran ante tu mirada.
En tanto, dejas correr ríos sobre la mesa de algún restaurante.
Hay
algo subterráneo en Santiago,
rostros inimaginables, muchachas rapadas, ciegos;
seres que como nosotros creen alejarse por un instante
del frío, del miedo y de la muerte.
BASILIO SÁNCHEZ
El lugar de los hechos
Todo
lo que ahora abarca la mirada,
la memoria, los momentos perdidos,
todo aquello
que ignoré de la vida,
que apenas reconozco, bajo su lentitud, en este hueco
que conforman mis manos.
Ese
rumor que intuyo cuando escribo esta página,
este presentimiento, esta insistencia
que después me conduce, más allá de mí mismo,
hasta un lugar cercano
al de mi nacimiento, al de mi muerte.
Nada
a mi alrededor, sólo la leve
respiración pausada
de un animal que mira con la cabeza vuelta.
Bastará con mis ojos,
con esta mano antigua que aproximo a su boca,
para que se levante y huya.
JUAN CERVERA
XVI
En
mi casa había un jazmín,
un
rosal, un limonero;
un
pozo de agua salobre,
una
jaula y un jilguero,
Y yo
tenía una manta
para
tenderme en el suelo
de
la azotea de mi casa,
a
ver salir los luceros.
DORA GUERRA
Je reviens
A mi madre,
presente en la ausencia.
En
esta ciudad gris,
a tantos años niebla
de tu sol y el mío,
de los vientos de octubre y los bananos,
de la tienda de dulces de la esquina,
de la sombra y frescura de la sala
con los muebles azules y el reloj
cargados de recuerdos desde siempre.
Con tu inmensa presencia
que está en todas las cosas esperándome.
¿Y
sabes cómo he hallado
más pura la memoria?
He comprado un perfume pequeñito
como uno que tenías
y aromabas de ti.
Se adaptaba a tus gestos y a tus ojos,
a tu silencio grave, a tu dulzura.
Y de ti salía perfumado
a aromar la ciudad y el cielo azul
y quedarse por siempre en el recuerdo.
Y
hasta esta otra ciudad, gris y lejana,
te la has apoderado
impregnando las cosas
con el olor que diste a tu perfume
y que me he puesto yo tras de la oreja,
desde donde vigila
y me sopla al oído
las cosas hechas tú por su milagro.
Desde
donde me dice que es posible encontrarte
tan lejos de ti misma
y que en todo está el roce de tu mano,
a tantos años niebla de tus ojos,
a tanto tiempo pena de tu ausencia,
a tanto mar tendido entre nosotras.
FERMÍN VILELA
Peregrino
El pictograma de lo mudo (哑). Una boca (口) se queda muda ante la belleza de Asia
(亚).
Millones de velas ardiendo
y ni una sola plegaria
que haya sido respondida,
ningún dios al que poder
culpar por su indiferencia.
Sin embargo el fuego, la esmeralda.
Creí estar moviendo montañas
pero sólo estaba poniendo
una palabra detrás de la otra,
tierra y un cuaderno deshojado
entre las manos.
Creí estar acariciando la luna
pero sólo estaba lamiendo una piedra
bajo el manto azul de la noche,
tierra y un tintero aguado
entre los dedos.
Millones de velas ardiendo.
Ando por ahí, despreocupado
como un vagabundo errante
que esquiva viejos fantasmas
y se miente con más palabras
al querer describir cómo era el sendero
sin sentarse a ver cómo era el sendero.
Cuando baja la noche
puedo ver esas pequeñas llamas
dentro de las casas. Sin darme cuenta
y sin ni siquiera poder creer en ellas
llevo esas millones de velas
ardiendo dentro mío.
Más tarde, dejó ir las palabras.
Empiezo a vivir.