lunes, 6 de enero de 2025


 

FLORENCIA ABADI

 


 


IX

 



Yo uso tus zapatos

me gusta usarlos

la forma de tu pie en mi pie

 

Sara dice que no puede ponerse zapatos de otro,

siente que se mete en su camino

que lo violenta

 

cuando se ponía las chinelas de la hermana, para salir al patio nomás,

sentía que le robaba la vida

presta toda la ropa menos los zapatos,

es distinto, me dice.

 

Ella también les saca fotos antes de tirarlos

no podíamos creer la coincidencia.

 

Pero meterme en tu camino

me gusta

y si lo violento

si te robo la muerte

voy a caminar con ella

abrigándome los pies.

 

IKKYU SOJUN

 

 

  

 

Esencialmente

toda vida pasada

se disipa se va

de la naturaleza

sin destino lugar

o valor alguno.

 

DIANA ÁLVAREZ

 

 


 

Combustión atípica

 


Un tacón caído en combate,

las manos astillando

el calor que desvanece

la indiferencia de la rutina.

Sopa de puñal para cenar

y sábana enjugada

en la cama de guerra.

Él partió.

Ella ya

llevaba partida varias

miradas muertas

y botellas vacías.

Un tacón roto y un puñal

en la sopa.

El fuego se aplaca

con tierra.

 

 

De: “Más Allá del Paralelo”

 

 

RAFAEL-JOSÉ DÍAZ

 

 

 


La intimidad

 



Y ahora,

atrapados como estamos

en estos terraplenes de jugosa luz última,

¿vas a decirme que no tiene sentido

ni siquiera atreverse a respirar

a medida que el viaje de las nubes

se adentra en las montañas,

respirar en el límite

y pensar que detrás de lo que respiramos

está la imposibilidad de respirar,

la extática tiniebla?

 

Te escribo porque apenas

lo he hecho últimamente,

arconte o diosecillo,

ángel faunesco

o serpentino mordedor

de tantas horas que el tiempo no quiso devolver.

 

Conozco tus caprichos,

pero soy más paciente que al principio.

 

Estoy sentado, mírame,

al borde de la oscuridad.

 

La luz se filtra desde inmemorables

gradas por las que no podríamos

descender o subir.

 

La memoria se engaña

creyendo que conoce el asiento de la sombra.

 

¿Vendrás

a hacerme compañía

en este umbral donde te conocí

para jugar de nuevo

al escondite que inventamos?

 

Ya sé que no vendrás.

 

Los árboles me miran

una vez más, materia absorta

que dibujara un día los rostros de la descomposición.

 

Ahora soy yo quien los dibujo

para que, sin necesidad de respirar,

pueda volver aquí

siempre que lo deseen las montañas.

 

 

ANA LEYTON

 

 


EDG DOS

 

 

Los bares han despertado desde un bolero
Y los navegantes de la noche, bohemios emborrachados,
Soñadores emergentes
Vienen desde el mar de Guayacán,
Los besadores de estrellas
Los saltimbanquis galácticos
Los profetas astrales:
Místicos por dialéctica
Socialistas por utopía
Amigantes por grillos
Y agonizantes por dictadura.

 

ÁNGELA LEITE DE SOUZA

 

 

Alguien recuerda cómo...

 

 

¿Alguien recuerda cómo se llamaba
la enredadera que se asomaba
por el hombro de la cerca
vigilando la calle
con fragancia de miel y de dulces
memorias?
Nadie olvida
la casa de la infancia
siempre clara y alta
y lo bastante amplia para todas
las historias.
Pero entre olvidos y remembranzas
¿quién recordará
la magia sencilla
de un buzón de correo?
Viejo hueco del muro
olor a humedad
ladrillo y misterio.
Arena por los lados
donde arañas tejen
y hormigas pasean
infinitamente ajenas
a la otra realidad:
este cofre que cada día
se llena y se vacía
de su propio secreto.

domingo, 5 de enero de 2025


 

SAITO MOKICHI

 


 

 

Grandes giran las hojas

en los árboles, fulguran, se

esconden, corazón intranquilo.

 

SANTIAGO GRIJALVA

 

  

 

Retorno

 

La madurez del hombre consiste en recuperar

la seriedad con que jugaba cuando era niño.

Friedrich Nietzsche

 


La cometa que volaba cuando niño

escapó una noche, a mano de otra generación.

 

El rostro de la muerte

pintó acuarelas

con los dedos.

 

Los nervios quedaron

en la caja de los primeros zapatos,

en la falta de decisión

para gastarlos.

 

Andamos más y crecimos menos.

 

Llorar ante lo desconocido me empapó de vergüenza.

 

Qué retórica absurda

querer ser niño

sabiendo poco

y conociendo tanto.

 

Entierro mis juguetes

junto a un hueco en mi patio

los dejo bajo tierra

hasta un segundo aviso.

 

La lluvia me empapa

y el niño que fui

llora hasta por los cabellos.

 

Decidí no dormir

temiendo despertar más viejo.

 

Detengo la película,

y me recuesto en las manos tejedoras de mi abuela,

en el momento preciso que boicoteé la infancia

entendiendo que la vida

era una forma de morir.

 

Llama la primavera

me invita a salir,

pero el día de mi cumpleaños

no es una buena fecha para morir.

 

Se me pasa la vida

frente a los vidriosos ojos de la muerte

posados sobre mí.

 

Me quejaría,

pero fui yo quien la llamó.

 

Por fin al otro lado

todo el mundo me reprocha el trabajo.

 

Me encontró la parca

y yo no estaba exhumado.

 

Ahora me encargo de las cosas de la fría muerte:

escribo registros y sello papeles.

 

Quién diría que hasta en la otra vida

mi destino era ser burócrata.

 

 

FLORENCIA ABADI

 

  

III

 


Decir cómo miro ahora el balcón y la planta y el cielo

las cosas sin tu mirada.

DIANA ÁLVAREZ

 

 


 

 

Se puede vivir en estado
de naufragio. Siendo
agua el agua nos cobija.
Restos flotan sin barco
y sólo nos faltan vectores.
Para ser restos de nuestros restos
y sumar agua al agua.
Para ser náufragos que sacian
la sed de oscilación.

 

RAFAEL-JOSÉ DÍAZ

 

 

 

Noche de sueños

 


Yo sé a quién amo: sé que no me engañan

los fragmentos de sueños sucesivos

que aletean perdidos en la oscura

mañana en que despierto cada día

y que recojo con mis manos torpes:

 

en ellos vuelvo a verte, celebramos

un nuevo nacimiento del amor,

nos separamos mientras tu mirada

se adhiere, frágil y orgullosa,

a la mía como tantas otras veces.

 

Siento tu lengua en besos

que antes no sabías darme, acaso

porque ahora te invento como quise que fueras

o porque has aprendido, en este tiempo de ausencia,

a besar con el otro para hacerlo

mejor ahora conmigo, dejando que tu lengua

se enrede lentamente con la mía,

retirándola luego sin rudeza y entregándola

una vez más, más húmeda, con todo

el ardor que has guardado, si los sueños no engañan,

en todos estos meses para mí.

 

Un patio de colegio, una parada

de autobús en donde tres, cuatro personas

depositan de pronto un cadáver de rostro

desfigurado, acaso el del amor

que ha muerto y del que huimos

cogidos de la mano hacia una nueva vida.

 

Amar es olvidar

la vida sin amor que fue como la muerte.

 

 

ÁNGELA LEITE DE SOUZA

 

  

 

Dame el cuchillo

 

 

-Dame el cuchillo.
-Pásame el tazón.
-¿Me alcanzas la sopera?
La mesa
eternamente
puesta
para la posible
visita.
El espíritu minero
el arranque hospitalario
imposible
desde el pasado
fijo me mira.

sábado, 4 de enero de 2025


 

ELENA GARRO

 


  

Mar de dedos

 

 

Hay muchos dedos.
Muchos dedos agresivos.
Los índices se levantan.
Los índices que señalan al prójimo
que acusan
que envidian.
Una cortina de dedos
Una marea de dedos
Una muralla
me señala.
Las lenguas se levantan, se despiertan
se afilan
se liman en los dientes
se envenenan en la saliva del colmillo.
Lenguas rasposas.
Lenguas que han lamido culos.
Lenguas que duermen solas
en sus cuevas de cavidades putrefactas.
Las lenguas que no vemos
en medio de las risas.
Lenguas sin ventilar.
Lenguas que pican.
No muerdan a su nombre tan hermoso.

 

FLORENCIA ABADI

 

 



 


VII

 



Algo pasa cuando tardamos

en encontrar su lápida

(siempre tardamos)

hay cientas ahí, chatitas, sin ningún relieve

vamos leyendo nombres

hasta que alguien la encuentra

acá, dice.

 

Mi hermana no llora como antes

el gesto de su boca es diferente

siempre me desesperó verla llorar en serio

y ahora

con la boca así.

 

Si froto el mármol

si froto fuerte

tal vez.

 

KHUAN HSIU

 

  

 

El vacío

 



Dices que mi camino difiere del tuyo.

Ambos somos barbados y mayores.

Se dice que las palabras matan la fe.

A mí me gusta retocar las frescas flores

de una vieja y quebrada jarra funeraria.

 

IVÁN CABRERA CARTAYA

 

 

 

 

La dorada ciudad de las cien torres

 



Cuando mi madre regresó de Praga

dijo que la vetusta capital de Bohemia

no parecía una ciudad,

sino una pretenciosa y morena mujer

que soñara con bajar hacia el Mediterráneo

y mojarse las piernas en las aguas de Córcega,

sobre cuyos jardines recelosos

lloró Séneca hasta ahogar

todas las sílabas latinas,

con una entereza a veces inútil

y voluntades que arribaban

—como olas japonesas—

hasta el barroco castellano,

lleno de sierpes sabias de prosodia

y retóricos cielos sobre imperios misérrimos.

 

Tú pensaste en San Wenceslao,

y los ábacos de tu corazón

contaron cada luna rápida

en cada acera de cualquier Europa.

Tu escucha y tu emoción danzaron sobre ti

para componer una infancia

de la que abusaron los ángeles

—como sucede en las mejores bocas—

para decir la belleza

del mundo

—y su tendencia al horror—

en el prístino genio de aquel niño

vestido con las ropas de su hermana ya muerta,

o con los incontables atributos

de otros hombres que se movían

entre el árido camposanto

y los extrarradios del cielo,

nauseabundos y podridos

como el estómago del Ganges

y sus risueños nadadores.

 

Praga, llena de torres y de puentes sin vigías,

reverbera en tu mente

como luciérnaga o latente luz

sobre el Moldava que percutió Dvořák;

pero Praga sigue soñando

con los labios de Capri,

las caderas de Roma,

los sinuosos tobillos de Dubrovnik,

las comisuras de Sicilia

fiel a la piedra y su anagnórisis,

que se doctora en los acantilados

y le quita el bozal al vértigo,

para que muerda tus canciones

o relama los dedos de tus pies.

 

De la cárcel de Kafka,

el alba vegetal y boscosa de océanos

me ha contado también

que existen ríos intangibles

que no aspiran al mar,

y desembocan en los labios

de algunos abisales vagabundos;

aguas y ríos huérfanos del oro

que custodiaba el Rin en sus alforjas.

 

Pero Praga continúa soñando con el sur

y canta con las cuerdas de Goethe la elegía,

el dolor que retuerce

y aspira a una luz entera,

o cuida en su isla —con Vladimir Holan—

la acuchillada flor del hielo.

Tú la vislumbras inocente y cruel,

antiquísima y plena de juventudes tímidas.

Praga, temblor de sangre litoral,

donde la música de cada baile

decapita a las palomas,

y mi alta madre se paternaliza,

se hace arena de playa ya sin mar;

hablándome de una ciudad, mi madre,

como si fuese una mujer,

más vieja y rumorosa, más hermosa y reciente,

quizá,

que ninguna otra sobre la faz de la tierra.

 

 

SILVIA RODRÍGUEZ

 

 


  

La Mitad del Mundo

 



No sé por qué rota la manía

de ser el centro de todo

el ombligo de La Tierra

 

los hemisferios son opuestos

estar en el Norte o en el Sur

no es lo que confunde

 

lejos de la línea ecuatorial

el equinoccio nos recuerda

que la luz y la oscuridad

son iguales para todos

 

PAULA NOGALES ROMERO

 


 

Odisea

 



Ni carne, ni pescado, ni deseo:

sin raíces ni futuro, en el espacio

de un limbo acogedor en que me veo

 

sin quererlo buceando todavía,

en una espera inútil que no llega

a cuajar la silueta de mis días,

 

trazando la misma elipse en torno

a un ónfalos que gime lastimero

ajeno al universo y al bochorno,

 

navegante sin cartas ni astrolabio,

fingidora de diarios marineros

mareando perdices con resabio,

 

nunca fueron mis ansias maternales,

ni miré el bien y el mal según dictaban

la costumbre y las leyes terrenales;

 

nunca vi mi figura en el espejo

conforme a una herencia que acatara

la pauta antigua de mi yo reflejo:

 

mi cuerpo como nave futurible,

mi corazón, severo comandante

de un amor no propio e incorruptible

 

que amamanta un pequeño tripulante,

hasta que tú llegaste, impredecible

capitana de mi destino errante.