"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 31 de marzo de 2016
ANA ISTARÚ
Vida
Vida:
sella mi pacto contigo.
Hunde tus brazos azules
por el arco de mi boca,
derrámate como un río
por las salobres galerías de mi cuerpo, llega
como un ladrón, como aquel
al que imprimen en la frente de improviso
el impacto quemante de la dicha,
como quien no puede esconder más bajo el abrigo
una noticia magnífica y quiere reírse solo,
y está el amor que se le riega por los codos
y todo se lo mancha,
y no hay quien lo mire que no quiera
besar dos veces las palmas de sus manos.
Vida: asómate a mi carne, al laberinto
marino de mi entraña,
y atiende con arrobo irreprimible
a este niño infinitesimal
urdido por el cruce de fuego de dos sexos.
Por él he de partir en dos mi corazón
para calzar sus plantas diminutas.
Vida: coloca en su cabeza de la altura de un ave
el techo de tu mano. No abandones jamás
a este cachorro de hombre que te mira
desde el sueño plateado de su tarro de luna.
Coloca, con levedad silvestre, tu beso inaugural
en sus costillas de barquito de nuez. No lo abandones,
es tu animal terrestre, el puñado de plumas
donde se raja el viento.
Vida: acoge a esta criatura
que cabe en un durazno.
Yo te nombro en su nombre su madrina.
Alzo por ti mi vientre.
Vida: abre los brazos.
sella mi pacto contigo.
Hunde tus brazos azules
por el arco de mi boca,
derrámate como un río
por las salobres galerías de mi cuerpo, llega
como un ladrón, como aquel
al que imprimen en la frente de improviso
el impacto quemante de la dicha,
como quien no puede esconder más bajo el abrigo
una noticia magnífica y quiere reírse solo,
y está el amor que se le riega por los codos
y todo se lo mancha,
y no hay quien lo mire que no quiera
besar dos veces las palmas de sus manos.
Vida: asómate a mi carne, al laberinto
marino de mi entraña,
y atiende con arrobo irreprimible
a este niño infinitesimal
urdido por el cruce de fuego de dos sexos.
Por él he de partir en dos mi corazón
para calzar sus plantas diminutas.
Vida: coloca en su cabeza de la altura de un ave
el techo de tu mano. No abandones jamás
a este cachorro de hombre que te mira
desde el sueño plateado de su tarro de luna.
Coloca, con levedad silvestre, tu beso inaugural
en sus costillas de barquito de nuez. No lo abandones,
es tu animal terrestre, el puñado de plumas
donde se raja el viento.
Vida: acoge a esta criatura
que cabe en un durazno.
Yo te nombro en su nombre su madrina.
Alzo por ti mi vientre.
Vida: abre los brazos.
EUGENIO DE NORA
Adiós
¿Recuerdas? Era así. Césped de alfombra
florecía en colores dulcemente,
y en la vibrante y tibia y clara sombra
era verdad tu cuerpo adolescente.
Dorados, rosas, blancos, tus vestidos:
gaviotas de aquel cielo, extenuadas
por adioses inmensos, sólo oídos
en mis remotas playas deslumbradas.
¡Adiós, amor! Tu fuego ya en mi pecho.
¿Dónde el mundo y su forma, luz gozosa?
¡Huye, cintura breve, astro deshecho,
opaca ya en tu piel la luz hermosa!
Nada quedaba, boca. Así fui hecho
a la furia: besar un ascua rosa.
¿Recuerdas? Era así. Césped de alfombra
florecía en colores dulcemente,
y en la vibrante y tibia y clara sombra
era verdad tu cuerpo adolescente.
Dorados, rosas, blancos, tus vestidos:
gaviotas de aquel cielo, extenuadas
por adioses inmensos, sólo oídos
en mis remotas playas deslumbradas.
¡Adiós, amor! Tu fuego ya en mi pecho.
¿Dónde el mundo y su forma, luz gozosa?
¡Huye, cintura breve, astro deshecho,
opaca ya en tu piel la luz hermosa!
Nada quedaba, boca. Así fui hecho
a la furia: besar un ascua rosa.
HUMBERTO JARRIN
Sueño
confundido
Había
sembrado mis ojos
en el
sueño
pero
los confundió la muerte
entre
sus semillas
—germinó
silenciosa, oscura—
ahora
despierto como muerto
y
llevo mi sueño
hecho
pesadilla.
De: Breviario de amor oscuro.
CONSTANTINO KAVAFIS
A la
entrada del café
Algo que dijeron al lado mío
dirigió mi atención a la entrada del café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado con su más consumada experiencia
plasmando sus armoniosas formas con alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus manos
un sentimiento en la frente, en los ojos, y en los labios.
Algo que dijeron al lado mío
dirigió mi atención a la entrada del café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado con su más consumada experiencia
plasmando sus armoniosas formas con alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus manos
un sentimiento en la frente, en los ojos, y en los labios.
Versión de Miguel Castillo Didier
OMAR SANTOS
Peticiones
A la
piedra olvidada por el sueño
Al
muro que mostró la sangre del libro y el cordero
Al
relámpago que escondió los abrazos del valle
A la
fogata del débil que vino del relato
Al
estallido que obsequió nuevas noches a la quimera
Al
retorno de la maga y los esbirros
A las
promesas que se aceptaron en el vientre libertino
Al
siglo del atavismo y las mazmorras
Al
país del engaño y las prohibiciones
Pídele
el reposo del templo y la lámpara
Pídele
el proverbio que descifra al vencido.
VICENTE GERBASI
Mi tierra
En la yerba tostada por el día, el sueño del caballo
nos rodea de flores, como el dibujo de un niño,
mientras la fruta cae del espeso follaje plateado,
que tiembla y brilla en las cigarras de una luz solitaria.
¿En qué edad vivo, ahora que atravieso esta soledad de fuego,
esta tristeza donde muge el toro en lontananza, esta nostalgia
donde el cacto crece entre las colinas y va hasta el horizonte,
esta monótona melancolía de la paloma torcaz, escondida,
aquí junto al río, más allá, no se sabe dónde, junto a la muerte,
bajo el cielo límpido que transporta alguna nube ardiente?
Ando entre derretidos espejos donde la flor se desfigura,
donde la miel resbala con el cuerpo deforme de los árboles,
por donde el ave pasa con un efímero temblor de iris.
La tierra muestra sus rojas heridas, sus pedruscos, sus cuevas,
sus grandes hormigas, sus gruesas hojas aceitosas, sus palmas,
sus viviendas de barro, donde el hombre cuelga su guitarra.
La gente seca en el viento del sol pieles de toro,
muele el maíz, hace el almidón, teje la fibra dorada,
mas anda como invisible, en silencio, en la pesadumbre,
en el humo del tabaco, buscando yerbas medicinales,
Interrogo y no recibo respuesta, y sólo alguna voz,
desde una puerta oscura que guarda la pobreza,
me dice: "Cuídate de la muerte en estos campos de la soledad",
y vuelve a esconderse, mientras el viento mueve sus llamas,
y levanta el polvo entre las resecas espigas,
entre los ancianos que permanecen sentados junto a la ceniza.
Nada de hecho, sólo siento el sol, silbar la serpiente;
nada he dicho aún, sólo sé que amo esta gente sonámbula,
que del mundo sólo conoce esta tierra roja, estas colinas rojas,
donde crece la vegetación más amarga y sedienta.
Nada sé, sólo oigo pasos, voces y cantos quejumbrosos,
y por la tarde veo que llevan un ataúd hacia la noche.
nos rodea de flores, como el dibujo de un niño,
mientras la fruta cae del espeso follaje plateado,
que tiembla y brilla en las cigarras de una luz solitaria.
¿En qué edad vivo, ahora que atravieso esta soledad de fuego,
esta tristeza donde muge el toro en lontananza, esta nostalgia
donde el cacto crece entre las colinas y va hasta el horizonte,
esta monótona melancolía de la paloma torcaz, escondida,
aquí junto al río, más allá, no se sabe dónde, junto a la muerte,
bajo el cielo límpido que transporta alguna nube ardiente?
Ando entre derretidos espejos donde la flor se desfigura,
donde la miel resbala con el cuerpo deforme de los árboles,
por donde el ave pasa con un efímero temblor de iris.
La tierra muestra sus rojas heridas, sus pedruscos, sus cuevas,
sus grandes hormigas, sus gruesas hojas aceitosas, sus palmas,
sus viviendas de barro, donde el hombre cuelga su guitarra.
La gente seca en el viento del sol pieles de toro,
muele el maíz, hace el almidón, teje la fibra dorada,
mas anda como invisible, en silencio, en la pesadumbre,
en el humo del tabaco, buscando yerbas medicinales,
Interrogo y no recibo respuesta, y sólo alguna voz,
desde una puerta oscura que guarda la pobreza,
me dice: "Cuídate de la muerte en estos campos de la soledad",
y vuelve a esconderse, mientras el viento mueve sus llamas,
y levanta el polvo entre las resecas espigas,
entre los ancianos que permanecen sentados junto a la ceniza.
Nada de hecho, sólo siento el sol, silbar la serpiente;
nada he dicho aún, sólo sé que amo esta gente sonámbula,
que del mundo sólo conoce esta tierra roja, estas colinas rojas,
donde crece la vegetación más amarga y sedienta.
Nada sé, sólo oigo pasos, voces y cantos quejumbrosos,
y por la tarde veo que llevan un ataúd hacia la noche.
miércoles, 30 de marzo de 2016
LARISSA ORELLANA
III
Primavera regresa
con nieve en el alma,
una crisálida invisible
y árboles callados.
De: Primavera blanca.
LÊDO IVO
El
portón
El
portón se abre el día entero
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama blanca como la vía láctea
es breve para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatenta
derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.
Soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo.
Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,
respira los perfumes de la tierra y el océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar que deterioran los navíos,
el silbo negro del tren entre hogueras,
la mancha que oscurece el tambor de queroseno.
Si antes de dormir cierro mi portón
en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche y conoce el camino, igual que los muertos
que aunque jamás verán, saben dónde estoy
–cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
se agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario y respiran el aire de la noche que huele a jazmín
y a dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.
¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.
En vano fue que al anochecer pensara en dormir
solo
protegido por el alambre de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.
Aunque mi portón amanece cerrado
sé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,
y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.
Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama blanca como la vía láctea
es breve para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatenta
derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.
Soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo.
Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,
respira los perfumes de la tierra y el océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar que deterioran los navíos,
el silbo negro del tren entre hogueras,
la mancha que oscurece el tambor de queroseno.
Si antes de dormir cierro mi portón
en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche y conoce el camino, igual que los muertos
que aunque jamás verán, saben dónde estoy
–cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
se agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario y respiran el aire de la noche que huele a jazmín
y a dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.
¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.
En vano fue que al anochecer pensara en dormir
solo
protegido por el alambre de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.
Aunque mi portón amanece cerrado
sé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,
y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.
Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres
LETICIA CARRERA
Ser
de este tiempo
Cubres
mis ojos.
Platicamos
durante dos horas.
El
café se toma fuerte y sin azúcar.
Los
silencios son cobijas.
Las
miradas no se cruzan.
Caminamos.
Hablamos
un idioma común.
La
carcajada es picante.
Mañana
es nosotros.
Esperar
un minuto las palabras.
Regalar
los sueños propios.
La
casa nos habita.
El
tacto nos revela.
La
tranquilidad es entraña.
Hoy es
regalo.
RENEÉ ACOSTA
En la
biblioteca de Tokio
En la
biblioteca de la escuela imperial de Tokio
hay
un libro donde un niño dejó en 1958
una
mariposa muerta en uno de los poemas
de
Saito Mokichi por la muerte de su madre
En
1962, una estudiante pidió de préstamo
ese
mismo libro y colocó una flor junto
a la
mariposa, dos días después de la muerte
de su
madre
En
1968, un profesor de literatura japonesa
del
siglo XX, pidió el libro para impartir
su
clase
leyó
solamente las primeras páginas
porque
tenía prisa y devolvió el libro
Ese
mismo año un estudiante pidió el libro
encontró
la mariposa y se llevó la flor
mientras
que la mariposa permaneció
otros
años más en los libreros
indescifrada
con los signos
CARMEN INÉS PERDOMO
Sentencia
Invento
tu piel,
como
el fuego que nace en mis pupilas.
Hoguera,
labios pálidos,
voces olvidadas.
La
muerte me diluye en tu cuerpo.
MOISÉS VEGA
Habrá
otros días bajo el castaño
para
oírnos correr entre las hojas
otra
será la sangre contenida
sobre
las voces de la tierra
habrá
otros senos maduros y dóciles
donde
descansar la cabeza
y
también ese dolor será en vano
De: Namasaga
martes, 29 de marzo de 2016
ANA MARÍA JUANA ROJAS
Hoy
necesito
Hoy necesito
soñarme
hacerme
deshacerme
volver
siempre
a mi orilla
a mi orilla
ser
río.
Continuar.
HUMBERTO JARRIN
VI
Entra
a mis brazos,
cabes
como
el agua en la forma,
a mi
boca entra,
cabes
como
al viento el aroma,
a mi
pecho entra,
hecha
aire, suspiro, palabra, toda,
no
más alas
que
se agiten fuera,
a mi
vientre entra,
sos
claridad, semilla ardida
que
del fuego brota.
CONCHA LAGOS
Enamoradamente
he vuelto la cabeza,
allí, por la mañana de luz y de claveles,
con la viva alegría
del viajero que vuelve al lugar deseado.
allí, por la mañana de luz y de claveles,
con la viva alegría
del viajero que vuelve al lugar deseado.
Enamoradamente
por los altos balcones,
entre jardines tibios, con risas de muchachas
que ya están presintiendo el roce del amor.
entre jardines tibios, con risas de muchachas
que ya están presintiendo el roce del amor.
Lanzad,
lanzad los lazos. Sujetadlo con bridas.
Es el amor, cogedle. No perdáis un instante.
Es el amor, cogedle. No perdáis un instante.
OMAR SANTOS
Pertenencia
Perteneces
a los libros de la ausencia,
a la
patria que se mira
desde
los escombros.
Vives
en la palabra de los páramos,
en la
herida que somete,
en la
daga que asusta
a las
aves del relato.
No
sólo congregas a las filosofías
del
cardo,
a la
tribu enloquecida.
Tu
costumbre es un interminable soliloquio
que
repites sobre los epitafios.
Tienes
en tus manos la oscuridad del fruto,
la
ceniza que burla,
el
manantial turbio
donde
lavan su enfermedad los dioses.
Tienes
el ayuno y el talismán del enemigo,
lo
que el rebelde solloza ante el cristal.
Ignoran
la ofensa, no saben
más
de la incapacidad.
Ya ni
voltean a ver la piedra
de
los castigados
o la
enorme hiedra que cubre la fuente.
Conformes
se entregan a la libertad
de la
palabra o al prodigio del polvo.
En el
solar comparten sus pergaminos
acerca
de la doncella,
el
antiguo escapulario de sus hazañas.
A
veces los muertos creen que el amor
es
una criatura débil que llegará por su lámpara,
a
veces los muertos piensan que llegará el aroma,
el
cascabel inconfundible de la amada,
y
dormirán tranquilos, y pensarán en la salvación.
EUGENIO DE NORA
Una vez más tu látigo de fuego,
¡déspota de la sangre! , y adelante.
Tu música brutal de mar furioso
que el mundo toca, ¡y adelante!
¡Oh Capitán! Tú sabes que en la sombra
velé y velé mi guardia, cada noche,
y que nunca cedí. Que el medio día
no sonó a calma para mí. Que siempre
que tu voz me llamó, presente estuve,
pronto a mí guerra. Que la primavera,
rosa o mujer, no adormeció mi anhelo:
tú sabes, Capitán, que el mundo es breve
para tu voz Y para mi destino.
Y, por eso quizá...
Es madrugada,
Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?...
Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño...
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?
¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!
Pero luchar, amar, poseer la gloria,
¿es madurar el hombre hacia lo eterno?
¡No es vida, mi Demonio, lo que pido;
quiero inmortalidad y permanencia!
¡No! Sólo a Dios, a Ti, mi Dios oculto,
mi silencioso Dios, es a quien quiero,
¡Tú, mi Libertador!
Nunca el tirano
restallaría su látigo en mi sangre
si ella creyera en Ti como yo creo.
Pero la sangre es monte y viento y mar,
es loba, o savia de la tierra ardiente,
y ama su carne, mi Señor, la forma
que el tiempo nutre, la belleza vana.
Más Tú lo sabes, Dios. Que no te olvido,
que a tu gloria combato. Que si amo
a mi sangre, a las dulces criaturas
que, de sangre también, hacen tu mundo,
es por tuyas, mi Dios. Dame el destino
de confiar en Ti, y cuanto haga
según mi sangre mientras dure el tiempo,
en tu gracia florezca.
¡Entonces llega,
oh Capitán de fuego, y nunca cese
tu mandato imperioso, y mi batalla!
Quiero creer, ¡También la vida es santa!
Y aunque vano es el mundo y sus criaturas,
y es Dios quien quiero que jamás me olvide,
¡Déspota, ordena! Y que mi amor disperso
me dé inmortalidad y permanencia.
¡déspota de la sangre! , y adelante.
Tu música brutal de mar furioso
que el mundo toca, ¡y adelante!
¡Oh Capitán! Tú sabes que en la sombra
velé y velé mi guardia, cada noche,
y que nunca cedí. Que el medio día
no sonó a calma para mí. Que siempre
que tu voz me llamó, presente estuve,
pronto a mí guerra. Que la primavera,
rosa o mujer, no adormeció mi anhelo:
tú sabes, Capitán, que el mundo es breve
para tu voz Y para mi destino.
Y, por eso quizá...
Es madrugada,
Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?...
Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño...
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?
¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!
Pero luchar, amar, poseer la gloria,
¿es madurar el hombre hacia lo eterno?
¡No es vida, mi Demonio, lo que pido;
quiero inmortalidad y permanencia!
¡No! Sólo a Dios, a Ti, mi Dios oculto,
mi silencioso Dios, es a quien quiero,
¡Tú, mi Libertador!
Nunca el tirano
restallaría su látigo en mi sangre
si ella creyera en Ti como yo creo.
Pero la sangre es monte y viento y mar,
es loba, o savia de la tierra ardiente,
y ama su carne, mi Señor, la forma
que el tiempo nutre, la belleza vana.
Más Tú lo sabes, Dios. Que no te olvido,
que a tu gloria combato. Que si amo
a mi sangre, a las dulces criaturas
que, de sangre también, hacen tu mundo,
es por tuyas, mi Dios. Dame el destino
de confiar en Ti, y cuanto haga
según mi sangre mientras dure el tiempo,
en tu gracia florezca.
¡Entonces llega,
oh Capitán de fuego, y nunca cese
tu mandato imperioso, y mi batalla!
Quiero creer, ¡También la vida es santa!
Y aunque vano es el mundo y sus criaturas,
y es Dios quien quiero que jamás me olvide,
¡Déspota, ordena! Y que mi amor disperso
me dé inmortalidad y permanencia.
CONSTANTINO KAVAFIS
Buen tiempo, mal tiempo
Me alegra que se vaya
el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.
Me alegra que se vaya
el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.
Versión de Miguel Castillo Didier
lunes, 28 de marzo de 2016
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
Palabras para Julia
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija
mía, es mejor vivir
con la alegría de los hombres,
que llorar ante el muro ciego.
con la alegría de los hombres,
que llorar ante el muro ciego.
Te
sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido.
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé
muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto,
que es un asunto desgraciado.
que la vida no tiene objeto,
que es un asunto desgraciado.
Entonces
siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
Un
hombre sólo, una mujer
así, tomados de uno en uno,
son como polvo, no son nada.
así, tomados de uno en uno,
son como polvo, no son nada.
Pero
yo cuando te hablo a ti,
cuando te escribo estas palabras,
pienso también en otros hombres.
cuando te escribo estas palabras,
pienso también en otros hombres.
Tu
destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos.
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos.
Otros
esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.
Entonces
siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
Nunca
te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La
vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos.
como a pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos.
Por
lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname,
no sé decirte
nada más, pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
nada más, pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y
siempre, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
ARMANDO ROMERO
Mi
infancia
Yo
también al desaparecer mi infancia estuve presente. Con un grueso hato de
oraciones y un látigo sibiloso se cortó esa calle por donde arrastraba las
piedras o buscaba escarabajos. No dijo de azules begonias ni de las otras
matas en el patio, se fue como trepando por esa escalera que llevaba al
abovedado. Se arrepintió de una mirada furtiva a los senos de la niña vecina y
aplastó el cigarrillo contra uno de los postes del alumbrado. Mi infancia ya no
estaba allí cuando vino el radiopatrulla a buscarla.
HÉCTOR DE PAZ
Día
13
Viví
engañado:
“en
todo caracol
habita el mar”
habita el mar”
me
dijeron
desde niño
desde niño
pero
estaba
el eco
de tu voz.
estaba
el eco
de tu voz.
De: Bitacora de sal tatuada
CHARLES BAUDELAIRE
A la que pasa
La avenida estridente en torno de mí aullaba.
Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa,
pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa
Casi apartó las puntas del velo que llevaba.
Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa,
Me hizo beber crispado, en un gesto demente,
En sus ojos el cielo y el huracán latente;
El dulzor que fascina y el placer que destroza.
Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza,
Por tu brusca mirada me siento renacido.
¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido?
¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza.
Nunca estaremos juntos. Ignoro adónde irías.
Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías.
Versión de José Emilio Pacheco
La avenida estridente en torno de mí aullaba.
Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa,
pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa
Casi apartó las puntas del velo que llevaba.
Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa,
Me hizo beber crispado, en un gesto demente,
En sus ojos el cielo y el huracán latente;
El dulzor que fascina y el placer que destroza.
Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza,
Por tu brusca mirada me siento renacido.
¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido?
¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza.
Nunca estaremos juntos. Ignoro adónde irías.
Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías.
Versión de José Emilio Pacheco
ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR
Fue en Los Robles donde ella, que sabía...
Fue en Los Robles donde ella, que sabía,
Dijera la verdad. Aquella noche
Estaban dadas todas las estrellas.
Tiempo de suspirar juntas las bocas.
Parpadeaba una luz, alguien volvía
A hacer la hoguera frente a la caverna.
Marcharon entre armas a la gloria.
Nada en su cuerpo, suave como el agua,
Anunciaba los hijos de su cuerpo.
Era toda alma en la soñada cama,
Era un incendio, era una primavera,
Una muchacha azul bajo la lluvia,
Una bahía en quien entrar a gritos,
Una bandera ondeando en el combate,
Una batalla de azucenas cálidas.
Era ella.
Fue en Los Robles donde ella, que sabía,
Dijera la verdad. Aquella noche
Estaban dadas todas las estrellas.
Tiempo de suspirar juntas las bocas.
Parpadeaba una luz, alguien volvía
A hacer la hoguera frente a la caverna.
Marcharon entre armas a la gloria.
Nada en su cuerpo, suave como el agua,
Anunciaba los hijos de su cuerpo.
Era toda alma en la soñada cama,
Era un incendio, era una primavera,
Una muchacha azul bajo la lluvia,
Una bahía en quien entrar a gritos,
Una bandera ondeando en el combate,
Una batalla de azucenas cálidas.
Era ella.
domingo, 27 de marzo de 2016
VICENTE GERBASI
Mi
padre el inmigrante
V
y me recojo en una tristeza inmóvil;
como una bandera que ha olvidado el viento.
Por mis sentidos pasan ángeles del crepúsculo
y lentos me aprisionan los círculos nocturnos.
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Escucha. Yo te llamo desde un reloj de piedra,
donde caen las sombras, donde el silencio cae.
ÁLVARO RODRÍGUEZ TORRES
Para
alguien que aún no regresa en el tiempo I
Tu
amistad como un amor no menos lúcido,
una
marea que desobedeciera a la luna;
días
de aguas altas hasta cubrir las rocas,
y
luego ?enfática- la resaca.
Pero
la sangre sabe,
ninguna
levedad impugna su destreza;
de lo
vivido en aquellos días
quedan
en verdad algunos momentos,
ya la
invulnerable a la mala memoria
ya
las pretensiones del tiempo.
FRANCISCO HILARIO SAAVEDRA BARRIOS
De
los que se han ido pero siguen presentes
Sobre
el pedestal temblando
de
rojos atardeceres.
Se
avista la mirada que busca
y se
agrietan los sueños
¿Será
el destino, será la aurora?
O el
silencio que sucumbe y cae
y
tiñe de olvidos que no llegan.
No sé
si la mañana se hizo lágrimas
de
rocíos que lamen mi lengua.
Hoy
mis ojos avistan lejanías.
Hoy
todo se hace carne.
Aún
los diminutos segundos
que
blasfeman misericordias.
Ponme
un clavel blanco a mis alas
y
perfuma el recuerdo que trae.
Y
cuando te hagas presente,
desde
el vacío.
Dame
el abrazo que nunca diste.
Sé de
mis recuerdos...
Esa
luz que persiste y alumbra.
LARISSA ORELLANA
IV
Le digo a mi sombra
que existe una manera
de rescatar el bosque.
En mi corazón
están las semillas.
Le digo a mi sombra
que existe una manera
de rescatar el bosque.
En mi corazón
están las semillas.
De: La lluvia del bosque.
ÁLVARO RUIZ FERNÁNDEZ
De
“un hombre solo en una casa sola”.
A Jorge Teillier.
No
fuimos capaces de incendiar la casa
reducirla
a cenizas
e
irnos a los bosques
sin
miedo
Tarareando
viejas canciones irlandesas
como
aquella del marinero borracho
shanties
extraídos de viejos cancioneros celtas
por
los caminos polvorientos del estío
por
alamedas que llevaban a la plaza del pueblo
donde
las muchachas pretendían tu corazón de alondra
ahora
cubierto por un frío bolsillo depositario
de
estampas y angelicales medallas protectoras
en un
bar de la calle Nueva York.
Con
la misma canción aquella en el oído
¡qué
vamos a hacer con el marinero borracho!
cruzando
los brazos sobre la mesa de un otoño en la ventana
con
toda la oblicuidad de la luz en el rostro.
ARGENTINA CASANOVA
De
lejos se ve el mar.
La tempestad se fue pero quedó la furia,
llevó las aguas más adentro
lejos de la costa el mar se revolvía en su fracaso
dejó medusas y caracolas a la deriva
Todos miramos la desnudez absurda de la playa sin el mar
las aves migraron apenas antes del abismo de la oscuridad
Ahí a lo lejos se ven las aguas,
sus olas escondidas dejan el desamparo
cascos de barcos, corazas de cayucos, huesos de otros naufragios
huellas de trilobites de antes del primer diluvio y la lluvia universal
trasluce en las piedras abandonadas
el polvo de cardúmenes arriados con el huracán,
Queda la soledad de la vaciante
aprieta los ojos del pescador
están las huellas, pasos de los que arrastran el alijo
y manos arrancan al pulpo
de las entrañas del hueso del caracol
Navega Orestes y Ulises,
Quetzalcóatl en canoa de piel de serpiente
todos vuelven hacia el mar en el regreso a casa
Desde cuándo el mar no escucha voces que lo nombren para amarlo
y sólo siente el odio de los náufragos, la soledad de las islas
En las avenidas puede mirarse el desierto lejos de la playa
¿a dónde se va el mar cuando repliega las aguas?
Puedes quemar las naves sobre las cenizas del mar,
haz de tu canto el camino de la tierra
Rema el navío sobre las arenas
varado en la playa enfila su vela hacia la tormenta
¿Hasta dónde recorre las sinaguas un barco en busca del océano?
Navega el hombre hacia dentro
para encontrar el paraíso,
atraviesa los ríos de Caronte
Se va el mar
en un ensayo del instante primero,
de cuando volcó sus aguas por primera vez
epílogo para el último minuto de la eternidad.
La tempestad se fue pero quedó la furia,
llevó las aguas más adentro
lejos de la costa el mar se revolvía en su fracaso
dejó medusas y caracolas a la deriva
Todos miramos la desnudez absurda de la playa sin el mar
las aves migraron apenas antes del abismo de la oscuridad
Ahí a lo lejos se ven las aguas,
sus olas escondidas dejan el desamparo
cascos de barcos, corazas de cayucos, huesos de otros naufragios
huellas de trilobites de antes del primer diluvio y la lluvia universal
trasluce en las piedras abandonadas
el polvo de cardúmenes arriados con el huracán,
Queda la soledad de la vaciante
aprieta los ojos del pescador
están las huellas, pasos de los que arrastran el alijo
y manos arrancan al pulpo
de las entrañas del hueso del caracol
Navega Orestes y Ulises,
Quetzalcóatl en canoa de piel de serpiente
todos vuelven hacia el mar en el regreso a casa
Desde cuándo el mar no escucha voces que lo nombren para amarlo
y sólo siente el odio de los náufragos, la soledad de las islas
En las avenidas puede mirarse el desierto lejos de la playa
¿a dónde se va el mar cuando repliega las aguas?
Puedes quemar las naves sobre las cenizas del mar,
haz de tu canto el camino de la tierra
Rema el navío sobre las arenas
varado en la playa enfila su vela hacia la tormenta
¿Hasta dónde recorre las sinaguas un barco en busca del océano?
Navega el hombre hacia dentro
para encontrar el paraíso,
atraviesa los ríos de Caronte
Se va el mar
en un ensayo del instante primero,
de cuando volcó sus aguas por primera vez
epílogo para el último minuto de la eternidad.
sábado, 26 de marzo de 2016
ARLETTE LUÉVANO
Hoy llueve. Las palabras salen sin invitación. Vuelan hacia las nubes para empatarse con sus hermanas de agua. Desnudas, se acercan unas a las otras, se apilan, se contagian. Llueven con la música fría del desamparo.
Está de más decir que yo quisiera llegar hasta ti del mismo modo. Sobra decir, pero no hay más que dejarse llevar con transparencia.
Cuando llegan a la tierra estas palabras, se adelgazan hasta ser una pequeña línea. Se vuelven oscuras y arenosas. Se estrellan contra la tierra con la fuerza de una batalla y se dejan morir suavemente, con la resignación impregnada. La música cesa. El silencio es el pretexto para deshilvanar el fárrago que acaba de caer. Los restos son sólo humedad sin soberbia.
La boca queda abandonada, es una cripta enorme formada de pliegues y vapores. Se consuela en su tibieza.
ROBERTO CARRIL
Entre
el averno y la luz.
¿Qué
decir del destello?,
vida
de instantes.
¿Qué
decir del vacío?,
otoño
perenne, seco paladar.
¿Dónde
está su risa,
su
cena o los sueños?
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
Las mujeres de antes
En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto
pero cuando nos daban caramelos
o las fotografiaban de perfil
todos todos sabíamos que aquello se acababa
que no podía ser
que la hermosa película no iba a continuar siempre
y que la extraña joya que al parecer tenían
escondida en los pliegues del escote
o quizás entre las piernas
iba a volverse pronto mercancía barata
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño.
Y entonces ¿para qué fingirse diosas
si ni ellas lo querían
y para qué tanto suspiro absurdo
tanta mano bellísima frotando en solitario
tanto dedo en saliva
si de la fiesta aquella sólo iban a quedar
algunos viejos cuadros y montones de cajas de sombreros
llenas de fotos ocres junto a discos partidos?
En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto
pero cuando nos daban caramelos
o las fotografiaban de perfil
todos todos sabíamos que aquello se acababa
que no podía ser
que la hermosa película no iba a continuar siempre
y que la extraña joya que al parecer tenían
escondida en los pliegues del escote
o quizás entre las piernas
iba a volverse pronto mercancía barata
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño.
Y entonces ¿para qué fingirse diosas
si ni ellas lo querían
y para qué tanto suspiro absurdo
tanta mano bellísima frotando en solitario
tanto dedo en saliva
si de la fiesta aquella sólo iban a quedar
algunos viejos cuadros y montones de cajas de sombreros
llenas de fotos ocres junto a discos partidos?
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