I
Y
ahora aparece este satori
que se puede tocar
como esta pared.
Un
reloj
esparce ondas
y todo lo que era pasado
se hunde en un barro azul.
Es
hora,
todo vuelve a nacer.
Esta
quietud de lo inacabado
como el día eterno,
es este satori a punto de explotar.
La
explosión y la paz.
El reino de la total quietud
en esta infancia –vegetal–
que es
como un niño de azúcar,
que juega con números sagrados
y hace figuras
con las sombras.
Transforma
la noche
entre sus dedos.
En el intento
concibe al mundo como un animal de laboratorio.
De: “Jardín
mecánico”
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