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Pequeño
mapa para llegar a Oku
Una
silla y una mesa
ante
el jardín
¿Una
terraza con sombra?
Es
un alto balcón
hecho
de años y atención
adornado
por algarabías
gorjeos,
cantaves
Desde
esta altura
miro
la ciudad
como
un lago petrificado
En
lo alto de la montaña
soy
montaña
El
sol quema la superficie
de
mis piedras
el
zumbido de las chicharras
hiere
el oído demoniaco del mediodía
No
hay reloj
Las
horas se miden por la luz
a la
luz las nubes le van poniendo grados
Sube
el calor como el humo de un incendio
aislado
en las montañas
Llegan
hasta aquí los ecos de las noticias
con
su olor a yesca recién quemada
Mañana
-me anuncia con su carcajada
un
pájaro—
vendrán
unos amigos
Ayer
nos visitó una pareja
de
aves azules con largas colas brillantes
Miro
la tierra en el sonido del viento
que
pasa entre las ramas del bambú
A lo
lejos el motor de una avioneta
pone
al cielo de esta tarjeta postal un timbre
Ayer
viajé tinta adentro
por
un antiguo mapa venerable
La
maleza de la caligrafía japonesa
no
me impidió visitar lugares y santuarios
Iba
siguiendo a un par de hombres:
uno
le abría paso a otro
como
si fuese un maestro
–lo
era
Los
vi recoger como guijarros
vistas
instantáneas del camino
A
cada trecho
se
detenían a saludar
aquí
un insecto
allá
una gota trémula
posada
como mariposa
sobre
una hoja
Abrían
sus cuadernos
de
vez en cuando
y
volaban hacia adentro
con
pesadas alas de tinta negra
Yo
los seguía en su camino
En
aquel bosque fanstasma
entrevisto
desde el balcón de mi terraza
no
veía ni oía yo a nadie
salvo
el canto sordo
de
los acentos
sobre
las vocales
Un
pájaro canta
detrás
de otro
jugando
a las escondidas
Los
troncos gimen
No
me siento ajeno
al
canto del gallo
que
saluda en la madrugada a la tierra.
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