Segundo Big Bang
Dormir
tendidos bocarriba aumenta el hambre,
en una erosión que se nos cae encima.
Has dejado la lencería en el cesto de la ropa sucia
con la compostura de quien espera
en el andén de una estación cerrada.
Entiendo tu soledad de entonces,
las noches de piernas cruzadas
y tus muertes por fuego amigo.
Es
cierto que desde hace horas
detienes la hemorragia poniendo la boca en la herida.
Vas perdiendo calidez.
Tal vez sepas que tus pendientes combinan
con un luto que todavía no conoces
y sueles ver tu reflejo aplastado
por la luz quirúrgica del baño
a partir de las doce.
Espera a mañana para darme la mano
y reanudar la marcha a pesar de los nubarrones,
hoy he seguido apilando las sobras de los platos,
el mundo de por sí ya es avaro
y les toma el pulso a los niños
para obligarlos a saltar del nido.
Mejor
eso que pasar nuestra vida
mirando el reloj cada quince minutos,
mordiéndonos las uñas,
a la espera de un segundo Big Bang
que haga desaparecer de mis labios
tu regusto a angostura.
De: “Los días siguientes”
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