Anhelo
que se pierde en el viento de la tarde
De
nada sirve repetir tu nombre,
recordar
noches de luna y horas sin recato,
que
el corazón revierta su existencia loca
o
que la breve flama de tu luz me alumbre.
El
juego entre las sábanas dormidas,
el
aliento impecable de tu tiempo
y mi
tacto sobre tu piel dormida
siguen
siendo un presente que no cesa.
De
qué sirve dejar que el fuego del amor se encienda,
que
deje entreabierta la puerta de mi casa
y
acomode la copa y decante el vino
si
no estás aquí y no te alcanzo.
De:
“Saberte de memoria”
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