miércoles, 12 de febrero de 2020

GUSTAVO ADOLFO VILLALPANDO






No fluye el río, permanece en calma,
es la mirada la que siempre avanza,
vierte en las aguas del milagro herido,
su breve reino, la quietud del grito.

Todo está oscuro. Sobre la ventana,
como el inmóvil pescador del alba
alza las olas de un mar peregrino,
imaginamos la luz del vacío.

No quema el fuego, nuestras manos arden,
toman la forma fugaz del instante
donde calcinan la orilla del viento.

Así pasamos el hacer del tiempo:
la hoja mueve el aire en su caída,
sin rozar la inmensidad dormida



No hay comentarios:

Publicar un comentario