domingo, 24 de noviembre de 2024

PEDRO DERRANT

 

 

 

En lo que pienso mientras cuelgo un cuadro

 

Para Rolando Kattán, que lleva un mapa alrededor del cuello

 

 

Te habría regalado un mapa enmarcado que colgaras en la sala,

si hubiéramos tenido tiempo

te habría regalado un mapa

de la Ciudad de México, intervenido en dos colores:

en amarillo hubiera recorrido

de Bellas Artes a Ámsterdam

—donde cayeron

los muros que llevaban nuestros nombres—;

y en rojo el resto del camino, hasta tu apartamento,

como para mostrar que la fatalidad nos recorría enteros:

de la boca a la planta

de los pies. Yo cojeaba

aque-

                 lla no-

                 che,

¿recuerdas?

 

Te habría regalado un mapa enmarcado que colgaras en la sala,

para que la gente preguntara en qué camino se obstinaban los colores,

y hubiéramos podido contar una historia o,

                                                          mejor aún,

quedarnos callados y decir con eso:

 

a) que a fin de cuentas una noche no hay quién la cuente, aunque una y otra vez, hasta el cansancio, la contemos;

b) que quien no atraviesa a un solo pie los kilómetros que van de Bellas Artes a tu apartamento, en medio del invierno, olvidado del dolor y de la muerte, no puede recobrar lo que un mapa así señala;

c) que tal vez el amor sea recorrer la noche lastimado,

                                              pero no solo.

in girum imus nocte              giramos en el medio de la noche

et consumimur igni              y somos consumidos por el fuego

 

Ojalá hubiera pensado antes en esto.

Te habría regalado un mapa enmarcado que colgaras en la sala;

ahora, esas líneas serían una herida enorme y sin sentido

(tac: un clavo en la pared)

sobre la piel de un mapa.

 

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