jueves, 31 de julio de 2025


 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

 

 


 

Edgar Poe

PETER Brueghel, Iernimus Bosch, y Patinir,
Goya y Petrus Borel lo hubieran comprendido
(¿quién dijo que el delirio de la razón
engendra monstruos?)
La sociedad de los Rotarios,
los linchadores de negros y de rosas,
los verdugos de niños y de sueños
le daban asco y él bebía, ¿para olvidar?,
cuando aún no existían
las letras de los tangos tristes

 

 

JORGE SANTIAGO PEREDNIK

 

  

El muro de las desapariciones

a partir de una escultura de Miguel Vayo

 

 

es esta claridad
ay ay
es esta
ay
esta claridad
basta sol
una figura que falta
esta claridad
este agujero en el muro
este frío que entra
este viento
este ausen
basta
lo que hay no basta
adherida
grabada con qué
en el muro
pintada con qué
en nosotros
tallada con qué
la ausencia
un viso
el sincel
lo que no hay
que si alguien falta
hay
la falta de alguien
ay
lo que no deja ver
la claridad
el agujero
lo que no deja sentir
el hu
el eco
lo que dijo una voz
lo que dijo otra vez
que hay alguien que no hay
que no en no
que no jamás
que nunca
esa falta
va a poder
en n s tr s
en el mur
parar
  tra vez el vient
llenar
  tra vez el huec
tapar
  tra vez el s  l

 

LUCÍA CARRANZA

 

  

Conteo

 

Self injury, tú eres más fuerte, un dios al que no necesito rezar.
En soledad ser mi enemiga es tan placentero,
ya no digamos luego.
Tengo que esconderlos aunque sea invierno
Porque no quiero responderte
Porque no me da la gana de escucharte, de quererme.

Esto es como el sexo, como yo con el sexo.
Excesos primero, culpa luego.
Miro un cepillo de dientes, mi instrumento
Veo la porquería saliendo
Y duele en las tripas,
En las tripas y en el corazón, en los ojos rojos que odio en el espejo.

Dos mil calorías en una hora,
Arcoíris de lentejas, paquetes de galletas.
Mi fiesta y no necesito bailar.
Todos los invitados son mis esclavos
Falso, la esclava soy yo.
Ahora soy tan dulce, pero no te puedo besar.

 

MELISSA PATIÑO

 

  

51

 


El cuerpo del Atroz
es del tamaño de la ciudad que habita
un lugar fraguado cubierto
                                        del principio gris.
La institución del Atroz es la ciudad
placidez alucinada
los ríos sinuosos agonizan la tierra
                                        el viento se extingue en la hierba inflamada.
No hay ser capaz  de ser, en aquel reino 
capaz de contemplar
no hay gloria más tenebrosa.
El efluvio del Atroz lo inunda todo, se impregna como sombra en el corazón de cada niño que nace y junto con el tiempo que pasa, transforma las pieles doradas
en
Grises.

 

 

ENRIQUE WINTER

 

 

 

Andrés, los peces cambian de nombre cuando los pescan

 


He comenzado a valorar la prudencia burguesa

cuando alojo en la casa de mi novia

con los carretes del vecino, la radio a máximo volumen,

las peleas, la tele que no apagan,

sobre todo las risas que se oyen al frente.

 

En mi casa materna hay silencio,

no venden leche ni matraca el gas.

 

Me reí mucho cuando un ex compañero de colegio

interrumpió mi baile para decir que siempre quiso

darle a mi ex. En otro sitio habría

que pegarle. Los más pobres se ofenden

si no ofrezco los puños. Si no los llamo, juran ley del hielo.

 

Como éste es facho, brindaría si al fin le confesara:

todos los resentidos que conozco

se enamoran

de la primera cuica que los pesca.

 

 

PABLO ROMAY

 


¡Agito la cabeza

 


la agito, la cabeza agito, la agito, la cabeza, agito,

agito la cabeza, agito la cabeza, la agito la cabeza, violentamente, con todas

mis fuerzas, con todo mi poder, mi energía, mi deseo,

mi rabia, mi frustración,

con la fuerza para romperme el cuello!

 

Muevo la cabeza, la reboto, la balanceo, la golpeo, la bailo,

la columpio, la pendulo, la hago girar, la agito, la cabeza,

la cabeza agito, la agito, la agito, en un vaivén frenético,

escuchando esa música de paraíso perdido,

metal pesado, melódico, poderoso,

y maravillosamente me ayuda a desahogar mi tristeza,

como si los movimientos bruscos literalmente me la sacaran de la cabeza.

 

Después de unos minutos de agitarla, me siento mejor, casi bien.

 

 

 

 

 

 

miércoles, 30 de julio de 2025


 

JESÚS GÓMEZ MORÁN

 

 

Jueves de corpus

  

Mientras desayuno un atole y una torta
de tamal en la banqueta al borde
del periférico, la vía de asfalto
como un merolico a repetir comienza
su discurso nuestro de cada día
que tratando de entender, no entiendo.

Por enfrente una muchacha, como blonda
ninfa con el ombligo descubierto,
en sentido contrario atraviesa seguida
de una paloma gris recolectando migajas
involuntariamente esparcidas por el suelo.

En los microbuses de ventanales más amplios
la gente se asoma a mirarme y parecen
personajes dentro de una pintura:
como si en la acumulación de minutos
y objetos dibujara cada cual su destino,
la boca del tiempo (que no yo) es la que mastica
imágenes, personas y autos, todos ellos
con su título de propiedad correspondiente,
en tanto que tras de esas paredes a un ama
de casa cualquiera se le revuelven los siete
puñales de las labores domésticas.

En la banqueta permanece un vaso
de unicel y una servilleta: dentro de poco
y el barrendero vendrá a recoger todo esto,
y aunque es deficiente mi conciencia ecológica
al menos hoy desayuné con mucho
más que doce acompañantes en la mesa.

 

 

ALEJANDRO SCHMIDT

 

 

Porsche


voy en un porsche
despacio
a través de los suburbios de atlantic city
voy conduciendo solo en un porsche
tostado
opaco
silencioso

wallace stevens lee sus poemas
por f.m.

es una vieja grabación
de
anabas en el paraíso
así
despacio despacio
hasta el balneario

a menos que consideremos a los borrachines
como miembros de un sistema de productividad neocapitalista
allí
sobre la arena
no hay nadie

a veces me pregunto
cómo viven los otros
cuál es su modo de sentarse
en la necesidad
durante mucho tiempo
descubro
un porsche
sereno/tibio como piel saciada
fue mi necesidad
recorro la playa
hasta las torres Ezra Pound I, II, III

en esa zona hay
gente común
perezosa
intranquila
si voy muy despacio pueden apreciar los caballos vigorosos en combustión
celeste

en la baulera llevo el cadáver de su propietario
un buen hombre
con apreciables tarjetas de crédito
un hombre de tiernos sentimientos
no debió recogerme por la 47 anoche

pestañeaba como una muñeca flou
y decía
plis-plis
al fin
sobre su porsche
bonito
dorado
infiel

uno es distinto en porsche
si elsie me viera
no lo podría creer
no
estallaría antes de creerlo
paro el motor
dejo las puertas abiertas
para que pueda admirarse el tapizado y camino hasta una piedra
inmensa
sola

parece un recuerdo

recordar es malo
irrumpe la miseria
y su encanto rencoroso
queda

ahora el mar
es una canción boba
canturreada por jóvenes melosos
la insoportable libertad del mar

conduzco hacia el centro comercial
veloz
veloz
con las ventanillas cerradas
como un senador

impermeable
implacable

siento que podría rasgar
el espacio tiempo urbano
un porsche
es una máquina einsteneana

pronto todo terminará
y seré una estadística
-frase de novela policial best-seller-
muy pocos son capaces
de arrancarle la belleza a un símbolo
esas miradas en la playa
fueron la máxima caricia que algo puede despertar
ningún dios gozó tanto

voy hacia la vidriera del supermarket como hacia un coito con
gertrude stein

espero decapitarme
abriendo las pantallas de los videos

el porsche ascenderá en fuego
inflamado por el éxito.

 

 

MIGUEL ÁNGEL ZAPATA

 

 

Mis sílabas perdidas



Hoy el mundo es la caja de resonancia que flota con mis sílabas perdidas. Estas torres se trenzan en el aire mientras las campanas llaman otra vez y la capilla vacía, el sol se escurre con algún pájaro por la torre mayor y la lluvia oreada por fin desaparece.

 

HUGO MUJICA

 

 

Hace apenas días


Hace apenas días murió mi padre,
hace apenas tanto.

cayó sin peso,
como los párpados al llegar
la noche o una hoja
cuando el viento no arranca, acuna.

hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
                         sobre el mármol de su tumba.

bajo cada lluvia
podría ser yo quien yace, ahora lo sé,
                                    ahora que he muerto en otro.

 

GRACIELA SALINAS

 

  

Colage

  

Para no olvidarte
en un colage trabajé tu rostro.

Colgué el cuadro en la percha
más visible de la casa.

El tiempo pasó, olvidé
dónde estaba la percha…

 

FABRICIO ESTRADA

 

 

Fundación del paraíso



Sucede que estamos en inventario.
Estamos desmontando un mundo, estamos desmontando el artificio.
Ocurre que estamos borrando el número de serie y volviéndonos artesanos, llenos del barro de los días, amasados por el golpe, nos estamos haciendo irrepetibles.
Cada cosa, cada concepto es devuelto a una categoría básica y sustanciosa.
Trilobites, sílabas unicelulares: piedra, grito, alma.
Sucede que Eva sacó la cara y Adán la acompaña con su listado de novedades: esto es alegría, esto es tristeza, esto es mañana y esto olvido.
La mirada, los árboles, la hondonada de una herida brutal, ya son otros paraísos los que buscamos, nos hemos hartado de todos los frutales.
Esto es dolo, esto es ángel inverso, esto es flor y esto un hombre desollado.
Ocurre que estamos inventando el tiempo y el sueño debe esperar, con su capa rota el sueño, con sus brillos el sueño, con su descanso mortuorio el sueño.
Hemos abierto -de un solo tajo- el vientre pulposo del bien y el mal y lo entendemos frío, áspero, entendemos que el viento silba nuestros nombres y a él nos entregamos llenos de ramajes.
Sucede que nos sabemos nuevos
y estamos en inventario.

 

martes, 29 de julio de 2025


 

JESÚS GÓMEZ MORÁN

 


 

Baby fase

 

 

Ya cerca de cumplir los cuarenta
siento que envejecí diez años en un día:
hoy, por ejemplo, no tuve la fuerza
de antaño para evitar el cierre
de las puertas del vagón del metro
al querer subir de último minuto.

Trazos son como surcos que se hunden en mi rostro
deshaciendo aquel pacto con el demiurgo
que de un día para otro me aliviaba
la torcedura del tobillo:
ni qué decir de aquellos afanes
por el antojo en perseguir ninfas asépticas,
silenciosas termitas cavando
túneles en mi carne y mis huesos.

Cómo quisiera asestar un puñetazo
en la cara del tiempo,
o cortar el grosor de un rayo
usando como espada la vista.

Ya no soy ni la sombra
de lo que antes me asombraba:
ahora sólo en sueños me visita,
intacto, el rostro de la mujer amada,
y sólo en sueños vuelvo a ser nieto
de mis proyectos para un futuro remoto.

 

 

ALEJANDRO SCHMIDT

 

 

La hora

 

 

Queridos compañeros
es la hora

hay un vaso de agua y una puerta
pero no hay

no hubo nunca

una casa
una sed

 

 

MIGUEL ÁNGEL ZAPATA

 

 

El cielo que me escribe

 


Cielo blanco sin polvo ni memoria. Cielo que limpia la visión del ave clavada sobre la arena. Cielo de algas y peñas en el moho: aire de ninguna flor, brisa de ningún árbol donde no se escribe el poema ni el diario de la muerte.  Cielo mío que calla a tiempo el sonido del ave sobre la arena. Cielo mío que no escribe su visión por el ave ni la arena, sino por el moho y el alga que verdea el espejo ya disuelto.

 

HUGO MUJICA

 

 

 

Paisaje urbano

 


            Sobre una rata muerta, en el fondo de la casa, va cayendo la
nieve. Cae hasta cubrirla y sigue cayendo después.

            Ya todo es blanco, como un puñado de pureza, en el jardín del
fondo de la casa iluminada.

 

 

GRACIELA SALINAS

 

 

Raíces
(fragmento)

 

Ario: (Chichimeca o Tarasco) Tempestad,
sitio de continuas lluvias.

 

José Medal

 

Allí, en la ladera rodeada por los cerros de El Castillo, San Miguel, La Barra y Tipitarillo, hundidas hasta el fondo de la tierra húmeda y charandosa, están mis raíces.
Raíces de pino y encinal, de chirimoyo, manzanillo y capulín, congeladas en invierno y regadas en el verano por las copiosas lluvias que aumentan el caudal del río Tzintzongo y el de Los Negros. Extendidas hasta las planicies que rodean el volcán de El Jorullo que duerme tranquilo sobre su sueño de paz horrorizada.
Allí están, asentadas en el límite del frío de la sierra, allí donde azotan los rápidos y helados vientos del norte; donde los pinares se besan con el cielo y se escucha el canto del jilguero, el cenzontle y el gorrión. Allí donde el suave y cálido viento nos anuncia el trópico, señalando la puerta de tierra caliente, donde se esconden los leopardos, tigres y coyotes; el gato montés y el jabalí (…)

 

 

FABRICIO ESTRADA

 

 

Consigna de los vientos



Nada en el mundo
pudo enseñarnos mejor
que la amarga intuición de la herida.

Así es como aprendimos
a saber de la justicia antes que de la ley,
del mar extendido
antes que del río manso que socava nuestras casas.

Preferimos por lo tanto
abrazarnos a las olas
y señalar de frente a los asesinos.

No somos los hambrientos
que se rompen los dientes
con el pan duro de la filantropía,
ni los sedientos
que se atragantan
con la empozada saliva de los discursos.

Hemos llevado las espigas
a las tierras donde todo alimento se multiplica
y donde sobran manos para esculpir la cosecha.
No llegamos hasta las cumbres
para caer de pronto
llenos del vértigo de los cobardes;
no somos quiénes,
no.

A un paso del camino se yergue
el destino que nuestra propia sombra ha señalado.
Como enjambre de nubes, llegamos
al punto
donde todos los inviernos
revientan
en un millón de pájaros
insurrectos.

 

lunes, 28 de julio de 2025


 

JESÚS GÓMEZ MORÁN

 

 

Ciudad contra la lluvia

Quizás la luz sea una distinta tiranía
Quién sabe cuántas cosas nuevas revelará.
—Ventanas— Constantino Cavafis

  

puertas no quiero
hoy sólo busco una ventana:

es suficiente abrir un párpado
y asomarse a todo misterio
usando el rabillo del ojo,
que la vista cual lanzadera
se eche al mar para que pesque
algo más que estos trozos de silencio
entre una gota y la siguiente;

—(¿de qué lado iré caminando?)—

como ciudad contra la lluvia
descuidada que no ve dónde
va poniendo sus dedos crueles,
salir afuera significa
involucrarse con el crimen
de amor o de muerte ser cómplice
con cierta sombra que al tocarla
se vuelve una estatua salina:

¿qué sentido tendrá con ella
ir de la mano si el simple hecho
de andar se da por descontado?;

hay veces que lo más difícil
es ponerse a mirar la noche,
soltar sobre ella esta lluvia
de pupilas y huecos gritos;

—(¿por cada vivo hay cuántos muertos?)—

trasponer la puerta abre el hoyo
por donde mi cuerpo se pierde:
una ventana abierta en cambio
la mirada sólo extravía;

en esta hora infesta de miedos,
la noche ha sido desflorada
y mis dedos ni rastro tienen
de lubricidad o de sangre:

¿pisaré al menos en las hojas
caídas el signo de un cielo
que habrá que zurcir nuevamente?

sí, mañana
(puertas no quiero,
hoy sólo busco una ventana)

 

 

ALEJANDRO SCHMIDT

 

  

Cuidar la rosa

 

 

llegan los grandes días del no

¿qué hacías con la rosa
dándola al tigre?

¿cómo volverá
ahora?

ahora es necesaria

no llega solo el no

trae encadenado
al emperador de china
a las dolidas señoras del amor

sus cadenas
despiertan la ansiedad

suda el oro

¿por qué no la guardaste en tu boca
con un gorro lupino
un arcabuz?

sí, claro

atendías la fábula
reías
por la llanura envuelta…

también tienen tus ojos
llaves

los días del no

nos serviría
nuestra rosa

su firme mano

bajo el agua de dios.

 

 

De: “Témpanos”

 

 

MIGUEL ÁNGEL ZAPATA

 

  

Ya no tengo ángel de la guarda

 


Ya no tengo ángel de la guarda. Un día inesperado se perdió en la llanura buscando la plenitud y el reposo. A pesar de todo, el movimiento del cielo no cesa todavía. Sigo caminando por el bosque con los ojos abiertos, y a veces siento en el aire una breve eternidad. Pienso que mi ángel de la guarda – por ese inmenso cariño por las islas – está de custodio de las profundidades del mar, que después de todo, es la otra cara del cielo. Sé que no está en el monte Nebo contemplando el tiempo que vendrá. Mi ángel tenía una larga cabellera negra y sus ojos te seguían por todas partes. Cuando iba de paseo en mi bicicleta su cabello era una llamarada de fuego negro que llamaba la atención en todo el vecindario. Nadie la podía ver, excepto mi perro que agachaba la cabeza cuando volaba por encima de los geranios. Ya no tengo ángel de la guarda. Ahora camino solitario por las oscuras calles de los pinos y presiento que alguien todavía me vigila.

 

 

HUGO MUJICA


 

31

 

 

del soplo de tu luz
mi sombra

y
el encendido tatuaje
de tu irte:

nervaduras
abriéndose en mis muros

puertas
rojamente estrechas
—lo que muere al pasar es lo que pasa—

 

 

GRACIELA SALINAS

 

  

Retrospectiva

 


Un hombre verde
me mira
se agazapa detrás
de la memoria.

Me ofrece
morados mirasoles
para ceñirme
una diadema.

Tiemblo y me reconozco
en el espejo.
Amanecí por él.

Mis cabellos
están húmedos
vengo por donde
aconteció la lluvia.

 

RIGOBERTO PAREDES

 

  

Frente en 3D

 

I

Las aulas al aire libre, sin puertas ni ventanas.
Las pizarras de ladrillo y cemento,
pintadas unas, con buen o mal gusto,
y otras sin pintar, bien o mal repelladas.
La luz es del solazo de mediodía,
y la oscurana, de la medianoche:
todo el mundo ojo-al-Cristo,
juntos y revueltos
como profesores, como  alumnos
enseñando-aprendiendo  por igual
las primeras letras
en los cursos intensivos de la Resistencia,
esta gran campaña nacional de alfabetización.

 

II

Quien tenga oídos, que oiga, ¡escuche!:
porque estas primeras  letras
también entran con música.
Karla y los Pavel, Polache y el de Mezapa
se tercian sus guitarras,
afinan sus gargantas
y, mano en la clavija, apuntan
y el mejor tono da certeramente así:
la nota en do de pechos consonantes
y en re de sostenida Resistencia.
La segunda descarga
sale de la báquica flauta de Mariano
y del violín de Sergio.
Y esos allá, detrás de su armadura militar,
esos allá con su música de balas,
y nosotros aquí, cantando
nos tienen miedo porque no tenemos miedo

 

III

Ah, y las mujeres, todas, todas
avanzando a carterazo limpio
entre fusiles y toletes,
gritando a voz en cuello
sus canciones de cuna a la Resistencia.
Unas, con sus hijos de pan en mano,
otras, olorosas a limpio o a nido de amor,
y aquellas, las muy entradas en años,
las abuelas, nietas legítimas
de doña Josefa y la profe Visitación.
Ah, las mujeres, ella
las de antes y después del veintiocho.

 

domingo, 27 de julio de 2025


 

JESÚS GÓMEZ MORÁN

 


 

Cada quien su vida



Reza la oración que Jesús enseñó a sus discípulos:
nadie sabe de qué lado mascan las iguanas,
pero qué tal las lagartijas:

A vista de pájaro, en procesión de sepelio,
una hilera de luces que en la noche
como murciélagos cuelgan.
A la salida del banco un experto en relaciones
públicas rehúye el encuentro franco
con su incómodo conocido.
En una cama de hostal, durante la siesta,
recede un hedor ácido producto
de una sesión de crápula.
Al borde del tianguis una penca de plátanos
bajo el sol se pudre lentamente
de la cáscara al hueso.
Sobre la estepa del altiplano los zopilotes
como agujas de reloj perforan
el crepúsculo espíreo.
A la hora cero de la mañana una mujer al tacto
intenta maquillarse mientras viaja
en un vehículo de redilas.
Fuera de su órbita, en goterones escurre la savia
por el concreto que machuca el tallo
monótono del chayote.

Frente a una primitiva y punzante zozobra
donde todo está por hacerse de nuevo,
hallarás un mundo que espera
le pongas el pie encima.
Así en la tierra como en el cielo,
cada quien su vida,
mi estimada lagartija.

 

ALEJANDRO SCHMIDT

 

  

Por algo será



No están ni vivos ni muertos
están
allá
debajo del farol
en la casita de Dios

yo lo comprendo
(estábamos vivos y muertos)
una patria era el viento

y a vos
cómo te fue con el caudal
y el camalote
de la sangre derramada
aclamada

por algo será

que los llevaban a galpones musicales
y cantaba el jilguero ay! ay! ay!

tarde

tarde

 

 

MIGUEL ÁNGEL ZAPATA

 

  

Ensayo sobre la Rosa

Unas rosas re-raras oh
Oscar Hahn

 


1

Busco siempre rosas raras para mis floreros de barro. Rosas que borren la tinta gris y los colores exagerados del cielo. Rosas que no lloren pero que sientan el vacío de los largos patios de la memoria, las puertas que se han cerrado y esperan una mano para volver a vivir. La lluvia nos moja sin saberlo, y la rosa piensa que tiene voz de oro, no sabe que es sonido de una silaba incolora.

 

2

Los mirlos le carcomen su pecho colorado y siente un dulce dolor inexplicable. La rosa de la ciudad es distinta a la rosa del campo. Una es mundana y le gusta la noche, los avisos luminosos y la gente que la mira con prisa. La otra es como la tinta verde de los geranios y conoce el cielo como su propia muerte. Por eso tal vez siempre busco rosas raras para mis floreros de arcilla: rosas más calladas, menos presuntuosas, rosas de bosque o de patio privado.

 

3

En una época fui repartidor de rosas. Llevaba belleza a las casas. Alegraba los corazones de la gente, y muchas veces vi prenderse las ilusiones tras las puertas y las ventanas. Algunas veces llevé rosas a los cementerios donde la muerte se confundía con la hermosura de la hierba. También traje rosas en floreros de barro, tal vez por eso me atraigan tanto las macetas, los tulipanes y los pistilos de Georgia.

 

4

Mi madre es una rosa llena de ríos. Hermosa curiosidad su piel: una perfecta combinación de canela con miel, sólo comparable con los interminables campos de Chulucanas. Mi madre es una rosa de noventaiseis pétalos bien dispuestos por el algarrobo y el mango. Cada espacio en su lugar: la voz que entona canciones del novecientos y el corazón abierto como una manzana.  Es la rosa más bella de mi jardín.

 

5

En otra época coleccioné una exquisita variedad de rosas. Mis hijas fueron las rosas más bellas de California. Las rosas no caen ni se mueren, en cambio, se levantan como un roble cuando quieren, son el sol y la sombra de cada día: la trenza de las niñas, el sol del ingrato azar.

 

6

A veces pienso en la rosa de Blake y su gozo carmesí, o en los mares interiores de la rosa de Rilke y sus cámaras ardientes respirando el orificio de una tarde vana. Aquí mi lámpara de hierro no sofoca mis inquietudes, ni la ceniza ni la piedra estropea mi fe. Mas allá de todo están las rosas bermejas de Milton y de Borges rozándoles la cara mientras miran un cuadro del Bosco. Después de todo el camino es la piedra o la ceniza.
El florero nos suplica: déjame ver la ceniza, después la rosa.

 

HUGO MUJICA

 

  

8


cicatriz de barro
mura la herida

briznas de pájaro
mi jaula

es mi sombra mi seguirte

 

 

GRACIELA SALINAS

 

 

Asombro

 

Vamos con el rostro en llamas
hijo del silencio enardecido,
colgamos el asombro en la inocencia
que arrastró nuestra caída
poblando de sombra las pestañas.

 

RIGOBERTO PAREDES

 

 

Letra para un himno



De algo que bien pudiera llegar a ser un país;
de un país que no puede ser, todavía,
estoy hablando.

Falta mucho, todo
lo que un país quiere tener:
un nombre, un nombre propio de país;
tierras, mares y cielos del país;
muertos, vivos por un país;
belleza, poetas y animalitos
a salvo en su país.

Un país que no duela sin querer.
Un país que no duela.
Otro país.

Un país que no puede ser, todavía,
es mi país.

 

 

sábado, 26 de julio de 2025


 

CARLOS MARZAL

 


 

La caverna

 


Estas llamas azules que crepitan 
en medio de la casa, maternales, 
este fuego vigía que sostiene 
convulso, el corazón de la madera 
y sacrifica en caridad su entraña 
mientras nos acogemos al amparo 
que prodiga el hogar, 
tal vez proyecte 
en la pared, ilusas, nuestras sombras. 
De espaldas a la cierta luz del día, 
quizá nos complacemos en tinieblas 
sin sospechar que exámine reflejo 
somos de otro reflejo evanescente. 
Reclusos de contento en la impostura, 
somos los prisioneros más extraños. 

No obstante, en este claustro reina un orden, 
hay un talento de habitar las sombras, 
un saber desvalido salvaguarda 
la paz inconsistente en que vivimos. 
Esta caverna equívoca es la casa 
que hemos logrado alzar en la caverna, 
nuestro reino de infancia entre las cosas, 
nuestro maduro fruto en el espacio, 
la terca geometría inteligente 
que ha vuelto la apariencia en su morada. 

Frente a esta chimenea, sin reposo, 
se estremecen eternas las figuras 
de quienes nos habitan clandestinos 
sobre el muro desnudo. 

Demos gracias 
por no alcanzar la luz que vive fuera 
y estar a puro sol con nuestra imagen.