El laberinto
Antropos apteros pasó varios
días
silbando en el oscuro laberinto,
confiando alegremente su salida
a su temperamento y a su
instinto.
La centésima vez que vio un
arbusto
que cien veces pensaba haber
pasado,
en la confluencia de cuatro
senderos,
reconoció al fin que se había
extraviado.
“¿Dónde
estoy? a menos de que tenga una respuesta,
dice
la metafísica, una pregunta no puede ser propuesta,
por
lo que asumo
que
a este laberinto lo ha planeado alguno.
Si
el pensamiento del teólogo es correcto
un
plan implica la idea de un arquitecto:
un
laberinto creado por Dios sería sin duda
un
preciso universo en miniatura.
¿Serían
los datos de la percepción,
en
ese caso, válida comprobación?
¿Qué
del universo que domino me puede decir
cuál
es la dirección que debo seguir?
Lo
que sugeriría el matemático
sería
una línea recta: lo más práctico.
Pero
izquierda y derecha en alternancia
es
algo, con la historia, más en consonancia.
La
estética en contraste cree que todo el arte
intenta
el corazón gratificarte:
si
rechazo disciplinas como ésta...
¿seguiré
el camino, entonces, que mejor me parezca?
Sólo
es verdadero este razonamiento
si
se acepta el clásico discernimiento,
cosa
que resulta imposible de asegurar
si
al introvertido hemos de escuchar
ya
que su absoluta presuposición
es
que el hombre crea su propia condición:
este
meandro no fue creado por la divinidad
y
más bien es reflejo de mi culpabilidad.
Su
centro, que no puedo hacer presente,
es
conocido para mi inconsciente;
no
tengo pues por qué desesperar:
en
él he estado siempre con sólo así pensar.
El
problema es cómo decir no quiero;
los
que están quietos se mueven más ligero;
mientras
no acepte que estoy perdido
porque
yo quiero estarlo, estoy perdido.
Si
eso fracasa, quizá yo debería
hacer
lo que los educadores harían:
contentarme
con la conclusión
ya
que, en teoría, no existe solución.
Toda
declaración sobre lo que yo siento,
como
estoy perdido, es falsa al cien por ciento:
termina
mi sabiduría donde había empezado:
cualquier
barda es más alta que un humano.”
Antropo apteros, vacilante,
confuso ¿hacia atrás? ¿hacia
adelante?
mirando hacia arriba deseó ser
el ave
a la que estas dudas
debían parecer poco menos que
absurdas.
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