La sirena
Era
mediodía otra vez. Las plantas colgaban del techo vencidas por el calor.
Almanaques, crustáceos y estrellas de mar decoraban las paredes. Hablábamos y
llenábamos las copas en espera del almuerzo. Laura dijo: La madre es una
señora guapa; la hija, por su piel, por sus gestos, podría ser tu hermana.
La
muchacha venía de pescar hermosos peces de encendidas agallas, de vivísimos
colores, como también hubiera podido traer conchas o tornasoladas caracolas o
las más escondidas y extrañas piedras del fondo. Su piel, sus gestos, quizás,
sí, fueran semejantes a los míos, pero yo vi en ella la mirada de la sirena
inviolada engastada en sus ojos, pero yo adiviné, además, una brillante hilera
de escamas naciéndole bajo el vestido
De:
“Según la luz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario