X
Aranjuez
El
Tajo fluye por Aranjuez con el rumor de los diques.
Las
veloces aguas verde oscuro reflejan las viejas paredes rojizas
las
balaustradas y las ventanas clausuradas con barrotes de palacio;
y en
la otra orilla tres lavanderas agachadas
cuyos
brillantes mantones rojos y pilas de ropa resplandecen sobre
el
prado,
remolinos
verdes donde rielan las paredes de Aranjuez.
Hay
humo en los jardines de Aranjuez
el
humo de la quema anual de las hojas muertas;
los
caminos húmedos y tupidos susurran bajo los pies
con
las anchas hojas crujientes de los plátanos.
El
olor penetrante a humo, el hedor a seto de boj
y el
aroma del año decadente
son
suaves en los jardines de Aranjuez
donde
las fuentes se llenan de hojas en silencio
y el
musgo que crece sobre estatuas y bustos
viste
a faunos y cupidos sonrientes
cuyos
ojos de piedra buscan por los caminos vacíos
los suntuosos
trajes brocados que les arrebataron
y
los acicalados becerros sedosos de tiempos idílicos.
El
Tajo fluye por Aranjuez con el rumor de los diques.
Y
mientras se desliza refleja los troncos marrón plateados de plátanos
y
setos
de
boj, agujas de cipreses y senderos de olmos amarillentos;
y en
la otra orilla tres mulas grises tiran de un carro
cargado
de nabos, manejado por un hombre ataviado con un fajín
de
lana azul
que
camina a grandes zancadas silbando y no mira hacia Aranjuez.
De:
“Invierno en Castilla y otros poemas”
Versión
de Eulalia Piñero Gil
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