Por
qué no hablo de flores cuando las conversaciones con mi hermano llegan a
silencios incómodos
Perdónenme, guerras distantes, por traer
flores a casa.
Wislawa Szmborska
En
las montañas de Cachemira,
mi
hermano tiroteó a muchos hombres,
hizo
estallar cráneos en pieles morenas,
tiñó
de carmesí la blanca arena del desierto.
¿Qué
se puede decir a un hombre
que
ha recorrido un mundo así,
cuyas
manos y cuyos ojos
lo
han traicionado?
¿Había
flores por allá? Pregunté
Esta
fue su respuesta:
En
una aldea, una turba de hombres
envolvió
a una mujer en sábanas.
La
mujer no se resistió.
Sus
pies descalzos se arrastraban en el polvo.
La acostaron
sobre el camino
y la
apedrearon.
El
primer hombre era su padre.
Lanzó
dos piedras, una tras otra.
En
el camino, el hermano de la mujer
le
había llenado los bolsillos de piedras.
La
multitud era un enjambre
de
abejas trastornadas. La andanada
de
piedras contra su cuerpo
ahogó
sus gemidos.
La
sangre estalló en las sábanas
como
un racimo de violetas,
como
cien rosas en flor.
Versión
de Francisco Larios
No hay comentarios:
Publicar un comentario