sábado, 11 de abril de 2020

AMANDO CARABIAS





Paseo por la calle subido a unas zapatillas viejas



Mis ojos escupen llanto de muertos sin mirada
yaciendo con las manos dislocadas
tras los pómulos resquebrajados de las estrellas
póstumas.

Crujo con el hambre de madres sin savia
desconocedoras de los nombres de los banqueros
que jubilan sus enaguas con tres millones de euros
anuales.

Paseo por la calle subido a unas zapatillas viejas
y contemplo mitras fijas en cristos de marfil
mientras otros descuartizan nazarenos de sangre y carne
reventada
bajo minas antipersona escondidas como hienas carnívoras
en el aroma de una orquídea donde ya no se lee,
pues las letras son troqueles de vértebras,
madeinspain.

Gritan interminables las pesadillas del corredor
de la muerte, donde deambula un postrer latido,
y muerden mis tobillos cual alacrán jodidamente
venenoso.

Las serpientes de cascabel tienen partida de nacimiento,
manos invisibles con dedos de mausoleo,
y reptan y tintinean con el mismo eco de monedas
fariseas.

Las barbas de bin-laden quizá duerman en afganistán,
en la hura de un áspid alimentado con hierros abrasados,
pero nadie excarcela las miradas presas tras los barrotes
del burka.

La ciudad es un tránsito de carcajadas de cadáveres,
un rugido de luces hirviendo sobre el grumo de alquitrán,
o de miradas revestidas de huellas dactilares que sólo buscan
glúteos...

...Si escribo...,
el cielo rompe alas de cristal,
traducen mazapán azul o blanco,
sólo él distingue lágrimas de niños
enterrados en heces de agua podre.
Mientras, nuestras manos giran el pomo de hielo negro
de las puertas del infierno con la misma naturalidad
con que el asfalto es el colchón de plumas de los orines
de los perros.



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