Activación por voz
No olviden que un
poema, a pesar de que está hecho con el lenguaje de la información, no es
utilizado en el juego del lenguaje de la entrega de información.
Ludwig Wittgenstein, Zettel
Por otra parte este poema se encuentra
activado por el sonido de mi voz y, por fortuna, soy hablante nativa. Por
fortuna, no tengo acento y puedes comprender perfectamente lo que te estoy
diciendo con este poema. He estado trabajado en esta voz límpida, a través de
la cual puedes escuchar cada palabra, como si hubiesen sido formadas por mi
boca, como si mi lengua estuviese empujando contra mis dientes, mis labios
juntándose y mi mandíbula flectándose, de tal manera que incluso si de niña te
hubiesen enseñado a leer rostros antes que palabras, y palabras como si fuesen
rostros, lo que digo en esta página no te confundiría. Aunque tal vez sentirías
una punzada de confusión al ver mi nombre. No tengo ninguna duda, mi poema es
inocente y transparente. Cando digo creo que me prepararé un sandwich, el poema
no dice “me lonas recapitulé el Andi”. O si digo, mi madre está muriéndose,
donde está su teléfono. El poema no dice “me abre la llena, redondo un
xilófono”. Una manera de asegurar la buena comprensión del poema y su lector es
no modular. Estoy hastiada de la emoción, sobretodo, estoy hastiada de aquella
especie de debilidad que llamamos abandonar la intención. Lo que quiero decir
está en español.
Que desastre salir en busca un típico bagel y
volver a casa con un montón de tíos y sus cajas de bacalao salado, mientras un
grupo de tías evalúan con sus indices la grasa de tu cintura. Ves,
Wittgenstein, incluso mi sandwich no lo hacen siempre como lo pido; solo el
poema hace lo que le pido. Todo lo otro exige una serie de pasos intermedios.
Llamo a la oficina de las enfermeras y le digo a una––su acento es espeso como
la niebla nocturna en una noche homicida–– que quiero hablar con mi madre: “es
tu hija” (la verdad es que lo dice en español, pero para que funcione la
activación por voz en este poema no lo puedo decir así), y le pasa el teléfono
a mi madre, que no es el poema, y que por eso le cuesta trabajo entenderme.
Entonces, escribo este poema, que me entiende a la perfección y que no necesita
la mediación de enfermeras, ni preocuparse por acentos sospechosos, ni por
hablar lo suficientemente fuerte, ni le importan las complicaciones de la
muerte, la que puede ser comprendida como una pérdida de lenguaje. De ser así,
la inmigrante, mi madre, ha sido incomprendida por tanto tiempo; esta muerte es
la de sus últimas intérpretes.
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