Mi mujer desea que nuestros hijos
sean perfectas esferas de vidrio.
A veces se entrega con desesperación
a la tarea, pero solo consigue pelotas
que se desmoronan como migas de pan.
Mi mujer se culpa y los culpa por ser pan
y no arcilla, por ser pan y no madera ni metal,
tierno pan recién salido del horno
que acuna entre sus brazos mientras llora.
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