El
hábito del monje
El
poema, en los márgenes, cierne palabras
hasta
que encuentra esas que
dicen.
Ni
siquiera le hace falta pronunciarlas, mencionarlas.
¿Dijo
«bola de fuego» o «haz de luz»
el
primer
sapiens
que vio un cometa?
Seguro
pensó palabras,
las
cernió en esa red que llamamos conciencia,
tal
vez balbuceo algo parecido a la palabra «cometa».
Nunca
lo sabremos.
Las
últimas palabras que me dijo mi padre
fueron
«papá».
Sonreía,
como una lluvia débil.
Podría
haberme llamado por mi nombre,
por
esa palabra que me identifica,
pero
no lo hizo.
El primer sapiens
que vio un cometa
quizá
estaba al borde de un rio, bebiendo,
viendo
su cara homínida sobre el agua
creyendo
que sería eterno,
hasta
que vio el cometa al verse.
¿El
poema es el agua que se lleva el reflejo
de
lo que creemos que somos?
Así
como el hábito no hace al monje,
el
hijo no hace al padre
hasta
que él nos llama por su nombre.
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