domingo, 23 de diciembre de 2018

ERICK AGUIRRE





Ecos de Ankara



Fui leyendo lentamente,
sin entender nada en absoluto,
los extraños caracteres
de la lengua de Turquía
en la novela de mi amigo
Celal Hafifbilek,
mientras él leía sus poemas
en un café de Nüremberg.

Luego escuché con atención,
sin entender nada en absoluto,
cada uno de sus versos.
Un extraño vínculo
de apropiación colectiva
sobre ciertas palabras
se produjo entonces en mi mente.
Y estuve ahí más de una hora
experimentando esa fruición,
el placer de intuir en cada texto
el sentido de una nueva experiencia.

Ankara, 1920, se titula su novela,
y como algunos de los míos
sus poemas quizás tratan
de reconstruir esos espacios perdidos,
los sitios y fantasmas
que sobreviven con amor
en la memoria colectiva;
para darle otro sentido al presente,
para entender mejor las cosas del pasado
y poder fraguar a ciegas
la inconsistencia del futuro.


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