miércoles, 19 de octubre de 2022

IRENE DOMÍNGUEZ

 

  

Tú vienes del norte

 

 

Ahora has aterrizado en Londres y me olvidarás

en los cuerpos de aquellas mujeres inglesas, paseando por las calles

que me invadieron antes de conocerte, antes del día

en que vi tu cuerpo desnudo por primera vez.

La vida es así, me dije, la vida es

asumir violaciones

e indignarse ante las tumbas, no tener familia

y sentirse extranjera bajo sábanas.

 

Ahora has aterrizado en Londres y escribiré a mi padre muerto contándole que te llamas así.

Me creo que siempre que lo digo me oyes. Ya ves qué tontería.

La vida es

mirar tu cuerpo con los ojos del amor y no poder odiar ninguna parte, aspirar a perturbar tu lectura

y conocer a los dueños por sus perros.

Yo no me dejaba los pendientes en tu casa; un poco de cabello,

no más,

un poco de cabello es necesario

para ser inmune ante la decapitación que me ofreces.

Tienes el paraíso en tu garganta, pero puedes guillotinarme la cabeza; se me cayeron las orejas

de no escuchar tu acento ahora vacío,

tu acento del norte, abrasador jeroglífico.

 

 

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