Tú
vienes del norte
Ahora
has aterrizado en Londres y me olvidarás
en
los cuerpos de aquellas mujeres inglesas, paseando por las calles
que
me invadieron antes de conocerte, antes del día
en
que vi tu cuerpo desnudo por primera vez.
La
vida es así, me dije, la vida es
asumir
violaciones
e
indignarse ante las tumbas, no tener familia
y
sentirse extranjera bajo sábanas.
Ahora
has aterrizado en Londres y escribiré a mi padre muerto contándole que te
llamas así.
Me
creo que siempre que lo digo me oyes. Ya ves qué tontería.
La
vida es
mirar
tu cuerpo con los ojos del amor y no poder odiar ninguna parte, aspirar a
perturbar tu lectura
y
conocer a los dueños por sus perros.
Yo
no me dejaba los pendientes en tu casa; un poco de cabello,
no
más,
un
poco de cabello es necesario
para
ser inmune ante la decapitación que me ofreces.
Tienes
el paraíso en tu garganta, pero puedes guillotinarme la cabeza; se me cayeron
las orejas
de
no escuchar tu acento ahora vacío,
tu
acento del norte, abrasador jeroglífico.
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