IV
Ocho
años de silencio sobre ti
y sobre ese montón nada ha cambiado.
Los poetas, con sus versitos;
las nalgas, con sus pájaros.
Ninguna raíz nutre al orgullo.
En pie la misma ruina de las casas hechas en serie,
indistintas libreas para los buenos habitantes
que reparten codazos para respirar un poco de aire.
De vez en cuando —los domingos—, salen al campo
y por una veloz autopista ganan su Arcadia.
(¡Viejo Walt Whitman, tú qué sabes!
En nuestros días ya no hay actos desmesurados.
Digerimos el Diez de Junio y Tlatelolco
como la oveja más dócil del rebaño).
Estoy mirando a la derecha y hacia abajo
mientras dejo que el buitre me contemple.
La vida se ha burlado de nosotros.
Lo hará también el polvo de la muerte.
y sobre ese montón nada ha cambiado.
Los poetas, con sus versitos;
las nalgas, con sus pájaros.
Ninguna raíz nutre al orgullo.
En pie la misma ruina de las casas hechas en serie,
indistintas libreas para los buenos habitantes
que reparten codazos para respirar un poco de aire.
De vez en cuando —los domingos—, salen al campo
y por una veloz autopista ganan su Arcadia.
(¡Viejo Walt Whitman, tú qué sabes!
En nuestros días ya no hay actos desmesurados.
Digerimos el Diez de Junio y Tlatelolco
como la oveja más dócil del rebaño).
Estoy mirando a la derecha y hacia abajo
mientras dejo que el buitre me contemple.
La vida se ha burlado de nosotros.
Lo hará también el polvo de la muerte.
noviembre
de 1971
De: “La hora y el sitio”.
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