La ofrenda
Te
entrego el débil cristal verde de mis ojos,
la
arena helada donde florecen ramas muertas
cada
invierno.
Mi
nombre, todavía.
Te
doy lo que me queda tras el viento,
esa
sombra vacía que deambula en los tejados
esperando
ofrecerte lo que fue:
cuerpo
detenido entre la luz
cuerpo
hermoso, presente, que no renuncia
a la
alegría.
De: “La palabra esperada”
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