lunes, 2 de diciembre de 2024


 

SILVIO MATTONI

 

 

 


Dos poemas faltantes

 




En la obra completa de un poeta perdido,

que murió joven y dejó terminados

un centenar y medio de poemas,

al final faltan dos por un error

en la impresión del libro; uno se llama

“El camino”, en el índice correcto

figura el título, y el otro ausente

dice: “Dolor por el amor auténtico”.

En medio de los dos, se salvó el penúltimo

que empieza así: “Afuera, allá en lo oscuro”…

Hace cien años que murió el que escribe

y es tan casual que yo lo esté leyendo

como el misterio de las hojas blancas

que me asalta esta tarde. A él la noche

lo acecha en un camino sin foquitos

y le cortará el paso, pero dice

que toda luz es débil, la alegría

y el dato de estar vivo, ante el poder

del desgaste continuo, excepto que

lo quieras. Aunque un afecto real

sigue siendo el camino y cuando duele

es porque en un instante se da cuenta

de que va a terminar. Y si ahora miro

hacia atrás en su libro y en las cosas

que se mueven: las horas, un gorrión,

un gato somnoliento, son testigos

de algo que no podrían comentar,

entonces sólo un móvil permanece:

mi mano que se arrastra sobre la hoja

blanca como un cangrejo acurrucado

que descansó en la almohada a la mañana

y ahora sigue gateando en la blancura

en busca de más años. El poeta

muerto dice que el viento está agitando

las cien hojas de un sauce en su jardín.

Son sus poemas: los únicos salvados

que hablan de lo que crece y ya son verdes,

sin libros ni una mano que los roce.

 

 

JANETH TOLEDO

 

 


 

 

junto hierbas amargas

como quien prepara una pócima

un amuleto

un rito que revierta esta oscuridad

hora donde los bálsamos limpian

marañas de filosos cristales

se impregna un olor

a durazno y rosas

las manos detrás del fruto

que mis hermanas recogen para mí

para este tiempo de aunar

 

la vida es un salmo urgente

 

DANIEL ARELLA

 

 


 

Pies de agua

 

a Anú

 



Mi desangrar es confiar en el filo de la palabra (palabra)

verte necesité crecer hacia adentro como raíz de relámpago negro

tierra viva vitral oscuro triangulabas el dolor en mi pecho

duermevela escondida saliendo de la sonrisa victoriosa

buscando mi mano sus pies son el agua

Pies de agua

haré de este mundo nuestro río

haré de esta sed el mar aunque anochezca

en la noche trabajo mejor con la espuma

es noche esa luz cuando la amaestras

es noche esa luz canto invencible

soy vencido en la gloria mis versos benditos​​ 

es la gloria ser oscuro y pertenecerte

es la gloria vencer la oscuridad vencido

 

 

 

 

DAFNE BENJUMEA

 

 

 


 

 

En la ínsula menor

un pez en la tierra

ligeramente

 

cavaba y cavaba con su gran Cola

 

Merecerá la pena (qué pez)

 

Merecerá la pena

 

 glub glub

 

De la noche

un árbol

al hoyo cayó

 

Sus frutos

brillaban y brillaban

 

La Isla

La Estrella

 

 

MIHAÏ BENIUC

 

 


 

 

De la sombra




Un día, por encima de los años, mi cuerpo

abandonará penas, alegrías,

la sed de ser, el sueño y los ensueños,

y despojándome de todo igual que la serpiente

de su vieja piel,

me deslizaré entre la hierba de los grandes silencios

fantasma de sátiro difunto,

y desde la insondable sombra veré la vida,

ella -con mozas gráciles y labios jóvenes,

y yo- con una copa destrozada en la mano.

Mis canciones, sonoras caracolas,

sin mí se quedarán en el ribazo,

amarillas, azules, rojas, blancas,

las finas espirales agudas hacia arriba.

En algunas, quizás,

los cangrejos de blandas espaldas

se acurrucarán

dejando sus tijeras cortadoras afuera,

temiendo a las estrellas de mar.

Otras, sin embargo,

los niños, dando saltos en la arena,

las alzarán al sol, resplandecientes,

y tal vez

sobre una,

alguna niña

apoyará el oído

para escuchar el son profundo de lo eterno,

en tanto que el ardiente ímpetu del futuro,

de una orilla a la otra,

sobre los continentes,

tejerá sus canciones nuevas sobre las ondas.

¡Ay! Y yo no estaré allí

y de los agujeros de mis órbitas

se escurrirán grandes granos de oscuridad.

Pero las caracolas rojas, gualdas, azules,

que los niños harán danzar al sol,

brillarán más hermosas,

y una muchacha encantará su oído

con la sonora caracola

oyendo el porvenir.

 

PABLO NERUDA

 

  

 

A todos, a vosotros

 



A TODOS, a vosotros,

los silenciosos seres de la noche

que tomaron mi mano en las tinieblas, a vosotros,

lámparas

de la luz inmortal, líneas de estrella,

pan de las vidas, hermanos secretos,

a todos, a vosotros,

digo: no hay gracias,

nada podrá llenar las copas

de la pureza,

nada puede

contener todo el sol en las banderas

de la primavera invencible,

como vuestras calladas dignidades.

Solamente

pienso

que he sido tal vez digno de tanta

sencillez, de flor tan pura,

que tal vez soy vosotros, eso mismo,

esa miga de tierra, harina y canto,

ese amasijo natural que sabe

de dónde sale y dónde pertenece.

No soy una campana de tan lejos, ni un cristal enterrado tan profundo que tú no puedas descifrar, soy sólo

pueblo, puerta escondida, pan oscuro,

y cuando me recibes, te recibes

a ti mismo, a ese huésped

tantas veces golpeado

y tantas veces

renacido.

A todo, a todos,

a cuantos no conozco, a cuantos nunca

oyeron este nombre, a los que viven

a lo largo de nuestros largos ríos,

al pie de los volcanes, a la sombra

sulfúrica del cobre, a pescadores y labriegos,

a indios azules en la orilla

de lagos centelleantes como vidrios,

al zapatero que a esta hora interroga

clavando el cuero con antiguas manos,

a ti, al que sin saberlo me ha esperado,

yo pertenezco y reconozco y canto.

 

domingo, 1 de diciembre de 2024


 

SILVIO MATTONI

 


 

 

La senda del poeta muerto

 



Subiendo desde la orilla del río,

arriba de las playas y las piedras,

está la senda que indica el camino

que cruza la lomita. También sirve

para que los chicos miren las sierras

verdes y amables por donde zigzaguea

la cinta de agua, y más allá unos ranchos

a los que sólo se llega a caballo.

En el punto más alto, piedras chatas

permiten un descanso, y ya entonces

se puede ver en parte el arroyito,

la cascada, la higuera, algunos bosques

de piquillín y tala. Las mujeres, los hombres

se alegran con los cuentos de sus niños

y se inclinan bajo el peso dichoso

de mochilas con todo el equipaje

para varias semanas de campamento.

Del otro lado, la bajada es brusca

y demasiado rápida. De a poco

se ponen verdes los bordes de la senda,

y aunque el musgo y el pasto intenten invadir

la arena y las piedritas tantas veces pisadas,

no lo podrán lograr: apenas tiñen

de oliva y esmeralda su mineral dorado.

Saltan los chicos la primera vertiente

y el sendero se abre en amplios claros

como si recordase la fiesta de llegar

finalmente a la playa de las personas libres

que ahora son leyendas bastante inverosímiles.

No va el camino hacia ninguna casa

ni marca el rumbo de una escuela. Es raro

ver a un niño ahí solo, la mirada

únicamente atiende al suelo para

poder trepar y después bajar sin

que haya resbalones o tropiezos.

El sendero parece y aparenta

conducir a un lugar imaginario

adonde alguna vez todos quisieron

ir y quedarse; hasta que de repente

llega a su fin la loma y se hace un prado.

 

 

GEMA SANTAMARÍA

 

 

 

 

Entrevista a una experta en violencia

 



Así que díganos,

¿de qué color es la herida que resulta de un golpe a puño cerrado

precedido por el enojo (también cerrado)

del otro que se avecina y se lanza contra el cuerpo de aquel

que de ahora en adelante ocupa la categoría científica de “víctima”?

 

¿Cuál es el ritmo de la respiración?

¿A qué sabe la saliva cuando el cuerpo siente el miedo

subírsele a la garganta como una fiera adolorida?

Será cierto que la boca se pone agria y un tanto seca y un

poco tensa al punto de volverse un temblor involuntario.

 

¿Y los ojos?

¿Qué hacen los ojos ante el golpe?

Se cierran o más bien se dilatan,

queriendo quedarse quietos y abiertos

como para escapar la pesadilla que no puede ser abandonada

puesto que no hubo ni habrá sueño.

Todo es un día que se muerde la cola y no inicia ni termina,

pero solo da vueltas y vueltas y vueltas

y aquello que se revuelca en el centro más duro

de esas volteretas

es la persona misma diciendo para sí: abre los ojos.

¿Y las rodillas?

¿Cierto que pierden su firmeza

que el hueso deja de ser una piedra de complejo mecanismo

para volverse suave, torpe y llenarse toda de agua,

que las piernas se convierten en cuatro músculos

desesperados, extraviados:

el sostén del cuerpo vuelto una suave y líquida cobardía?

 

¿Y el estómago?

¿Cuánto tarda en revolverse,

en convertirse en un espasmo,

en una sola náusea?

 

¿Y cuál es el sonido que nace del dolor, físico e inescapable,

de aquel que ha sentido el calor de una herida en la cara,

en las mejillas,

cuál, la urgencia que transmite?

 

Así es que díganos:

a qué huele la muerte

cuánto pesa la muerte

dónde se escribe muerte

dónde se entiende muerte.

 

¿Cómo es que se llamará su próximo artículo?

 

 

JANETH TOLEDO

 

 


 

 

recojo con devoción la flor lastimada

jirones de piel curtida

magulladura

restos clavados en la sequedad

 

mi cuerpo

todo un tejido de fibras que desgarran

retazos de extrañas pústulas

de líquenes enrojecidos

que se expanden como un presagio

como un hilo de seda

me atrapan

se encogen sobre mí

en su intento de ovillarse

 

 

De: Lugares rotos

 

DANIEL ARELLA

 

 


 

Rostro de nadie



Escribir poemas es dar la cara

pero un poema no es todavía un rostro

Y si es verdad que al loco lo traiciona el rostro

al poema lo traiciona la cara

y al loco lo traiciona el poema

y el poema los traiciona a todos

El poema es cara o cara, no hay azar, eso es todo

Cada arruga de ese rostro es un verso de ese poema

Cada cicatriz de ese rostro en un verso de ese poema

Cada marca de dolor de ese rostro es un verso de ese poema

Cada cortada de ese rostro es un verso de este poema

La nada no es la resignación perfecta

La nada es la perfecta responsabilidad

Nada de blanca ceniza

nube de amor sin soledad

perdida en la miel

es luz anterior a la luz

no es ausencia

una colmena de relámpagos

un cielo hecho de tierra

es el espíritu que se hizo cuerpo y memoria para esperarte

 

De: Anatomía del grito

 

 

DAFNE BENJUMEA




 

Lleno de acacias niiiigras

no masticas, engulle, la Bestia

 

Sentada

mis pies

no rozan el suelo

no saben

 

Cada voz

 un susto

hurones

 a la fuga

 

Horizontal

yerma llanura

de silencio y costumbre

hasta que una salvación

parecida a una cigüeña oscura

me agaRRa con fuerza me lleva con fuerza

y mi zapatito de cuero

c

a

a

a

a

e

 

 

desde lo alto

 

Apenas se oye

 

 

MIHAÏ BENIUC

 

 


Canción de amor

 

 

Ven, canción de amor,

desde el corazón de los elementos

sobre el ala de la tormenta

con el aullido de la tempestad,

 ven desde los abismos de la noche,

a caballo sobre los torbellinos

con el hervor de las aguas profundas,

 que te llevan los pastores del aire

en tropeles de estrellas

 ladradas por el trueno.

Ven, torbellino de fantasmas,

carro de nubes

fustigado por el relámpago

roto sobre el espinazo

de las tinieblas.

Ven, toro del crepúsculo

 rasgado por el diente de la luna,

hoz surgida de las encías del celo.

Ven,

conmoción de la aurora

con la aureola del sol sobre la cabeza,

despierta

al nenúfar del lago,

la tórtola en el nido,

la voz de la fábrica en su pecho de metal,

el niño en los brazos del sueño,

 desliga a los borrachos de las heces del vino,

las enamoradas de los enlazamientos de la carne,

las abejas

del calor del panal.

Ven sobre mil senderos,

nieves fundidas,

lluvias mezcladas de sol,

hierbas invasoras, esplendor de los campos,

hojas caídas,

racimos vendimiados, aplastados en el lagar,

balbuceo del mosto en los toneles,

y cristalízate de un golpe

en tres palabras

murmuradas por el hombre al oído de la amada,

envueltas en el beso,

apenas comprendidas,

frágiles y cálidas:

Estoy cerca de ti.