viernes, 2 de mayo de 2025


 

VIVIANA PALETTA

 


 

 

Ruidismo en la calle.

En el cielo.

Los aviones se desenvuelven

en su oración metalizada.

No retornan.

 

 

De: “Arquitecturas fugaces”.

 

 

DAVID HERNÁNDEZ SEVILLANO

 

 

 

Muñecos en el palco de butaca

 

 

La mujer gris marengo

salta a la calle al despuntar el alba.

Lleva en sus ojos, dispuesta a vender,

siete promesas de segunda mano.

 

El hombre rojo vino la contempla.

Bosqueja sobre el suelo,

con tizas de colores, un paisaje

en donde devanar

la madeja de lana de sus labios.

 

Cruza un joven la calle.

Sus hombros amarillos

soportan, derrotados, sin saberlo

las cimbras que sostienen esta luz.

 

El niño azul gastado

copia los ademanes y desganas

de quien fabrica sombras con sus dedos.

 

Un viejo, plata sucia,

repasa sus derrotas y al final

canturrea su excusa más creíble.

 

[Entre el público ríen

Guiñol, Polichinela, Don Cristóbal,

Pinocho, Madelon

y alguien que se termina preguntando en alto:

¿Cuál es la diferencia?

             ¿Qué sueño es más sincero?

            ¿Qué vida es más real?]

 

 

De: “El arcón de los títeres”.

 

CZESŁAW MIŁOSZ

 

 

  

El paisaje

 

 

El paisaje no necesitaba nada excepto glorificación.
Excepto mensajeros reales que trajeran sus dones:
Un nombre con un atributo y un verbo inflexivo.
Si solamente preciosos robles copiosamente brillaran
Cuando nuestros bravos estudiantes, en un camino sobre el valle,
Pasean y cantan “La Oda a la Alegría “.
Si al menos un solitario pastor grabara cartas en una corteza.

El paisaje no necesitaba nada excepto glorificación.
Pero no existían mensajeros. Matorrales, oscuras gargantas,
Bosque colgando del bosque, pájaro de largo gemido.
¿Y quién aquí podría iniciar una frase?
El paisaje era, quien conoce, probablemente hermoso.
Allá abajo, todo estaba derrumbándose: las salas del castillo,
Las callejuelas detrás de la catedral, los bordellos, las tiendas.
¿Y ni un alma. Por tanto, de dónde podrían venir mensajeros?
Después de olvidados desastres, yo estaba heredado a la tierra,
Abajo, a la playa del mar y, arriba, a la tierra, al sol.

 

Versión de Rafael Díaz Borbón

 

CARLOS SAHAGÚN

 

  

 

Playas de Exmouth

 

 

Me pregunto si un hombre, ante estas playas,
tiene derecho a que se acuerden
de su amor, de lo que antes pronunciaron
sus labios, de sus pasos por los caminos
con sol, o de sus manos
que en la noche se hundían alguna vez, o iban
entrelazadas a las tuyas
como a un presente vivo de cristales.

Y si así fuera, si tú me esperaras,
he de tender los brazos en este mar del norte
y arribaría a ti.
Porque si en este instante tú estás allí con
caracolas,
acercando tu olvido a mis palabras,
y si las sientes como verdaderas,
yo no estoy olvidado.

Diez, doce barcas de los pescadores,
como atadas también a mi esperanza,
están aquí y están tirando
de mí mismo, o quizá
no estén tan cerca y sí en la lejanía.
Mi corazón podría recordarlas,
llevarlas a otro tiempo.
Barcas que vi a tu lado una mañana,
en España, a dos pasos
de la felicidad de estar contigo.

 

 

MELCHOR LÓPEZ

  

 


La sirena

 

 

Era mediodía otra vez. Las plantas colgaban del techo vencidas por el calor. Almanaques, crustáceos y estrellas de mar decoraban las paredes. Hablábamos y llenábamos las copas en espera del almuerzo. Laura dijo: La madre es una señora guapa; la hija, por su piel, por sus gestos, podría ser tu hermana.

La muchacha venía de pescar hermosos peces de encendidas agallas, de vivísimos colores, como también hubiera podido traer conchas o tornasoladas caracolas o las más escondidas y extrañas piedras del fondo. Su piel, sus gestos, quizás, sí, fueran semejantes a los míos, pero yo vi en ella la mirada de la sirena inviolada engastada en sus ojos, pero yo adiviné, además, una brillante hilera de escamas naciéndole bajo el vestido

 

 

De: “Según la luz”.

 

 

MARÍA LORENTE

 

 

 

V



Soñadora de astros y de criptas.
La luz se incendia en tu pecho
si tú la oyes.
Tus pasos inventan y delimitan el paraíso
que solo en tu corazón vive
y en él,
los ángeles enmudecen
porque a ellos no les ha sido
otorgado
el regalo de nombrar lo que existe.
Ellos conservan la palabra,
el verbo más cercano a Dios.

Tú,
en cambio,
le das vida
al mundo.
Plantas,
mariposas,
pájaros,
hierba,
danzan para ti
en un mutismo incierto
que solo tú reconoces.
Entonces cobran vida.

Todo a tu paso se abre camino.
Se revela la flor oculta de las cosas
que es igual
a tu corazón de águila.

En ti,
resuenan los nombres
de lo que no tiene nombre
y para no hacer llorar a los ángeles,
que solo saben observar lo que tu voz dicta,
con sus alas en llamas,

los besas
en su fuego.

Y desde todos los centros te esperan,
te vigilan
y danzas en espacios vacíos,
cargados de nombres,
resplandecientes de vida.

 

 

De: “Magia es lo que ves”.