Mi padre ajeno
Nunca
fui a visitar la tumba de mi padre.
No
le llevé jamás un ramo de flores amarillas
El,
era mi padre y no.
Y
yo su hija de mentira.
Puedo
ver su imagen quieta, suspendida
sentado
allí,
apuesto
y extranjero
conmigo
en su regazo, comiendo de su mano un pescado sin espinas
frecuentando
un pueblo al sur
en
un laberinto inquieto
con
un mar triste
que
baña un muelle viejo.
Sintiendo
nada entre sus brazos
culpables
falsos
con
aromas a sal, con amores de espuma
con
un rumor de ensueños empozados
castigando
la inocencia de creer
Juntos
y alejados, bajos un cielo
vencido
por las horas.
El
era
Una
vi-si-ta para su hija de mentira
Toda
cubierta de escarcha
toda
bañada en arena
Bajo
los pies, la tierra inerte
cortado
el hilo de una ternura nueva.
Cansada
su elocuencia
rodando
transversal por nuestra historia
Más
allá del océano
rescatando
de la bruma sus ojos color cielo,
la
miel clara de su pelo
el
olor a tabaco repetido en
la
retama de sus dedos
que
delatan mudos
sus
insomnios y sus fríos.
Era
y no mi padre
sus
arados hicieron nada entre mis campos
no
fecundaron nexos sus semillas
Jamás
recogería frutos.
Dónde
estaba sino cuando llegó el llanto?
dónde
en el adios a mis sueños?
dónde
por Dios cuando mi madre muerta?
Se
perdió
solidario
con las aguas
amigo
de corrientes que devoran las redes
de
pescadores de otras costas
y
dejó atrás a mi edad,
mi
rostro oval y sorprendido.
Me
hablaron de él por muchos años
apenas
un album amarillo con tres fotografías
y
un viejo árbol de duraznos.
Ya
he cruzado sobre lanzas mi caballo
anduve
cerca a los volcanes más temidos
ya
traigo anestesiadas mis esquinas
ya
no le temo al llanto
Hoy,
me brota un perdón benevolente
algo
tardío un estrechar de manos
un
beso en la mejilla distraído.
Y
en la tumba, no hay flores amarillas
todavía.
Del poema: "Mi padre”
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